domingo, 13 de febrero de 2011

Diez tesis sobre el nuevo desarrollismo

Febrero 2011
Por: Carlos Almenara
c.almenara@hotmail.com

El mes de mayo de 2010 fruto de una reunión en San Pablo, Brasil, se alumbró un documento posteriormente firmado por economistas argentinos como Aldo Ferrer, Roberto Frenkel, Mercedes Marcó del Pont, brasileros como Luiz Carlos Bresser-Pereira, estadounidenses como James Galbraith entre un centenar de destacados profesionales de la economía de múltiples nacionalidades.
Titulado “Diez tesis sobre el nuevo desarrollismo” el documento retoma y actualiza tradiciones de pensamiento económico con raigambre en Latinoamérica. Por caso el pensamiento de la CEPAL (Conferencia Económica para América Latina) que en sus años de esplendor supo cobijar cientistas sociales y economistas que con enorme agudeza desarrollaron teorías innovadoras pensadas desde y para la región. Indudablemente el momento del pronunciamiento está relacionado con las políticas económicas de los países del continente.
Cuando se habla de la economía de los países sudamericanos que viven procesos fuertemente populares suele presentársela como carente de coherencia o de políticas públicas sensatas. Se comete así una injusticia basada en un sesgo ideológico. Hay una ruptura con dos décadas nefastas de neoliberalismo que dejaron al continente en la pobreza, el desempleo, una desigualdad ofensiva y la reprimarización de la producción. Esa ruptura conlleva búsquedas diversas y hasta ahora exitosas en la construcción de una heteredoxia nueva que por posturas epistémicas, imperativos políticos y novedades propias del cambio paradigmático es al momento necesariamente ecléctica.
El eclecticismo del que hablamos abreva en diversas experiencias, tradiciones y modelos: experiencias concretas de economía social, activismo estatal para mitigar la pobreza, políticas industriales, estímulo a la demanda y al consumo con un rescate de políticas keynesianas, actualización, como dijimos, de las teorías del desarrollo generadas en nuestro continente.
Aunque sea parcial, a completar, abierto, esta combinación constituye un modelo económico mucho mejor y más acabado de lo que puede ofrecer la ortodoxia.
Es útil e ilustrativo conocer estas diez tesis, básicamente actualización del pensamiento cepalino, que podrían indiciar este nuevo camino alternativo. Aquí van:

1. El desarrollo económico es un proceso estructural de utilización de todos los recursos domésticos disponibles con el fin de lograr la máxima tasa de acumulación de capital ambientalmente sostenible, basada en la incorporación de progreso técnico. El objetivo primario es el de alcanzar el pleno empleo de los recursos laborales disponibles. Esto no sólo debería implicar una productividad creciente en cada industria; también involucra el financiamiento y una continua transferencia de mano de obra hacia las industrias que producen bienes y servicios con mayor valor agregado per capita y que pagan remuneraciones y salarios más elevados.
2. Los mercados son el ámbito principal de este proceso, pero el estado tiene un papel estratégico en la provisión del marco institucional apropiado para sostener este proceso estructural. Esto incluye la promoción de la estructura financiera y de las instituciones financieras capaces de canalizar los recursos domésticos al desarrollo de la innovación en sectores que producen elevadas tasas de incremento del valor agregado doméstico. Este marco debe también incluir acciones dirigidas a superar los desbalances estructurales y promover la competitividad internacional.
3. En el marco de la globalización, el desarrollo económico requiere una estrategia de desarrollo nacional que permita aprovechar las oportunidades globales, es decir, las economías de escala globales y las múltiples fuentes de aprendizaje tecnológico, mitigando las barreras a la innovación creadas por regímenes de propiedad intelectual excesivamente rígidos, asegurando la estabilidad financiera y creando oportunidades de inversión para los emprendedores privados.
4. Aunque el componente schumpeteriano del proceso de desarrollo y la política industrial estratégica son relevantes, es en el lado de la demanda donde residen los mayores cuellos de botella para el crecimiento. Desde Keynes, se reconoce ampliamente que la oferta no crea automáticamente demanda. Sin embargo, en los países en desarrollo hay dos tendencias estructurales adicionales que limitan la demanda y la inversión: la tendencia de los salarios a crecer a tasas inferiores al incremento de la productividad, y una tendencia estructural a la sobrevaluación del tipo de cambio real y/o nominal.
5. La tendencia de los salarios a crecer más lentamente que la productividad se debe a la existencia de una abundante oferta laboral y a la economía política de los mercados de trabajo. Además de limitar la demanda interna y de reforzar la concentración del ingreso en las clases altas, esta tendencia puede también afectar de manera negativa el crecimiento de la productividad en el largo plazo. Un salario mínimo legal, transferencias en efectivo a los pobres, y principalmente la garantía estatal de proveer empleo a un salario vital pueden utilizarse para neutralizar esta tendencia al mal pago del trabajo. La alternativa –la sobrevaluación crónica de la moneda nacional, que incrementa el poder de compra- no es una estrategia sostenible.
6. La tendencia a la sobrevaluación cambiaria cíclica en las economías en desarrollo se ha debido por una parte a la excesiva dependencia del ahorro externo, en la forma de flujos de capital del exterior, y por otra a la enfermedad holandesa, en un contexto de mercados de capitales excesivamente abiertos y de falta de una regulación apropiada. Esta tendencia implica que el tipo de cambio en los países en desarrollo no sólo es volátil, sino que también contribuye a las recurrentes crisis monetarias y a las burbujas en los mercados financieros tales como las experimentadas recientemente. También implica que las oportunidades de inversión en actividades de exportación son crónicamente insuficientes puesto que la sobrevaluación hace poco competitivas internacionalmente incluso a las empresas productivas más eficientes.
7. La enfermedad holandesa puede ser caracterizada como una permanente sobrevaluación de la moneda nacional debida a la presencia de rentas ricardianas originadas en la exportación de commodities basadas en recursos naturales, o en la exportación basada en trabajo ultra barato. La enfermedad holandesa impide que otras industrias de bienes transables prosperen. Lo hace creando una brecha entre el “tipo de cambio de equilibrio de la cuenta corriente” (el tipo de cambio que hace nulo el resultado de esa cuenta) y el “tipo de cambio de equilibrio industrial” –la paridad cambiaria que permite que las industrias de bienes transables sean competitivas empleando la tecnología de punta.
8. El desarrollo económico debería ser financiado esencialmente con ahorro interno. Para alcanzar esta meta se requiere la creación de instituciones financieras públicas que aseguren la plena utilización de los recursos domésticos, del trabajo en particular, así como la innovación financiera, y que apoyen la inversión. La tentación de utilizar ahorro externo vía déficits de cuenta corriente no suele incrementar la tasa de inversión (según proclama la economía ortodoxa) sino que, al contrario, incrementa el endeudamiento y refuerza la inestabilidad financiera. Las estrategias de crecimiento que se apoyan en el ahorro externo generan fragilidad financiera; atrapan a los gobiernos en juegos de “construcción de confianza” y, con demasiada frecuencia, terminan en crisis monetarias o de balance de pagos.
9. Con el fin de proveer el marco apropiado para el desarrollo, el gobierno debe asegurar una relación estable de largo plazo entre la deuda pública y el PIB, y un tipo de cambio real que tome en cuenta la necesidad de contrarrestar los efectos adversos de la enfermedad holandesa sobre la industria manufacturera.
10. Para alcanzar el desarrollo de largo plazo, las políticas económicas deberían perseguir el pleno empleo como meta primaria, en tanto aseguran la estabilidad de precios y financiera.

jueves, 10 de febrero de 2011

No hubo errores, no hubo excesos

Por: Carlos Almenara
Referente de Espacio para la Reparación Social
c.almenara@hotmail.com


Las imágenes son impactantes. Siempre resulta impresionante ver imágenes de torturas.
¿Pero qué es lo nuevo? Lo nuevo son las imágenes que presentan con poca posibilidad de desmentida, la prueba de las torturas que se producen allí. Nadie, atento, podría sorprenderse. Quienes han tenido, por cualquier ventanilla, contacto con el sistema penal han escuchado (o peor, vivido) muchos relatos por el estilo.
Por supuesto que este hecho no quita dramatismo a la comprobación fehaciente que un organismo estatal aplica tormentos.
Resulta claramente antiintuitivo entonces, afirmar como el gobernador, que son unos pocos descarriados. Quizá esa aseveración responda a un imperativo de gestión, hay que seguir lidiando con un sistema penitenciario que no se cambia de un día para otro y que ¡vaya si sabe armar líos! Pero ese argumento “pour la gallerie” no debería inducir a equivocación: hay un problema de sistema.
Las fuerzas de seguridad en Argentina tienen en su enorme mayoría, herencias, tradiciones, culturas, claramente antidemocráticas, anticiudadanas, antijurídicas, que son anclaje y causa de la conducta de sus miembros. No son dos o tres “loquitos exaltados” sino cuestiones profundamente arraigadas, que incluso como sociedad muchas veces “naturalizamos”.
Desde las picanas de Lugones (h) en la policía bonaerense de los años ‘30 al D2 de la dictadura, pasando por represiones varias, los casos de “gatillo fácil”, insurrecciones policiales y penales, zonas liberadas con complicidades diversas hasta los discursos actuales de “mano dura”, o la motivación a los policías halagando su espíritu de cuerpo más allá del control político, constituyen un acervo cultural y de valores de las fuerzas de seguridad que no puede terminar en otro lado.
El problema no es de una minoría, el problema es sistémico. No es halagando el espíritu de cuerpo como se lo enfrenta sino mejorando los mecanismos de control. Un funcionario público que lleva un arma y que puede detenernos, no puede ser otra cosa que un profesional sometido a más controles que nadie.
Tampoco es plausible actuar con oportunismo asignando a la administración política del momento responsabilidades directas sobre el epifenómeno.
Pero sí se puede y se debe identificar discursos que avalan una ideología integrista, entre otras cosas, que realimentan los fundamentos de una cultura policial contraria a la civilidad.
El gran cambio discursivo para la construcción de fuerzas de seguridad democráticas es el discurso de los festejos del bicentenario. ¿Cuál es? Antes que nada, la patria somos todos. Es decir desnaturalizar la sistemática conducta discriminatoria de las policías frente a jóvenes, pobres, inmigrantes y otros grupos.
La policía ha sido convertida en buena medida en un instrumento de clase. Cuida a los ricos y a las clases medias de los pobres y de los jóvenes que les causan espanto. Y aquí sí hay responsabilidad directa de la mayor parte de la dirigencia política miedosa. Porque mientras ésta sea la razón de ser no escrita, los hechos ilícitos en las fuerzas de seguridad se seguirán repitiendo. El metamensaje de los populistas de la inseguridad a los policías es “apretalo pero que no te vean”. Bueno, no puede terminar en otro lado. Y de esto sí Jaque tanto como la mayor parte de la oposición es responsable.
La sutileza y firmeza de la presidenta creando un Ministerio de Seguridad para construir una revolución democrática y civil en las fuerzas de seguridad nacionales y la no represión violenta de la protesta social se ubican en las antípodas de la orientación provincial, comenzando con la primera e inolvidable gestión de la cartera de Seguridad.
Podría pensarse, por qué no, que uno de los pendientes de la democracia es la reconciliación de las policías con el pueblo. El sistema político es responsable de no inocular odio de clase ni adoctrinamiento de perro guardián en las nuevas camadas de agentes. De lo contrario con filmación o sin filmación estas cosas seguirán pasando.