domingo, 12 de septiembre de 2021

Neoliberalismo flojito de episteme

 


Por: Carlos Almenara

Contra lo esperable viniendo de quienes viene, la campaña por las elecciones PASO del 12 de septiembre culminó con fuertes propuestas económicas de la derecha.

Una de ellas en boca de Rodríguez Larreta fue la de eliminar las indemnizaciones por despido. La misma está plasmada en proyectos de ley de legisladores que le responden, así que, de ningún modo, puede pensarse como un exabrupto.

Por otro lado, un autodenominado economista que realiza rituales filonazis no pierde ocasión de presentar sus ideas económicas, que, en realidad, son las mismas que conocemos hace tiempo.

Revisar estas aseveraciones nos dará una excusa válida para analizar cómo funcionan los planteos neoliberales. Porque, por si no queda claro, a esta categoría ideológica/política corresponden.

Veamos cada una de ellas.

El primer caso referido fue planteado del siguiente modo: "Claramente hay que ir de la indemnización a un seguro... Hay que tener en cuenta los trabajadores actuales y los millones y millones que hoy no consiguen un trabajo, porque nadie toma un empleado en Argentina con un sistema como éste. No digo que hay que sacarlo de un día para el otro".[i]

El planteo es que el empleador pueda despedir al trabajador sin pagarle nada.

Si pensamos un minuto, para los postulantes del proyecto (y para el neoliberalismo en general), el hecho de que el empresario tenga un desincentivo a despedir, en lugar de cuidar el trabajo, lo destruye. Siguiendo este razonamiento, ¿por qué quedarse solamente en las indemnizaciones? Habría que bajar los salarios y entonces habría más trabajo. Pero qué curioso, es lo que hicieron en su gobierno, el salario perdió 20% y, sin embargo, el desempleo aumentó al doble.

La trampa lógica debería ser evidente. Que al empresario se le reduzca lo que Macri llamaba “costo laboral” le produce una única consecuencia: aumenta su rentabilidad. Ello no implica que aumente la producción. Habrá más trabajo si las empresas producen más, que los salarios sean más bajos no conduce necesariamente a mayor producción.

Esta misma lógica se manifiesta cada vez que se pide baja de impuestos. Supuestamente si se bajan impuestos, disminuirá el desempleo. Tampoco aquí hay relación necesaria. Baja de (ciertos) impuestos produce aumento de la rentabilidad, no necesariamente aumento de la producción.

Porque ¿de qué depende la cantidad producida? De la cantidad que se pueda vender en un negocio, que, se supone, rentable. Si venden más, producen más, y hay más trabajo. Entonces aquí cambia toda la perspectiva. Ya no es estrangulando al trabajador cómo se logra pleno empleo sino estimulando el consumo, haciendo que las mayorías tengan poder de compra.

¿En qué caso está lógica podría no aplicarse? En caso de que todo lo producido se destine a exportación, a otros pueblos; en esa situación la oligarquía vernácula actúa como agente de un enclave colonial ocupada en esclavizar a los argentinos. Es el caso. Pero no por necesariedad económica ni por ningún óptimo sino por interés y cipayismo.

La segunda aseveración que queremos analizar, de Javier Milei en este caso, se refiere a la desigualdad salarial (o no) entre hombres y mujeres. Para Milei NO hay desigualdad salarial y lo fundamenta como sigue:

“La primera prueba empírica de eso la hizo Gary Becker en el año 58 cuando publicó su tesis doctoral y quiso comprobar si había discriminación contra distintas razas, géneros y eso marcó la manera de analizar los datos. Pero hoy cuando empezás a descomponer los datos y los llevás bien al límite, esas discriminaciones no existen. Un empresario quiere ganar plata. Si pudiera contratar mujeres y a un salario más bajo va a contratar a las mujeres y vas a ver las oficinas llenas de mujeres”.[ii]

En esta argumentación está presente el núcleo del modelo neoliberal. La trampa epistémica que llevó a Mario Bunge a sostener que la economía ortodoxa es la más peligrosa de las pseudociencias[iii], la que lleva al hambre y a la muerte a cientos de millones de personas.

El pensamiento científico, máxima expresión cultural para entender el funcionamiento del universo y del mundo humano, requiere desde Descartes y a lo largo de la secularización moderna, argumentación, explicación humana fundada en evidencia y sometida a verificación. Toda aseveración debe someterse a la prueba de la realidad, lo que Popper llamaba “falsación”.

Volvamos a cero. Decir, uno puede decir cualquier cosa. Ahora, que ese decir pueda enmarcarse en la cultura científica tiene los requisitos que expusimos arriba y varios más. Las “leyes” científicas, sus tesis, son provisorias, revisables y pasibles de refutación. En las ciencias fácticas, las que se refieren a los hechos, la preminencia la tiene la realidad. Cualquier postulación que se sostenga debe verificarse, es decir, comprobar que los hechos funcionan tal como predice la teoría. Si los hechos no funcionan como predice la teoría, no es la realidad la incorrecta sino la teoría propuesta.

Esta es la trampa universal del neoliberalismo.

Veamos un ejemplo. En física y química existe la “ley de vasos comunicantes”. Ella demuestra cómo un líquido homogéneo puede tener un mismo nivel al ser vertido en una serie de envases conectados a través de unos conductos sin que la forma u orientación de los vasos afecte el nivel.

Este postulado está abierto a comprobación empírica. Podemos corroborarlo en nuestra experiencia cotidiana cada vez que abrimos una canilla.

La proposición científica postula que los líquidos se comportan de cierto modo y eso se confirma en la realidad.

¿Cómo funciona “su” ley para Milei?

El empresario quiere ganar dinero, luego, contratará aquellos factores productivos (trabajadores en este caso) que le ofrezcan mayor productividad, sin discriminación alguna. Esa es “su” ley.

Cientos de estudios muestran que en la realidad se ve una brecha salarial. A igual tarea y responsabilidad los salarios promedio de los hombres son 20% superiores a los de las mujeres en Argentina[iv].

Obviamente, el pensamiento científico rechaza “su” ley por falaz y afirma que, efectivamente, existe discriminación salarial.

¿Qué dice Milei?

Que eso es imposible. Que los datos están mal tomados. Que “su” ley es irrefutable.

Eso es conocido, legitimó el poder premoderno, funda los regímenes teocráticos y se denomina dogma. Un tipo de saber, de creencia, impenetrable por la realidad.

Con este accionar dogmático los neoliberales argentinos son invulnerables a los sucesivos fracasos. La dictadura, Menem, Cavallo, De La Rúa, Macri, todos “fracasaron”, todos aplicaron el mismo plan, todos recurrieron al FMI. Pero en cada cruce de la historia, los neoliberales nos dicen que el problema estuvo en que no se aplicó “el verdadero” modelo. O, como Milei, que los datos están mal tomados.

Es decir, no está mal el modelo que fracasó, está mal la realidad. Como dice Milei “no hay brecha salarial”. No importa lo ridículo que se vea.

Si el dogmatismo debiera ser descalificante en cualquier debate, en la academia es un oprobio. Que las Universidades argentinas estén llenas de impresentables que sostienen el mismo dogmatismo que Milei, y lo están, debiera provocar una rebelión popular, una nueva Reforma Universitaria.

Pero hay algo más.

Lo que dice Milei no es sólo una mentira y un dogma, es un programa político. Detrás de “su” ley rige como precepto universal, “lo que es, es justo”. No es que los hombres ganan 20% más que las mujeres a igual tarea y responsabilidad, es que los hombres “son 20% más productivos”. No es que el hecho que un CEO gane 300 veces lo que un obrero es evidentemente obsceno; es justo, toda vez que en la lógica Milei, es 300 veces “más productivo”.

Ninguna sorpresa, justificar las injusticias siempre fue el programa político de la reacción.

Por eso ellos son ellos, son eso; y nosotros somos nosotros. Bien lejos.


domingo, 5 de septiembre de 2021

Repensar la economía*

 


por Carlos Almenara

c.almenara@hotmail.com

La economía, como disciplina que estudia qué bienes produce, cómo los hace y cómo los distribuye una sociedad, ha sido analizada desde distintos enfoques.

La denominada “economía neoclásica” se consolidó a fines del S XIX, principios del XX a medida que se difundían en la academia los aportes de Alfred Marshall quien modelizaba y daba cuerpo a la llamada “revolución marginalista”.

Esta visión se transformó en el paradigma dominante en la disciplina, probablemente fruto de lo que John Kenneth Galbraith llamó “virtud social conveniente”, es decir “la tendencia (de muchos economistas) a adecuarse a lo que a los ciudadanos influyentes les resulta agradable creer”. La economía neoclásica permite a los poseedores de las riquezas argumentar, por ejemplo, la pertinencia y eficacia de un orden, por definición, desigual.

La teoría neoclásica sufrió un feroz embate fáctico y posteriormente teórico con la gran depresión de los años treinta y el keynesianismo. El triunfo paradigmático del keynesianismo, no supuso de ningún modo la desaparición del pensamiento neoclásico. Al contrario, el keynesianismo fue confinado a la llamada “macroeconomía”, también territorio en disputa sobre todo a partir de los ’70, quedando la explicación del accionar de las personas, las empresas, las distintas industrias y mercados reservados a la “microeconomía” neoclásica.

Si bien existieron otros paradigmas para abordar este campo, como versiones del marxismo, conceptos de Sraffa, algunos aspectos del estructuralismo cepalino, esos modos de abordaje además de ser en general parciales en tanto no terminaban de ofrecer un programa epistémico satisfactorio, fueron sistemáticamente ignorados o peor, escondidos.

La afirmación de que esos paradigmas no ofrecieron un programa epistémico satisfactorio es absolutamente susceptible de polémica, pero aunque a nuestro entender es así, no sale mejor parada la versión neoclásica. Aunque esta última cuestión también ha sido ignorada u ocultada.

Sobre lo que intentamos llamar la atención es que en las distintas unidades académicas, en las facultades, en los colegios, la inmensa mayoría de los currículums de espacios de economía o similares replican acríticamente el discurso neoclásico.

Por muchos motivos creemos que es un momento sumamente propicio para dar esta discusión. No pretendemos defender un paradigma cerrado del que daríamos cuenta de su consistencia. Sencillamente no tenemos tal cosa. Pero sí tenemos algunas certezas y esas convicciones se refieren a las anomalías y falsedades del paradigma neoclásico.

Una cuestión tratada recientemente entre otros por Mario Rapoport y que reside en el centro de las dificultades para cambiar el paradigma neoclásico es el cambio nominal que supuso pasar de la “Economía Política” a la “Economía”. Los clásicos siempre hablaron de “Economía Política”. Llamarle “Economía” a secas supone como veremos deshistorizar y quitar la conflictividad propia de lo social a la disciplina.

Un modo posible, el modo que elegimos, para señalar las anomalías paradigmáticas de la economía neoclásica es indicar los problemas epistemológicos y metodológicos, los problemas de representación, las falsas analogías y también... la realidad. La realidad implica casi la intrusión de un elemento absolutamente ajeno al paradigma, pero pudiera ocurrir que alguien se pregunte si puede ser la economía una ciencia formal desvinculada de lo fáctico.

Un listado no exhaustivo de objeciones a hacer a la economía neoclásica, que resulta necesario tener presente al momento de estudiar por ejemplo cualquier función de demanda o de oferta son las siguientes:  

1. Negación del carácter social e histórico a la economía. Como dijimos arriba la  Economía se presenta como a-histórica. Lo que los hombres hacen hoy no es fruto del devenir histórico, el modo en que la ciencia lo estudia, tampoco. Cuanto más los modelos, como en la teoría de los juegos, tienen presente la posibilidad del “aprendizaje”, resultado de una iteración del modelo matemático. Siempre se prescinde del relato histórico a los fines explicativos. Lo mismo ocurre con el carácter social de la economía. La economía neoclásica consiste en un sistema cerrado de ecuaciones y funciones. Nuevamente, como lo llamó Galbraith, “la fuga técnica de la realidad”. Si quisiéramos explicar por caso cómo toman decisiones de inversión o de consumo los empresarios, las personas, es probable que a Ud. se le ocurriera preguntarles. Bueno, la economía neoclásica no hace eso. Para eso tiene sus modelos. Que los modelos suponen cosas que nunca fueron demostradas es lo que estamos discutiendo en este texto (y que ha sido discutido muchas otras veces con escasa difusión).

2. Individualismo radical. Los modelos de la economía neoclásica suponen que la sociedad es un agregado de individuos, la unidad analítica excluyente es el individuo y por supuesto movido por una avidez infinita de lucro. Pero como cualquier cientista social sabe, en las sociedades no hay sólo individuos. Hay familias, grupos, clanes, tribus, hay Estado, hay cuestiones nacionales. La existencia de toda esta realidad social con tanta incidencia en los hechos económicos es despreciada por la economía neoclásica.

3. Supuesto de racionalidad del agente económico. El agente económico maximiza su utilidad. Sea en una decisión de inversión o de consumo. Se ha señalado como crítica que es imposible contar con información perfecta. Ud. debe haber sufrido cuando por ejemplo encontró la oferta de un televisor más bonito y más barato inmediatamente después de comprar el suyo; es el caso. Pero la objeción no abarca únicamente esto sino la idea misma de racionalidad y el tipo de racionalidad. No se conoce que nadie haya demostrado que las cosas funcionan así generalmente. ¿Es impensable que alguien acepte un trabajo menos remunerado para pasar más tiempo con su familia? ¿Es impensable que su familia converse de esto con él/ella e incidan en la decisión? ¿Es impensable que un empresario abra un negocio en su ciudad y no lejos de ella aunque le aumenten los costos? ¿No son bien conocidas las compras impulsivas o compulsivas? Ninguna de estas cosas son impensables pero sí son inexplicables para la teoría neoclásica.

4. Ingenua idea hedonista de la “utilidad”. Aquello que fue objeto de análisis profundo por disciplinas tan complejas como el psicoanálisis, la psicología o, con otras miradas, de la antropología fue sencillamente obviado por la economía neoclásica. Por qué las personas hacen lo que hacen, toman sus decisiones. La economía neoclásica dirá: para maximizar su función de utilidad. ¿Y qué es la utilidad? Es algo así como felicidad humana abstracta e indiferenciada. ¿Pero, funciona así la cuestión? ¿Algún economista verificó esto? Porque los que se preguntaron acerca de esto fueron los psicoanalistas, los psicólogos, los antropólogos, y sus respuestas no fueron las mismas.

5. Dogmatismo. El haber creado un sistema de lógica formal inmune a cualquier contradicción por parte de la realidad social permite la continuidad de la reproducción del modelo sin tener que dar cuenta de su funcionamiento. Suele pensarse que el dogmatismo y la ciencia no tienen feeling.

6. Naturalización. El instrumental de la economía neoclásica se presenta como correspondiente al máximo grado posible de desarrollo del saber técnico y aséptico. De haber sabido economía los griegos tendría que haber usado estos modelos. Las ciencias sociales han demostrado acabadamente que no es posible aceptar un planteo semejante, que lo que hoy es considerado natural mañana deja de serlo, que en todo aquello relativo a la interacción entre los hombres la inmensa mayoría de las ideas que se piensan como “naturales” son fruto de un cierto tiempo, una cierta cultura y una cierta estructura social entre otras cosas.

7. Empatía con los poderosos. El paradigma neoclásico tiene una evidente empatía con los poderosos y los ricos. Se presenta como un relato que justifica la desigualdad en la sociedad y legitima la existencia de riquezas que fueron obtenidas en la libre justa del mercado (también miserias obtenidas en la libre justa) y que tienen como función social no obstaculizar la consecución de los óptimos económicos. Cualquier intromisión sería perjudicial no sólo para la “naturaleza” de las cosas sino también para el crecimiento económico, es decir sería negativa para alcanzar “el máximo bienestar social posible”.

8. Resultados insatisfactorios. Pero si todo lo anterior no alcanzara, simplemente, las cosas no funcionan así. Los resultados son doblemente insatisfactorios: no explican lo que pasa y cuando el paradigma neoclásico fundamenta las decisiones tomadas, son malas decisiones. Especialmente conocido por los argentinos es el resultado nacional del recetario neoliberal y del “Consenso de Washington” que tienen en el modelo neoclásico su fuente de inspiración.

Como dijimos, no tenemos un modelo acabado para proponer el reemplazo, pero urge esclarecer sobre estos problemas e ir encontrando ideas, explicaciones alternativas, muchas de las cuales ya existen, que irán conformando un nuevo paradigma disciplinar. Ojalá sea más humano, ojalá produzca mejores resultados.

No debería subestimarse el poder performativo de los programas de estudio. Si un profesor dice a sus alumnos que las personas son egoístas es muy posible que los alumnos le crean y legitimen sus propias conductas egoístas. Si además refrendan eso en un manual de economía, mucho más todavía. Probablemente se reirán de quienes crean que las cosas pueden ser de otro modo. Esto, por supuesto, es una opción política y es lo que también hay que discutir.

*Este texto fue publicado en el Nº15 de Noticias Universitarias, revista de la Universidad Nacional de Cuyo en julio de 2011. Aparentemente han sacado la publicación de la red.

Imagen: De Conceptos.com


sábado, 8 de mayo de 2021

Contra la soberanía y la democracia

 


Por: Carlos Almenara

Las declaraciones de Patricia Bullrich el día 27 de abril acerca de que le “podríamos haber entregado Las Malvinas a Pfizer” es uno de esos hechos por los que uno dice “paremos el mundo”. Es absurdo que el orden de las cosas siga igual después de eso, aunque en realidad no debería sorprendernos.

 


El desprecio, la burla a millones de argentinos, a valores compartidos, a himnos cantados y actos realizados en los patios de las escuelas, el flagrante y descalificante agravio a la Constitución que debería inhabilitarla a la participación política, son parte de un pensar un sentir de la derecha que tiene tradición y novedad.

Por supuesto, el cipayismo, el ponerse al servicio del imperio colonial, está en el ADN de los sectores oligárquicos en Argentina. El desprecio por el pueblo, el desdén por el territorio, el favor al poder extranjero si es europeo o estadounidense, es tradición pura en la derecha.

Lo que dice Bullrich tiene todo ese acervo pero tiene también novedad. Es expresión cabal del macrismo en este sentido. El macrismo fue (es) la derecha tradicional pero también cosas nuevas, fue (es) la dictadura pero dicha de otra manera. Bullrich trae la novedad de la desfachatez y la locura.

En sintonía con el renacer de los fascismos, el macrismo hace estallar la lógica y los discursos. No hay deliberación posible porque no hay ninguna posibilidad de establecer la mínima comunidad idiomática y lógica. Emplearán todas las trapisondas imaginables para prostituir cada uno de los significados, sacarán de contexto, literalizalirán la metáfora, metaforizarán lo literal, invertirán los sentidos, pervertirán la historia.

Nadie duda (o nadie debería dudar) que el más puro pensamiento de la conducción macrista es entregar Malvinas. En la imagen vemos un reportaje realizado a Macri en 1997 en que ya sostenía que Las Malvinas serían un fuerte déficit.

 


Toda una vida sosteniendo lo mismo.

Pero no debería sorprendernos. En eso son pura tradición. Desde nuestra independencia, y antes, tuvimos una buena porción de clase dirigente, mayoritariamente porteña pero no únicamente, que estuvo dispuesta a servir al imperio británico. Tuvimos representantes de la oligarquía terrateniente que operaron para dividir en distintos países débiles lo que debió haber sido uno único y fuerte. Al menos Bolivia, Paraguay y Uruguay no debieron, por historia y geografía, ser países distintos de Argentina. La oligarquía porteña, con su puerto y sus contrabandistas millonarios y coimeros, no tuvieron ningún interés en construir un país. Ni en aquellos años ni ahora. En eso, el macrismo es pura tradición.

También hay novedad, dijimos. La desfachatez y el desquicio.

Bullrich cometió un error y se dio cuenta de inmediato en la entrevista. Efectivamente, su pensamiento y el de su fuerza política es radicalmente entreguista, ella cree en lo que dijo, su error es que el aprendizaje de esta derecha consiste en que jamás se debe plantear esas cuestiones en público. El macrismo reniega de una condición esencial de la democracia, la deliberación. Ellos no tienen nada que plantear ni nada que discutir. Cada palabra que digan en algún escenario público, ya sea canal de televisión, diario, radio, redes sociales, acto público, será un engaño, una trampa, una mentira. Sólo se la puede leer en clave de propaganda proselitista sin esperar encontrar ni una sola verdad. No estará allí ni su plan de gobierno, ni su cuerpo de ideas, ni sus diagnósticos. Nada de eso, ellos no tienen nada que discutir.

Durán Barba recomienda: “no expliques nada”


¿Cuál es su plan entonces? En eso son pura tradición, son la dictadura, pero saben que no deben decirlo. Ese no decirlo reniega de la discusión y en ese sentido ya no son como “La Nación”, de Mitre, “tribuna de doctrina” y, por otro lado, extreman los recursos para que ese debate no pueda producirse. Nos vuelven locos. Su discurso es un discurso de locos. Sin lógica, con significados invertidos. Allí la novedad del macrismo.

Esa tradición de desapego a la soberanía nacional no es solamente territorial. Horadar el imperio estatal sobre nuestro territorio se corresponde con la idea misma de Estado de este sector político. Y finalmente va contra el fundamento de legitimidad de toda soberanía: la soberanía popular.

Por eso las declaraciones de Bullrich deben asociarse a las de Marcelo Longobardi:


La democracia no es para Argentina, dice Longobardi. Es el pensamiento de siempre, con el que hicieron más de cinco golpes de estado, desaparecieron más de 30.000 argentinos, mataron, torturaron, robaron, secuestraron bebés. Las caras amables que intentan presentar de ellos las señales de televisión y radio no disimulan que son lo mismo.

Y hay que combatirlos como lo que son: fascistas golpistas. Nada que discutir, que por otro lado, como dijimos, no se puede. Contra ellos, combatir.

jueves, 1 de abril de 2021

Vacunatorio Vip: Sadismo de la ética de guerra

 


Por: Carlos Almenara 

Ilustración: Teke Della Pena

El hecho político reciente más nocivo a la imagen del presidente y del gobierno en general, indudablemente, fue el que se conoció como “vacunatorio vip”.

Se trató de unas 70 vacunas colocadas fuera de las prioridades definidas por indicación de autoridades del Ministerio de Salud.

No pretendo hacer aquí la genealogía del evento, solo diré, que cuando en Perú se produjo una crisis política por vacunados de privilegio era muy fácil pronosticar que en Argentina también pasaría. Sencillamente porque es virtualmente imposible que no haya algún enojo, algún motivo de reproche a cualquier método de asignación de recursos escasos. Y está claro que la oposición argentina no se privará de ningún recurso para debilitar y, eventualmente, derrocar al gobierno de Alberto Fernández.

La reacción del presidente fue categórica. Le pidió la renuncia a su ministro de salud en plena pandemia. Ginés González García es una especie de prócer viviente del sanitarismo. Ello no impidió que los medios opositores y los políticos opositores, que siguen el guion de esos medios, se hagan una fiesta hablando de un caso inaceptable de corrupción. El objeto de este texto es el grave daño al gobierno y por qué se produjo.

El hecho objetivo tiene menos relevancia e impacto sanitario que otros conocidos a posteriori. Veamos algunos:

- Larreta privatiza las vacunas. En lo que debió ser un escándalo atronador, se supo que Larreta y Quirós desvían decenas de miles de dosis de vacuna a obras sociales prepagas. Éstas las utilizan, incluso, como recurso publicitario.

https://www.telam.com.ar/notas/202102/545394-denuncian-rodriguez-larreta-quiros-privatizacion-vacunacion-ciudad.html

- En Jujuy “faltó que vacunaran hasta el perro” en las clínicas privadas confiesa muy suelto de cuerpo el gobernador Gerardo Morales.

https://www.elancasti.com.ar/nacionales/2021/2/24/gerardo-morales-reconocio-que-hay-vacunados-vip-en-jujuy-457853.html

- El ministro de Salud de Corrientes chocó su camioneta con 900 vacunas que se estaba ¿robando?

https://www.telam.com.ar/notas/202103/547820-juntos-por-el-cambio-en-corrientes-vacia-sesion-sobre-pedido-de-informes-por-vacunas.html

- En Mendoza, intendente radical macrista vacunado de privilegio.

https://www.argentinainformada.com/escandalo-en-mendoza-por-vacunados-vip/

- Vacunas que se pierden por errores en la conservación del gobierno macrista de Mendoza.

https://www.unidiversidad.com.ar/que-sucedera-con-las-vacunas-congeladas-por-error-en-las-heras

Cualquiera de estos hechos es, mirado con objetividad, más descalificante que el “vacunatorio vip”, tanto ética como sanitariamente. Ninguno de estos hechos (y muchos otros que se podrían considerar) produjo una crisis política en sus respectivos gobiernos. ¿Dónde está la diferencia?

La asignación del recurso

Vale la pena, primero, detenernos un minuto en el problema de cómo se distribuye la vacuna. Una de las escasísimas ocasiones en que se pudo escuchar al macrismo decir la verdad de lo que piensa fue cuando Bullrich, y luego otros de su laya, postularon que cada quien compre su vacuna, y quien no tenga dinero, bueno... veremos.

https://el-periodico.com.ar/contenido/120108/bullrich-pidio-la-compra-privada-de-vacunas-covid-pagarian-los-que-pueden-y-los-

Así, cruelmente planteada, es la sociedad que postulan. Si no hay plata, no hay salud. Y si la salud depende de la plata de cada uno ¿qué tiene que hacer el Estado allí metido? Que cada quien se consiga la vacuna como pueda. Lo paradójico es que en esa lógica, ellos estarían diciendo, de ser gobierno, como ya lo hicieron, “¿por qué me miran?”. Hagan un esfuerzo nos diría un Macri holográfico, es tarea de ustedes conseguir una vacuna. Pregunten en Mercado Libre. Y, como ya dijo, que se mueran los que se tengan que morir.

No hace falta imaginar, son Bolsonaro. 

En Argentina, hasta hoy, hemos podido sostener parámetros mínimos de no mercantilización de la vacuna. Frente al ataque civilizatorio de la derecha neofascista, una distribución basada en prioridades sanitarias supone la preservación de un umbral de estatalidad. Es esa estatalidad la acosada, precisamente, con argumentos esquizoides y falaces.

Muy bien, pero ¿cómo se distribuye la vacuna?

Da la impresión que el Ministerio de Ginés, con un asesoramiento científico y tecnológico adecuado, estableció prioridades. Todo en esta materia es opinable, en todo caso la razón de legitimidad argumental fue la expertise científico técnica. Las tesis válidas son las que aconseja la ciencia según criterios sanitaristas. Era claro que no se “venderían salvaciones”, el criterio que reemplazaría al mercado, es una materia que necesariamente debería  quedar abierta a advertir situaciones inesperadas.

Cuando jueces o fiscales judicializan el modo en que el Ministerio de Salud distribuyó la vacuna lo hacen sobre dos matrices: por un lado, la del lawfare, plenamente vigente, y, por otro, la de naturalizar la asignación por mecanismos de mercado y poner en la picota toda estatalidad que incorpore lógicas alternativas. Así, cualquier intervención estatal queda tutelada por un juez que hará una causa judicial o no según su criterio, interés o instrucción. Son jueces del lawfare y del neoliberalismo. Ninguna novedad.

Así, los criterios de cómo se armaría la fila fueron autoexigencias del Ministerio que, con pensamiento científico, está abierto a la rectificación de criterios siempre discutibles.

El traspié

Era inevitable que frente a un mecanismo de asignación no mercantil, en que el Ministerio establece un orden, una oposición mediática y política como la argentina encontraría artefactos para armar su escandalete. Es lo que hacen con cada uno de los elementos del debate público.

La cuarentena más larga del mundo, la infectadura, las marchas de “protesta”, la promoción televisiva para tomar lavandina más otras “medicinas milagrosas”, la vacuna que no sirve, los antivacunas, la “vacuna rusa”, la vacuna no tiene fase tres, la vacuna no tiene aval científico, el ANMAT es kirchnerista, en fin, el listado es solo ilustrativo de que el fascismo argentino ha elegido la estrategia del terrorismo. Hoy mismo predican que “la vacuna china no inmuniza” y, en una apuesta fuerte, que el gobierno “aumenta los contagios para justificar la suspensión de las PASO”.

Parecería que es imposible responder a esto.

Sin embargo se ha hecho. Y se ha hecho con éxito.

Cada vez que el presidente puso lo que tenía que poner sobre la mesa, cuando no les regaló legitimidad a quienes sabotearon las políticas sanitarias, cuando los enfrentó con enjundia o los despreció como se merecen, cada vez que eso ocurrió, salió triunfante.

Pero entonces... cuando le dijeron “vacunatorio vip”... les dio la razón. Y fue demoledor. No puede volver a ocurrir. La integridad del gobierno depende de ello.

Se trata de un estatus de legitimidad. Si lo que ellos dicen, aun en una cuestión nimia, puede acreditar verosimilitud, entonces todo su relato cobra asidero.

Esto no tiene nada que ver con la verdad. No se relaciona con la ética o tiene con ella una relación lateral: la derecha miente siempre.

Es una guerra. Y si el presidente, el general que eligió el pueblo para enfrentar a las corporaciones, dice que las corporaciones tienen (o tuvieron en un caso) razón, todo el edificio de la lucha se desmorona.

Tampoco es un problema de comunicación, es un problema político. ¿Nuestro general decide dar batalla? No es comunicacional. Y si da batalla ¿cómo va a darles la razón?

La figura es la del sádico.

Pretender la aprobación del sádico Magnetto solo deja espacio para un pueblo masoquista.

Eso pasó, explícita o implícitamente, con el episodio “vacunatorio vip”. “Tenemos que ser y parecer”, hasta ellos deberán “reconocer” fue la fundamentación subyacente del accionar gubernamental. 

El sádico siempre quiere más. Nunca se colma en su afán de afirmar su posición de daño. El problema es sistémico, se trata de roles, y si la autoridad política asume el rol complementario del sádico el pronóstico es nefasto. No hay “Héctor” que cambie las cosas.

Clarín Miente

Aun cuando una aseveración adopte ropajes de aparente verdad, hay que recordar la verdad ontológica previa: Clarín Miente.

Si nos olvidamos habrá otros “vacunatorios vip”. También habrá muchos más muertos por la pandemia e indecibles males para el pueblo.


miércoles, 10 de febrero de 2021

Las retenciones, la mesa y la renta

 


Por: Carlos Almenara
Mendoza, 10 de febrero de 2021

Se vuelve a hablar de retenciones a la exportación de granos y, dada la estructura económica argentina, salvo por hecatombes coloniales o regímenes macristas, que es decir cosas parecidas, necesariamente volvemos a discutir este instrumento difícilmente reemplazable.

Lo que llamamos “retenciones” son derechos que se pagan por la exportación de determinados productos. Suele ser disímil entre productos. Así, mientras hay ventas al exterior de productos que cobran reintegros y subsidios, otras pagan estos derechos.

En nuestra historia, la Aduana ha sido una institución primordial. Su manejo fue el origen de buena parte del conflicto de unitarios y federales; y la posibilidad de burlar sus normas, el contrabando, fue la actividad de mayor impacto económico en la Buenos Aires colonial.

Desde la organización nacional, el cobro de retenciones ha sido una fuente muy importante de financiamiento fiscal.

Entonces, primera razón para pensar en retenciones: allegan recursos al Estado, como cualquier impuesto.

Sin embargo, las retenciones a las exportaciones tienen particularidades muy especiales.

¿Qué exporta Argentina? Principalmente alimentos. Aquí radica el motivo de la actualización de la discusión. Si, por ejemplo, el maíz se exporta, ese maíz no está disponible para el consumo interno. El maíz es también alimento de pollos y cerdos y tiene incidencia en el costo de la carne.

Que se exporte no afecta solamente las cantidades sino también los precios. Los productores, acopiadores, cerealeras, frigoríficos, no tienen ningún inconveniente en vender su producto en Buenos Aires, Posadas, La Quiaca o Río Gallegos. Pero de ningún modo lo harán a un precio menor del que cobran si lo exportan.

Los últimos dos meses vemos una aceleración de la inflación impulsada por alimentos. Se da en paralelo al aumento del precio internacional de los granos y a la demanda récord de carne para exportación.

Acá aparecen las retenciones a las exportaciones como instrumento apto para evitar estas subas, para intervenir en el comercio internacional y en la “mesa de los argentinos”. Establecer retenciones adicionales a la exportación de maíz o gravar la exportación de carnes, por caso, inmediatamente produce una baja en los precios internos.

El principio sigue siendo el mismo, al productor le resulta indiferente vender a un supermercado de San Juan o a una cerealera que exporta a Lejano Oriente, siempre que el precio sea el mismo. Si ahora, lo que recibe de la exportadora disminuye, disminuye lo que pretende cobrar al supermercado sanjuanino.

Segunda razón para cobrar retenciones a las exportaciones: bajan los precios de la comida en Argentina. No parece necesario argumentar que esto es muy importante en nuestro país, empobrecido y hambreado.

El argumento vale para cualquier uso alternativo del suelo de la pampa húmeda. ¿Qué nos afecta a nosotros el altísimo precio de la soja si (casi) no comemos soja? Nos afecta en que en lugar de producir trigo, por ejemplo, los campos producirán soja, habrá menos trigo, tanto menos hasta que su rentabilidad se aproxime a la del campo de soja. El precio del trigo aumentará, entonces, de modo proporcional al aumento del precio de la soja. La retención a la soja nos baja el precio del pan.

Lo que conseguimos aquí es separar la cotización internacional de los granos de los precios internos.

¿De qué otro modo podríamos conseguir el objetivo de separar el precio internacional del interno en alimentos?

En los años ’30 del SXX se constituyó una “Junta Reguladora de Granos” con funciones relativamente limitadas. Durante el primer y segundo gobiernos de Juan Domingo Perón el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) centralizó todo el comercio exterior. Estableció precios sustentables para los productores y para los consumidores argentinos.


Otro mecanismo podría ser establecer distintos tipos de cambio, por ejemplo, uno comercial, otro financiero, otro turismo. Claro que aquí no sería posible discriminar entre productos con muy diferentes estructuras de costos y competitividad internacional.

Y aquí nos acercamos a los planteos de uno de los más lúcidos intelectuales argentinos, Aldo Ferrer. Lamentablemente se nos fue en 2016, quizás con pocas ganas de ver lo que se venía. Lo dejó por escrito. En sus últimas intervenciones públicas le pedía a Macri que no searrodille ante los buitres. Pobre ángel.

Ferrer pasó parte importante de su tiempo los últimos años de su vida intentando hacernos comprender que las retenciones a las exportaciones de granos no eran, principalmente, un problema “de apropiación de renta”. Lo que allí se definía no era fundamentalmente cuánto recaudaría el Estado, antes y más importante que eso, cuando se discutían las retenciones se decidía QUÉ PRODUCIRÁ Argentina.

Soñaba un país con “densidad nacional” basado en una estructura productiva diversificada. Y para que hubiera diversidad debían ser rentables las distintas actividades que se realizaban. Y para ello, los sectores que tienen ventajas comparativas deben tener un tratamiento distinto de aquellos en los que esa ventaja hay que crearla. Las retenciones son una herramienta ideal para esto.

Veamos.

¿Se puede producir soja? Por supuesto. Con un dólar de $20 seguiría siendo rentable porque la feracidad de la pampa húmeda es única en el mundo. Entonces se puede producir muy rentablemente soja con un dólar a $ 87,25 y pagar una retención del 50, del 60% y aun así ganar plata. Buena plata.

¿Se puede fabricar acoplados y semirremolques con un dólar a $87,25 o serán más baratos los acoplados y semirremolques importados de Brasil u otros orígenes? Y, allí hay que ver. Si no hay regulación del comercio exterior, Argentina no podrá fabricar acoplados porque será más barato importarlos. Si llegaramos a conseguir exportar remolques, que es vender trabajo argentino al exterior, de ningún modo tendríamos que ponerle retenciones.

Ferrer quería que produzcamos soja (industrializada lo máximo posible) pero también que nuestra industria metalúrgica haga remolques (uso este caso como ejemplo aleatorio de la diversidad productiva). Es más, una de las propuestas de Ferrer AAM (Antes del Apocalipsis Macri) era desarrollar una fábrica estatal de autos, como punta de lanza de desarrollos tecnológicos en áreas diversas, un auto íntegramente argentino (eventualmente, íntegramente Mercosur).

Aquí hay una tercera razón para poner retenciones: construir una Argentina con una industria posible, con diversidad productiva, en que todas las actividades sean razonablemente rentables.

¿Queremos una Argentina pastoril y colonial, con una producción primarizada extractivista o queremos, además de lo que nos ofrecen nuestras ventajas comparativas, una industria pujante, con tecnología vernácula?

Por supuesto, toda esta discusión se da en un marco político en que lo que se juega es también quién manda, y los sectores del privilegio no se resignan al poder democrático.

domingo, 17 de enero de 2021

El problema hermenéutico de los presos políticos

 

Por: Carlos Almenara

Mendoza, 15 de enero de 2021

 

La historia es bien conocida. En cada país con singularidades, especificidades, el mecanismo llamado “lawfare” ha sido utilizado por Estados Unidos y oligarquías locales para horadar, derrocar o evitar el ascenso de partidos o líderes populares. El sistema consiste en el uso de los grandes medios de comunicación social para instalar discursivamente una defección, normalmente un acto de corrupción de algún dirigente que quieren descalificar, luego jueces o diputados la toman como cierta y avanzan en la demolición. La clave es que, en cada caso, buscan un cambio de régimen; el resultante siempre se alinea incondicionalmente con Estados Unidos. Temer puede haber sido el vicepresidente de Dilma Rousseff pero el golpe implicó un realineamiento geopolítico de Brasil.

En los tiempos más recientes el ciclo comenzó en Honduras con el golpe a Manuel Zelaya, más parecido a los tradicionales pero con intervención de los medios y el Parlamento, luego siguió reiteradamente por Bolivia, Paraguay, Brasil, Ecuador, Argentina. Venezuela, recibió de estos, de los otros y de todo lo que pudieron tirarle.

Esta interpretación tiene un abismo de distancia con los promotores de la persecución política, esos que pusieron todo su esfuerzo en legitimar argumentalmente sus imposiciones y no están dispuestos a regalar así como así semejante tarea.

¿Pasó antes esto?

¿Qué es esto? Esto es la imposición de un relato ilegítimo e ilegal que debe reencausarse en algún régimen de legitimidad y legalidad.

Sí, pasó. Pasó a la salida de las dictaduras setentistas, en los ochenta del siglo pasado.

¿Cómo se resolvió?

Algunos países aplicaron regímenes más o menos ambiguos de amnistías. Argentina tuvo idas y vueltas, finalmente consolidó un inconcluso camino virtuoso en ambos términos, legitimidad y legalidad.

Para poder avanzar lo que se avanzó en Argentina hubo que caracterizar el régimen como ilegítimo y genocida, determinar la imprescriptibilidad de sus crímenes y aun así la totalidad de los empresarios que participaron del mismo quedaron impunes. Ni hablar de que nunca pagaron con el patrimonio que recibieron fruto de los actos de aquellos gobiernos. Patrimonio que condicionó y condiciona la etapa democrática.

Eso mismo está en juego ahora. Quizá con peor pronóstico, depende de nosotros.

Cuando Alberto Fernández dice “no hay presos políticos sino detenidos arbitrarios” da una respuesta política que excede largamente la injusta cárcel de Milagro, Luis D’Elía, Amado Boudou y tantos más. Da una respuesta al abismo de legalidad y legitimidad que fractura a la sociedad argentina.

Podemos tomar miles de casos, quizás decenas de miles. Cualquiera. Nisman, por ejemplo. No hay diferencias de criterio. Quien dé por válida la versión del macrismo y Clarín del comando iraní venezolano entrenado en Cuba que “mató” a Nisman no está dando una interpretación de los hechos. Es otra cosa. Es asumir que frente al enemigo todo vale para enfrentarlo, para encarcelarlo, para torturarlo o matarlo como también hicieron durante el gobierno de Macri. No es necesario respetar el debido proceso ni siquiera es menester cumplir cánones de lógica y falsación.

Pongamos el caso Gils Carbó. ¿Cómo vamos a describir las amenazas que recibió su hija a partir de que Clarín publicó su teléfono? Ese hecho precipitó su renuncia. Los cientos de titulares, miles de notas de radio y televisión hostigando a la procuradora de la Nación...

Pongamos el caso del secuestro del senador Pais por parte de Lorenzetti para poder echar al juez Freiler con una mayoría ocasional (fruto del secuestro) en el Consejo de la Magistratura.

Allí, en todos estos casos, participan medios, periodistas, embajadas, empresarios, jueces, fiscales y políticos. Todos complotados en términos ilegales e ilegítimos.

El problema es la adscripción a uno de los sistemas hermenéuticos. Se puede hacer profesión de fe por Magnetto y eso es validar la idiotización y esclavización del género humano; o se lo puede combatir.

No hay ninguna “ancha avenida del medio”. No la hay por razones paradigmáticas, sistémicas. No depende de la “buena voluntad” de los actores.

Entonces, la salida elegante de los “detenidos arbitrarios” es decepcionante porque no tiene solución. Pero también es insostenible porque la dinámica de la situación requiere la confrontación hermenéutica. Uno de los dos regímenes de verdad se impondrá. Otra vez, no depende del pacifismo de los enunciadores.

Ni en Argentina, que fue el país que más justicia hizo con su dictadura, pudimos horadar el sistema de la dictadura. Seguramente ahora pasará lo mismo. Pero será imposible cualquier régimen legal y legítimo con hechos aberrantes a la luz pública, hechos como que el periodista Daniel Santoro extorsione, por Clarín, a empresarios para sobornarlos, hechos como que Majul soborne con un ministro nacional a testigos de causas importantes, y decenas más.

Es el mismo combate hermenéutico que explica que más allá de toda propedéutica periodística, de cualquier mínimo rasero de respeto, de todo compromiso con una ética de la comunicación social, una pluma de Clarín entreviste al presidente y escriba una crónica de sus propias impresiones.

Es que Clarín hace años tiene claro que está en guerra contra el pueblo argentino. Como siempre la pregunta refiere a qué hacemos nosotros al respecto.


jueves, 7 de enero de 2021

ESPARTA

 

Esparta. Dirección: Egor Baranov. Guión: Ilya Tilkin. Sreda Producciones. Rusia, 2018.

Por Carlos Almenara. Mendoza, 08/01/2021

San Petersburgo, Rusia. Un colegio secundario, aparentemente privado, con alumnos de distintas clases sociales, también populares. Una mujer cae de una ventana de lo que podría ser un segundo o tercer piso. Muere. Es profesora.

Se abren todas las posibilidades del policial. Igor Kryukov (Artem Tkachenko) deberá resolver el caso. ¿Fue un suicidio? Todo parece señalarlo. El colegio, sus jefes en la policía y otros poderosos locales quieren un rápido cierre. Suicidio.

Kryukov (Artem Tkachenko)

En uno de los saltos temporales, que constituyen uno de los pocos puntos flacos de la trama, nos enteraremos que la búsqueda de Kryukov es también un exorcismo de sus propios fantasmas. Su esposa se suicidó en un incierto pasado próximo tirándose al vacío. Un caso, en apariencia, idéntico al de Anastasia Istomina. Kryukov tuvo un ACV que dejó una leve secuela pero amenaza repetirse.

Las pesquisas del investigador muestran que el curso del “undécimo” del colegio es una especie de cofradía que esconde misterios y un funcionamiento muy especial. A la vez que destacados estudiantes, “los mejores del distrito”, su comportamiento cómplice permite adivinar secretos compartidos.

Esparta, Sparta o S’parta es un juego de “realidad virtual” en etapa de desarrollo. Los especialistas de marketing de la compañía decidieron implementar una metodología de investigación audaz. Para el desarrollo de los atributos más atrapantes del videojuego realizarían un estudio etnográfico participante con adolescentes. Efectivamente, con acuerdo del director, el undécimo será el curso que como “Informática” participará del experimento que se completa con un “infiltrado” en el curso.

¿Dentro o fuera del juego?

Esparta nos asigna un avatar, que somos nosotros mismos. Allí podemos hacer cualquier cosa, dar rienda suelta a cualquiera de nuestros deseos ocultos. Podrá ser moler a palos a un padre molesto, hacer striptease ante miradas deseantes o saltar de un piso alto de un edificio, según los estados de ánimo de los adolescentes. Aunque desconocemos detalles de la lógica del juego sabemos que es inmensamente adictivo y que no es anárquico, se rige por una estructura de reglas y poder que encumbra a un líder. ¿Cuando pegamos con bate estamos dentro o fuera del juego?

Mikhail Barskovskiy (Alexander Petrov)

Sumergirse en la realidad virtual puede producir cambios en la personalidad, como explica Misha, líder de la división, para dar cuenta de cómo Shorina, que antes soportaba abusos sin poder hablar, ahora es capaz de... de...

Los estudiantes son destacados y disciplinados. Su lider, Mikhail, ordena las prioridades, diseña los planes, convoca a las reuniones, socializa las reglas. Un órgano aceitado al que nada puede detener, al que nadie puede oponerse o será devorado. Un comando que tendrá estrategia contra todo enemigo real o potencial.

El discurso que al que nadie tiene derecho

“La humanidad está enferma. Ha acumulado una carga genética. Es como una pila de basura de mutaciones dañinas, anomalías genéticas y enfermedades. Provocó un incremento irreversible del número de discapacitados y miembros inútiles de la sociedad. Muchas veces, las mejores mentes de la humanidad han sugerido métodos curativos para deshacerse de esta carga. Pero cada vez, la gente que se cree humanista arruinó esta selección natural esencial. La carga aumenta. La medicina ayuda a quienes deberían morir y salva a los que por defectos genéticos, no deberían haber nacido. Pero en los inicios de la humanidad las naciones más fuertes emergieron en lugares donde prevalecían leyes naturales duras y a veces crueles, pero justas. Por ejemplo, Esparta. Allí, se tiraba al abismo a los bebés deficientes. Esparta sigue siendo un ejemplo de una sociedad justa, fuerte e invencible.

Platón decía que los bebés deficientes o los que eran hijos de padres deficientes no merecían crecer. Y no se debería tratar médicamente a los deficientes. Lo dijo en La República.

En 1920, el primo de Charles Darwin, llamó a estas creencias “eugenesia”. En resumen, dice que deberíamos ejecutar a los discapacitados.

Creo que la gente que no merece vivir debería ser ejecutada. Por ejemplo, la gente que nace con deficiencias o enfermedades, como parálisis cerebral, son inútiles para la sociedad. Gastamos demasiado dinero salvándolos.”

¿Qué hacemos con esto?

¿Y si una estrategia nazi puede ser llevada a cabo para formatear la cabeza, los juegos, el modelo de sociedad, de millones de adolescentes que se ponen un casco y viven un mundo que no pueden separar claramente del real?

¿Y si, por complicidades del poder real, por errores, por falencias, por cobardías, fuera imposible hacer justicia?

¿Si los crímenes del nazismo quedan impunes?

No es una abstracción. No es un punto en el pasado. El presente nos desafía con un resurgir neonazi a través de estrategias propagandísticas goebbelianas en personajes de la calaña de Trump, Bolsonaro o Macri.

¿Y, entonces, qué hacemos?

¿Tiene Rusia algo para decirnos? Ya lo hizo, cuando era la URSS en la “Gran Guerra Patria”. La tierra de los inviernos crueles y redentores. De los soviets y los obreros revolucionarios. Ya venció a Hitler.

¿Tiene Kryukov una respuesta posible? ¿Puede un agente discapacitado, golpeado por vida y por el poder, decirnos cómo enfrentar el influjo nazi?

El Episodio 8 de Esparta reabre una discusión que ya fue abierta muchas veces.

P.D.: ¿Cómo se dice actriz y cantante famosa, ídola de las adolescentes en ruso? Natalia Oreiro.