sábado, 13 de junio de 2020

Seamos Venezuela


Por Carlos Almenara

Con su infrecuente sensibilidad, Dady Brieva se instaló en la agenda mediática a fines de mayo con su “seamos Venezuela”.

Interesa analizar este caso porque proporciona un ejemplo típico de cómo los medios hegemónicos cometen fraude comunicacional, estafan.

Veamos qué decía Dady:



Este es el literal de la columna:

“Cuando volvimos creí que no iban a estar más los que estaban, creí que se iba a investigar, creí que... no sé, me dio ilusión eso. Yo sé que no es fácil, pero tampoco me quiero quedar con que no es fácil. Porque tengo la sensación que si no investigamos, no juzgamos, no encarcelamos, no intervenimos a evasores, medios, jugadores, comunicadores, justicia, entidades financieras... fuimos. Y me parece que hoy se armó una movida interesante en las redes: “#EsAhoraAlberto”. Y yo te digo, Alberto, que seguramente no me estás escuchando porque escuchás otra radio,

-Vos fuiste elegido, amigo, vos fuiste elegido y vos sos el responsable. Sé que estás haciendo muchas cosas y que todos los dirigentes están haciendo muchas cosas, pero no se puede más. Stornelli sigue trabajando, los tipos se van, ¿hay posibilidades de investigarlo, no hay posibilidades de investigarlo? Los periodistas siguen hablando como si nada ocurriera, tiran piedras, tiran piedras, tiran piedras.

La verdad que me siento un estúpido diciéndoles todos los días. ¿Y saben lo que me pasa? No se los quiero decir así, porque digo –la puta, al final estamos envenenando al oyente, porque vos se lo decís a la mañana, se lo decís a la tarde, se lo decís a la noche... y yo soy un Midachi, yo los quiero hacer cagar de risa, entretener, boludear, hablar del peronismo de antes, con una sonrisa, emocionado.

Pero llegó un momento donde hagamos lo que hagamos siempre vamos a ser Venezuela, los cubanos, el comunismo, el populismo, y todos esos neologismos que inventaron ellos y con los que nos definen, que para mí no son nada. Y, la verdad, que si ya vamos a terminar así, si tarde o temprano vamos a ser Venezuela, seamos Venezuela ahora, loco. Seamos Venezuela ahora, punto, ya está.

Tarde o temprano viene la palabra mágica: ¿qué hacemos con esto? Y sí, va llegando la palabra mágica. Ellos siguen tirando piedras, salen a las calles y no interviene la autoridad y se van y vienen y los fiscales siguen como si nada hubiese pasado y los periodistas siguen como si nada hubiese pasado. La verdad, necesitamos urgente regular qué es lo que se dice como pasó en Estados Unidos con las Torres Gemelas. No se podía pasar ningún cuerpo, no se podía mostrar imágenes. Tenemos que regular esto.

Sí o sí vamos a ser Venezuela, sí o sí vamos a ser populismo, así que empecemos ahora muchachos y terminemos con esta agónica espera.

Veámoslo

No hace falta demasiado. Se entiende qué dijo Dady.
Que los medios hegemónicos dirán que el gobierno de Alberto es Venezuela haga lo haga. Sea moderado o radical. Que tergiversarán lo que él mismo dice.
Y así fue.

¿Qué dijo Clarín? (y su banda)


Clarín lo tradujo como el pedido de Dady de que seamos Venezuela.

¿No sabe Clarín lo que dijo Brieva?

Por supuesto que sí. Entienden el idioma español, cuando quieren diferencian qué es metafórico y qué es literal pero tienen mala fe.

Y con mala fe es imposible la comunicación.

La palabra “comunicación” proviene del latín “communis”, lo que tenemos en común. Supone que compartimos el idioma, los significados, los sentidos de las frases. Aunque tengamos ideologías radicalmente diferentes, podemos polemizar, debatir. Occidente estructuró su conocimiento a partir de la mayéutica socrática. Desde la Grecia clásica, el diálogo, el debate supuso esa mínima buena fe. Mi palabra la entenderás en el sentido que tiene, no la pervertirás.

Nada de eso es posible con Clarín y su prole. Porque con Clarín no hay un discusión, con Clarín, la gente de bien de Argentina tiene una guerra.

Como Dady es cuidadoso, no quiso continuar una discusión que nunca podía ser tal y lo resolvió con humor.




sábado, 4 de abril de 2020

Las mascarillas del sistema



Por Carlos Almenara*

El presente, dramático, doloroso por las consecuencias sanitarias de la pandemia, es, desde el punto de vista analítico, apasionante para desentrañar algunos dilemas conceptuales que están siendo puestos a prueba.

Son muchos, uno de ellos, el método de asignación de recursos capitalista, de libre empresa.

Si se abre en sus primeras páginas un manual de economía, de los canónicos, es posible que se encuentre para “economía”, una definición tal como: “la Economía estudia cómo las sociedades administran los recursos escasos para producir bienes y servicios, distribuirlos entre los distintos individuos[i].

La ortodoxia económica tiene una respuesta estándar para ese “cómo las sociedades administran” desde finales del S XIX y principios del S XX: la maximización de la utilidad de los agentes llevará al uso óptimo de los recursos escasos. Es una versión aderezada con dibujos de símbolos matemáticos de lo que Adam Smith llamó la “mano invisible”.

Veamos qué nos dice la pandemia.

En los países capitalistas del primer mundo no hay mascarillas ni respiradores. En el nuestro no hay alcohol en gel, y estamos lejos de ser de lo peor de la región.

No hace falta explayarnos, los relatos que llegan de Italia y España son aterradores, inconcebibles para países que estimábamos con instituciones capaces de responder a desafíos. Cientos de muertos por falta de respiradores.

Estados Unidos, otro tanto. Las declaraciones de Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, relatando el modo en que debe competir como en una subasta con otros gobernadores por comprar respiradores[ii], deberían quedar registradas en todas las academias de Ciencias Sociales. Cuomo le dice a Trump, “compre ud. toda la producción y luego distribúyala, no deje que los gobernadores pujen por ella, confísquela si es necesario”.

Las economías capitalistas más sofisticadas no pueden abastecer mascarillas y respiradores.

Pueden fabricar automóviles sofisticados pero no mascarillas.

Toda la economía ortodoxa se enfrenta a una desmentida desde sus pilares. El mecanismo de asignación de recursos que pregona la ideología de la libre empresa fracasó de modo categórico y tenebroso.

En Oriente, a la inversa, no faltaron mascarillas ni respiradores, al menos en magnitudes comparables. No es solo el caso de China y su conocido hospital construido en 10 días sino también de países vecinos, como Corea del Sur o Japón.

Claro que allí, la asignación de recursos críticos no quedó en manos de empresas. Fue el Estado quien realizó una planificación exhaustiva.

Algunas de las noticias de estos días incluyen que Israel puso al Mossad, su conocidísima agencia de inteligencia, famosa por sus acciones clandestinas, a conseguir mascarillas y respiradores. Que un gobernador francés se quejó amargamente ante cronistas de prensa diciendo que cuando estaban subiendo al barco el contenedor de barbijos, que ya habían pagado y le remitían desde China, llegó un negociador estadounidense que compró en el puerto el contenedor completo y desvió su destino.

En los hechos, cuando las papas queman, el poder soberano de los Estados ha podido más que la idea boba de globalización sin barreras.

Seguramente esta será una de las claves principales del mundo post pandemia. Y ojalá sirva para descartar los postulados de la economía ortodoxa, en palabras del recientemente fallecido Mario Bunge, la más peligrosa de la pseudociencias, la responsable de muerte y padecimientos de cientos de millones de seres humanos.



[i] Mochón, F. y Beker, V; Economía. Principios y aplicaciones. 4ta ed. Mc Graw-Hill, México, 2008.
*periodista y docente. Autor de “El Faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín”.

martes, 24 de marzo de 2020

Memoria en el presente*




Por: Carlos Almenara

Otro 24 de marzo. Recordamos la tragedia vivida por el país con su saldo de 30.000 detenidos desaparecidos, robo de bebés, secuestros, torturas, censura, robo de bienes, saqueo del país, implantación de un plan económico que enriqueció a una minoría y empobreció a las mayorías. Recordamos que con la dictadura la riqueza cambió de manos, que la mayoría de los jueces de entonces fueron cómplices y los medios hegemónicos copartícipes. Que el horror se planificó y ejecutó desde el Estado.

En fin, una descripción que se repite cada año para esta fecha. ¿Qué tiene de particular el 2020?

Éste es el primer año después de Macri. ¿Qué tendría eso de particular?

Ese es el análisis que considero prioritario. No es unívoco.

Buena parte del discurso público se orienta a incluir al de Macri entre los gobiernos de la etapa democrática. Con evaluaciones positivas o negativas. Los unos se identificarán sin más, si uno rasca un poquito ratifica la tesis de esta nota, pero en general no se rasca. Los otros dirán que fue un gobierno liberal o neoliberal, más o menos desastroso, pero siempre en los cánones de la era inaugurada en 1983.

Yo soy muy de otra opinión.

Creo que el de Macri fue un gobierno terrorista de estado que clausuró el ciclo democrático posdictadura y nos metió en otra etapa. Aún no tenemos claro cómo definirla, pero es otra cosa.

Macri trajo a estos tiempos lo mismo que la dictadura.

No hace falta decir lo obvio. No desconozco que Macri no dejó 30.000 detenidos desaparecidos. Como no desconozco que el plan económico fue casi el mismo, que el saqueo fue muy parecido, que fueron tan ladrones unos como otros, que tuvieron a los mismos medios participando.

Hay diferencias. La dictadura debía realizar sus torturas y secuestros de modo clandestino. Macri los hizo con gran despliegue propagandístico televisivo. Básicamente el mismo objetivo. La dictadura mandaba un grupo de tareas a secuestrar un opositor. Macri ponía un “periodista” a calumniar a alguien, usaba un juez y policía para detenerlo y los medios hacían propaganda de que el gobierno combatía la corrupción. En ambos casos un opositor secuestrado, con ventaja para Macri.

Creo que no hace falta volver a argumentar que no existió ninguna de las garantías que prevé la Constitución para los enemigos políticos de Macri. Creo que es evidente que en ese plan sistemático participaron Clarín, La Nación y otros medios.

La causa por secuestros y extorsiones de la banda liderada por Marcelo D’Alessio y Daniel Santoro muestra claramente cómo actuó el terrorismo estatal en la época de Macri. Pero hay decenas de grupos de tareas similares.

El espionaje a Cristina muestra incontrastable que fue un plan sistemático del que participó la ex SIDE, jueces pero también periodistas como Luis Majul y medios como América y Clarín.

Lo que en la dictadura fue la “Oficina de lectura previa”, que duró de marzo a abril de 1976 porque Videla se dio cuenta que teniendo a La Nación, Clarín y otros semejantes era innecesaria una oficina de censura, con Macri fue un “ahora empieza la guerra” de su operador “Pepín” Rodríguez Simón a los dueños de C5N o Macri diciendo en un reportaje que los jueces no hicieron lo que “habíamos acordado”.

Esto es lo que tenemos que aclarar: Macri no fue un presidente democrático, Macri fue la actualización de la dictadura.

Tampoco hace falta una disquisición sociológica profunda. Quien quiera ver lo que escriben en redes sociales, concluirá rápidamente que los seguidores de Macri apoyan la dictadura. Aún hoy. No lo esconden. Para ellos es fácil ver que Macri es la dictadura.

Terminemos con las simulaciones. Macri y su gobierno fueron ajenos a la democracia.

La democracia posdictadura pudo salir sin pactar con los golpistas. Básicamente por la derrota en Malvinas. Eso hizo posible juzgarlos y edificar la política de Derechos Humanos que nos enorgullece cada 24 de marzo.

La salida del terrorismo de estado macrista parece más difícil. Conservan mucho poder. Y, aunque tuvieron su derrota, el default de la deuda, sus consecuencias no llegaron a sentirse cabalmente con ellos en el gobierno.

Esta vez parece que será más arduo llegar a juzgar a los que mataron, torturaron, censuraron, calumniaron, encarcelaron, robaron.

Que sea más difícil no cambia los hechos. Memoria, Verdad, Justicia.

Mendoza, 24/03/2020


*Imagen manipulada.


viernes, 13 de marzo de 2020

¿Puedes vivir con eso?



Por: Carlos Almenara*

Tú sabes qué pasó. La pregunta es, ¿puedes vivir con eso?
Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) en Better call Saul

¿Qué nos pasó?

La especificidad de los cuatro años macristas, para llamarlos de algún modo, está en discusión. ¿Qué pasó?

Una parte de lo que pasó queda reflejada en números incontrastables, más allá de las chicanas acerca del INDEC (que, hay que recordar, Macri realizó la proeza de cerrarlo por 6 meses, caso único en su historia), el registro queda documentado de modo irrebatible.

Macri nos deja una economía más de 4% más chica, si tomamos el PBI per cápita la caída porcentual se duplica, si consideramos los ingresos de los argentinos medidos en dólares la caída es atroz, lo mismo si se compara 2015 con 2019 en cuanto a los ingresos, salarios medios y mínimos con los países de la región. Todo esto a la vez que Argentina tomaba deuda externa a un ritmo inédito, más de U$S 104.000 Millones de deuda nueva de Macri.

Eso se conoce, o se podría conocer por parte de quien quisiera, de modo más o menos irrefutable.

Que no hicieron un solo hospital, que eliminaron vacunas del calendario, que dejaron vencer lotes de vacunas habiendo gente sin vacunar, que trajeron enfermedades decimonónicas como sífilis, sarampión o tuberculosis.

Que eliminaron la paritaria nacional docente y redujeron el presupuesto educativo. No construyeron una sola escuela. Dijeron que eliminaban el Fútbol para Todos (burlando una promesa de campaña) para construir salas de Jardín pero... pasaron cosas.

En cada área de gobierno puede encontrarse datos que compiten con los precedentes y su compilación no es el objeto de estas líneas.

Entonces, ¿podemos decir que el de Macri fue un mal gobierno?

No cabe duda alguna. No alcanza con esa caracterización. Seguramente ha sido el peor gobierno de la historia argentina.

Y sin embargo no quedamos satisfechos con esa definición. Falta algo.

Podemos decir que fue un gobierno que mintió. Que mintió mucho. Recién mencioné el Futbol para Todos, podría nombrar miles de puntos en que se verifican sus mentiras. Pero no alcanza con decir que son mentirosos porque no es exactamente la enunciación de una falsedad lo que caracterizó al macrismo. Es la estafa.

Cada cosa que dijeron fue una estafa. Algunas veces no podía reputarse con una mentira literal, pero siempre fue un engaño. No dijeron una palabra que no fuera un engaño.

Eso acerca más a una caracterización satisfactoria. Cada enunciación es una puesta en acto de un timo, la manipulación de un estafador con un plan inconfesable que solo puede trabajar sobre la confusión, sobre el fracaso de la comunicación, sobre el malentendido, porque de otro modo el rostro siniestro de quien quiere nuestra muerte como personas y como país se hace intolerable.

Dijo “querido rey” por cortesía. Se equivocó al persignarse, no es un ritual mafioso. Quedó como un rastrero con Theresa May porque hay que relacionarse con el mundo, para nada regalarle la soberanía de las Islas. Habla de “trabajo de calidad” porque quiere a los argentinos en blanco no porque se convierta en fiscal de la maximización de la plusvalía a costo de nuestra esclavitud a un patrón obsceno. Prometió pobreza cero porque intenta superarla, no porque quiera matar a los pobres o esconderlos. Miles. Cada vez. La voz del estafador. Intolerable.

Eso nos pone más cerca de una caracterización de lo específico del macrismo.

Pero no alcanza.

Hay algo más, algo se nos escapa para dar en la tecla.

Se trata del goce nazi

Él lo dijo. Aunque no hayan sido ésas exactamente sus palabras, todos lo entendimos. Bueno, no todos. Algunos no lo entendieron o jugaron a que no lo entendían, mayormente cobrando dietas de legislador y hablando de alternancia democrática. Pero él lo dijo: “vamos a matarlos”. Su 41% lo creyó hasta el último día. Será la solución final: muerte simbólica o física o carcel o tortura o humilllación. No joden más. Hoy sus criminales con pantalla como Baby Etchecopar lo dicen sin pelos en la lengua.

Aquí aparece claramente la incorrección del grito popular “Macri basura vos sos la dictadura”. No, Macri no es la dictadura, es mucho peor. Más profesional. Con un plan plausible de exterminio simbólico definitivo.

La dictadura no se animó a muchas de las cosas que hizo Macri. La dictadura necesitaba la clandestinidad, debían ocultarse los “grupos de tareas”, si algo se filtraba serían grupos civiles, de máxima, “excesos”. Macri no oculta nada, al contrario, “vamos a matarlos, elíjanme a mí para hacerlo”. Difundan, difundan. No habrá derechos. Irán en cana. Y si los jueces no hacen lo que hemos decidido pondremos otros jueces.

Lo que Cristina llama lawfare yo lo remito al clásico y conocido terrorismo de estado. Una categorización que entiendo mucho más ajustada. Un tipo que abre posibilidades de justicia hoy remisas. El hecho que no tengamos 30.000 detenidos desaparecidos en estos cuatro años de lo que nos habla es de que utilizaron nuevos métodos y hasta dónde fueron menester.

¿Puedes vivir con eso?

El daño está hecho, mas, ¿qué suerte de oración me serviría? ¿”Perdona mi inmundo asesinato”? Imposible, pues gozo aún de los frutos por los que cometí el asesinato: la corona, la reina, mi ambición. ¿Nos pueden perdonar sin quitarnos el provecho?
Shakespeare, William; Hamlet, alocución del Rey Claudio.

La especificidad propia del macrismo fue la construcción de un proyecto de exterminio que hay que reconstruir como rastro histórico, pero que se presenta a sí mismo como uno de los ciclos de la democracia.

Que esta visión sea minoritaria, que haya que gritarla para sacudir de la modorra a propios y extraños muestra que ellos siguen triunfando.

El ejemplo es claro. Lo dan las Madres de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura. Los desafíos son análogos a los que enfrentaron ellas. Desde ya, ellas sufrieron una violencia física incomparablemente mayor, estaba relativamente clara la inenarrable brutalidad de los responsables. Pero hemos aprendido que no solo son los hechos. Si así fuera, no habría Macri. Son las interpretaciones, y las Madres, con los Organismos de Derechos Humanos, pudieron establecer como verdad jurídica que hubo terrorismo de estado. Es decir, que no hubo “dos demonios”, que no hubo violencia generalizada, hubo un plan sistemático de secuestros, desapariciones, asesinatos, robos de bebés al servicio de un proyecto político. No fue natural, hubo que establecerlo, militarlo. Países vecinos con historias no tan distintas de la Argentina no lograron establecer esta verdad ni a nivel jurídico ni social.

Urge hacer esto ahora. Demostrar que fue un plan sistemático que utilizó los recursos estatales en confabulación con bandas paraestatales para fines delictivos. Es decir, oportunamente, cuando no quede más opción que juzgarlo, la millonaria extorsión del periodista Daniel Santoro (junto a D’Alessio) al empresario neuquino Mario Cifuentes en “Animales Sueltos” no puede ser sólo una extorsión sino que debe ser parte del plan sistemático. De ese plan participaron La Nación, Clarín, Majul, Lanata, Wiñazki, Alconada Mon, Leuco, entre decenas de terroristas paraestatales.

Eso pasó. Que sea horrible no quiere decir que no pasó. Que no lo digamos no hace que no haya pasado.

Mientras tanto, mientras se construye esta conciencia histórica hay que recordar al Rey Claudio en la cita que encabeza el subtítulo. Hay Macri porque hubo un Videla que construyó a papá Franco. Hay Macri porque hubo un Videla que le dio Papel Prensa de la mesa de torturas a Magnetto y La Nación. Hay Macri porque hubo un Galtieri que ayudó a Magnetto a dar el golpe en Clarín para encubrir sus tropelías en la Guerra de Malvinas. Las dictaduras cambiaron de manos la riqueza de la Argentina. Macri cambió de manos la riqueza de la Argentina. Vicentín es sólo un botón de muestra.

Si esta vez la democracia no repara el robo y le quita a los saqueadores, éstos tendrán el poder para volver a cometer las mismas atrocidades.

*docente y periodista. Mendoza, Argentina. Autor de “El Faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín”. 

domingo, 8 de marzo de 2020

Retenciones: se discute qué producir




Por Carlos Almenara*

Aldo Ferrer, eminencia del pensamiento económico argentino, sostenía con vehemencia que las retenciones a las exportaciones no había que pensarlas como un problema de “renta” sino como parte de una política cambiaria de tipos diferenciales.

Claro, es importante lo que se puede recaudar en montos por los derechos de exportación a productos seleccionados, pero más importante aún es que define qué produce Argentina.

Ferrer explicaba estos fenómenos con el concepto de “enfermedad holandesa” o “maldición de los recursos naturales”. El gentilicio de esta “anomalía” económica obedece a la situación vivida por Holanda una vez halladas valiosísimas reservas petroleras en sus aguas soberanas de Mar del Norte.

Siendo ya una potencia industrial, Holanda exportaba una gran cantidad de productos manufacturados. Para ellos sus empresas eran competitivas, es decir, tenían rentabilidad vendiendo al extranjero, en dólares, a un precio cercano al “de mercado”. La nueva situación, la aparición de petróleo, cambió la situación. Holanda produjo petróleo, parte lo consumió internamente, parte lo exportó, por los dos caminos el país tuvo afluencia de divisas, es decir, entraron dólares a Holanda, vía los que dejaron de gastarse por no importar derivados del petróleo y directamente por la exportación del mismo.

¿En qué situación quedaría, supongamos, una empresa industrial como Philips?

Siempre con datos hipotéticos a fines explicativos, consideremos una lámpara que la empresa vende a U$S 1 dólar en el exterior. Philips cobra ese dólar, lo recibe en Holanda y lo convierte en 10 Florines, con ellos paga los sueldos, los gastos y obtiene rentabilidad. Aparece petróleo, se exporta, llegan dólares, se sustituyen importaciones, hay dólares que dejan de irse, luego, hay muchos dólares en Holanda. ¿Qué pasa si hay excedente de un bien en un mercado? Baja el precio. Baja el dólar.

Ahora Philips, sigue exportando su lámpara a U$S 1 porque es precio internacional pero cuando recibe ese dólar lo convierte en 5 Florines. Antes su lámpara la vendía a 10 Florines, ahora a 5. A 5 Florines Philips pierde plata con esa lámpara. Philips deja de exportar lámparas. Holanda comienza a importar lámparas más baratas que las de Philips. Eventualmente, Philips cierra.

La parábola comienza con la buena noticia del hallazgo de valiosos recursos naturales y culmina con una primarización de la economía que lleva al atraso al país entero.

Por supuesto, los recursos naturales no tienen por qué ser una maldición, para ello los Estados deben tomar medidas. Una de ellas, establecer retenciones o tipos de cambio diferenciales que posibiliten la diversidad productiva nacional.

¿Cuál es la actividad en que Argentina tiene ventaja comparativa?

La producción granaria, principalmente, soja. La soja produce la “enfermedad holandesa” en Argentina.

Algo no anda bien, si la soja produce “lluvia de dólares”, ¿dónde están esos dólares? Acá hay una diferencia clave con Holanda, la fuga de divisas, buena parte de los dólares que llegan, salen por otra puerta mediante fuga de divisas.

La especificidad del caso argentino, cuya sola mención excede las posibilidades de estas líneas solo puede abordarse desde una perspectiva multidimensional. En cualquier caso, agrega razones para una decidida intervención estatal en la regulación del comercio exterior.

Lo que preocupaba a Aldo Ferrer era la diversidad productiva de la Argentina, ése era para él nuestro camino a mayores grados de desarrollo. Producción primaria pero también industria, tecnologías de punta, servicios. Tanto que la derecha argentina gusta contrastarnos con Australia... ése es el modelo de Australia.

El maestro Ferrer pensaba en distintos tipos de cambio, de modo de hacer rentable la diversidad productiva. No es el mismo tipo de cambio que permite la rentabilidad de la soja, que la del vino, que la de la fruta, que la de las fábricas metalúrgicas. Y eso se consigue con una administración del comercio y de la divisa que no esté sujeta a maniobras de desestabilización política. La propuesta de Ferrer no sólo está vigente, es fundamental retomarla para salir de la postración.

Harían bien aquellos empresarios que no son sojeros en visualizar que su suerte no va de la mano de la soja sino de un modelo que posibilite la variedad.

*Docente y periodista.

lunes, 2 de marzo de 2020

Jubilaciones: cuidar o distinguir



Por: Carlos Almenara*

El gobierno nacional anunció el viernes 14 de febrero un sustancial aumento en las jubilaciones mínimas y de los montos inferiores. El incremento porcentual disminuye a medida que los ingresos aumentan.

Desde la asunción de Alberto Fernández ésta ha sido la tónica. Aumentos mayores a quienes menos reciben, quienes han superado por mucho los niveles inflacionarios.

Estos aumentos cumplen con una promesa de campaña. En realidad cumplen con dos promesas de campaña. La primera, lo específico de qué pasaría con las jubilaciones, la segunda es el postulado macroeconómico en que se sustenta la idea del gobierno.

Con las cuentas públicas desquiciadas, con cepo al dólar, vaciamiento de las cajas estatales (no sólo reservas de BCRA, sino fondo de ANSES y hasta créditos fraudulentos de la banca pública), con inflación descontrolada, con la deuda en default (usan la palabra “reperfilamiento” para edulcorarlo), los márgenes de maniobra del nuevo gobierno son estrechísimos. Desde ya que no entramos a analizar la catástrofe de la pobreza e indigencia crecientes, el hambre, el desempleo, la destrucción empresaria, el industricidio y el resto de la hecatombe que los argentinos conocemos.

El planteo del Frente de Todos en campaña fue producir un shock de consumo. ¿Cómo hacerlo en semejante panorama donde no sólo no hay un peso, hay un virtual default?

Lo que los economistas llaman la “propensión marginal al consumo” (PMC) es un concepto que representa cuántos centavos de cada peso que recibe una persona promedio se van a consumir. Keynes sostuvo que esa proporción tiene cierta persistencia en tiempo. ¿Se entiende de qué hablamos? Si una persona recibe 1 peso más en sus ingresos, qué parte de ese peso lo destinará a comprar comida, elementos de limpieza, salidas al cine y todo tipo de “consumo”, y qué parte será destinado a ahorro. En la macroeconomía más difundida NO hay infinitos usos para los ingresos, ese dinero se puede consumir o se puede ahorrar. Lo que no se consume se ahorra y viceversa.

La PMC es un promedio para una sociedad, pero, evidentemente, hay casos (y promedios) muy distintos. Si una persona indigente recibe ingresos extra es esperable que consuma todo o casi (PMC cercana a 1), una persona de clase media es esperable que consuma una buena parte de los ingresos extra pero otra parte la ahorre, un multimillonario seguramente ahorrará la mayor parte de los ingresos adicionales (PMC cercana a cero).

¿Y qué importancia tiene la PMC?

Uno de los hallazgos de John Maynard Keynes es que la PMC determina el efecto “multiplicador” de un ingreso adicional en la economía. Un peso más en el gasto del país, sea hecho por la “Inversión” privada o el “Gasto” estatal no agota su efecto económico en el bien que se compra. El peso que gasta la beneficiaria de Asignación Universal pasa al almacenero y el almacenero a su vez lo gasta en el mayorista, el mayorista le compra al industrial, el industrial..., lo que se conoce como “la rueda de la economía”. Pero esa rueda gira siempre y cuando ese peso se gaste. Si en lugar de gastarse ese peso se ahorra, la rueda no gira.

Hemos hablado de la propensión a consumir. Se puede categorizar como un promedio en un país, pero claro, algunos sectores consumirían todo lo que pudieran porque no llegan a lo mínimo y otros, si aumentan sus ingresos, ahorrarán más. El impacto es distinto para la producción nacional.

Aumentar los ingresos de los sectores más postergados genera un impacto en la economía muy superior que aumentar los ingresos de las clases altas o medias, por aquello del efecto multiplicador de la PMC.

Entonces, el plan económico del gobierno nacional, de reactivar la economía argentina luego de una enorme caída, a través del consumo interno tiene en los sectores más vulnerables, los indigentes, las jubilaciones mínimas, los mejores aliados; aliados no del gobierno, de la recuperación económica.

El problema de Bismarck

Los sistemas de pensiones surgen al mundo en la década del ’80 del Siglo XIX impulsados por el Canciller alemán Otto Von Bismarck.

Presionado por las demandas sociales, un floreciente sindicalismo y un socialismo fuerte, Bismarck envía su proyecto al Reichstag sosteniendo que “aquellos que están incapacitados para trabajar por edad e invalidez tienen el derecho de ser cuidados por el Estado”.

El tema de las pensiones bismarckianas fueron los ancianos desamparados.

La evolución posterior y sus modos de financiamiento llevaron a una presentación diferente: se planteó en diversos momentos como un mecanismo de capitalización forzosa donde se aportaba durante la vida activa y se cobraba según cálculos actuariales al final de la vida. El epítome de ese sistema es el régimen de capitalización que en Argentina quebró en 2008.

El dilema, entonces, al que los sistemas de pensiones deben enfrentar en los países capitalistas es siempre esta tensión:
  • Las jubilaciones y pensiones existen porque la comunidad decidió que nadie puede quedar afuera y, en consecuencia, deben ser igualitariamente lo más altas posibles.
  • Responden a un sistema de ahorro durante la vida laboral que se consume en la “edad pasiva”. En este régimen las jubilaciones son dramáticamente desiguales siendo reproductoras de las diferencias propias de los sistemas capitalistas. Aquí no importa si hay una gran distancia sino que “a cada quien lo suyo” y si para algunos no alcanza no es motivo del régimen previsional. En esta opción, que es la permanente de la derecha, no hace falta el Estado. Los bancos privados tienen una gran variedad de productos financieros que satisfacen estos parámetros.

La crítica a la lógica de la capitalización para el régimen previsional tiene una extensa panoplia de argumentos. Por lo pronto, como dijimos, en Argentina quebró. Quebró el sistema (es decir las personas que deberían jubilarse) no las AFJP que hicieron un pingüe negocio. El argumento del financiamiento se rebate fácilmente mostrando que rentas generales aportan buena parte de los requerimientos financieros.

Las decisiones gubernamentales actuales parecieran querer abandonar el segundo polo para aproximarse algo al primero. Si esto es así, no alcanza con las medidas propiamente dichas, hay que explicarlas, hay que fundamentarlas, hay que dar la discusión axiológica. Hay que decir, como Bismarck, que “los incapacitados para trabajar tienen derecho a ser cuidados por el Estado” y que de eso se trata el régimen previsional.

Con medidas concretas plausibles, conmovedoras, entiendo que hay allí una carencia del gobierno y del campo popular en su conjunto.


*Docente y periodista. Autor de “El faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín”.

lunes, 6 de enero de 2020

Yo vi el monstruo




Por Carlos Almenara*

Yo vi el monstruo.

¿Cuándo nació?

No puedo decirlo con precisión, puedo dar algunas fechas de momentos en que se empezó a visibilizar algunas de sus expresiones. Claro, hoy podría decir con exactitud que tal hecho en tal año está asociado a él pero, por supuesto, era imposible imaginar eso entonces.

Por el año 2008 apareció en la televisión. Era una imagen subliminal que discurría como un fondo de la imagen del primer plano. Recuerdo el amistoso “prende y apaga” de Sergio Lapegüe o las coberturas de Julio Bazán de la heroica resistencia de los chacareros como espacios en que si mirabas con atención el fondo de la pantalla podías verlo.

No puedo decir que el monstruo nació en 2008, sólo digo que ese año pude verlo yo. Hoy es fácil decir que había nacido antes, en ese entonces yo no lo sabía.

El episodio del “no positivo” lo mostró en esplendor. Bueno, en esplendor para lo que yo veía por ese tiempo. Claro, un monstruo mucho más chico de lo que se vio después.

El monstruo se corporizó a finales de 2015. Aunque también esta fecha es confusa y difusa. Estuvo materializado antes de ella. Un momento en que el monstruo se descontroló fue cuando mató a Nisman. Primero lo hizo bailar un minué extrañísimo, lo hizo denunciar a la presidenta, lo hizo enunciar una jeringonza en sus canales de televisión y luego lo forzó a suicidarse. En esa operación el monstruo exhibió su asombroso poder. Reunió la mayor parte de los medios de comunicación, buena parte de los jueces y fiscales, políticos, potencias extranjeras como Israel y Estados Unidos. Todos ellos y muchos más actuaban la sinfonía monstruosa. De nada servía decir que los acordes eran falsos. No les preocupaba. Mentían a coro.

Lo que ocurrió es que a finales de 2015 el monstruo tomó el mando. Ya no era un proyecto sombra, era el monstruo gobernando.

A partir de entonces el monstruo nos llevó como por un tobogán a toda velocidad. Lo que mejor hizo fue falsear el paisaje. Falsear. Eso es lo propio de este monstruo, a diferencia de otros monstruos anteriores, a éste hay que explicarlo. Su misma existencia se hace “polémica”. Y es, precisamente, ese el poder propio, nuevo, específico, del monstruo. Se niega a sí mismo. El monstruo alega, con éxito, su inexistencia.

Imposible aquí hacer una cronología de qué hizo el monstruo al mando. Desordenadamente, opositores presos políticos, lawfare, espionaje, difusión en sus medios de productos selectos del espionaje a sus enemigos (que además, bien escuchados, demostrarían lo contrario de lo que pretende), campaña sistemática de calumnia a sus enemigos, campañas sistemáticas de insultos en los principales medios de comunicación, asesinatos políticos, torturas, secuestros.

El listado del párrafo superior solo refiere a delitos políticos que no existían desde 1983. No es que todo haya sido un paraíso democrático desde esa fecha, pero delitos políticos en el marco de un plan sistemático, no, eso no había desde 1983.

Un caso, porque los hay típicos, muestra al monstruo de cuerpo entero. En el secuestro de Milagro Sala, en una de sus detenciones, la incomunicaron. En la comisaría pusieron, como al pasar, TN. TN puso, como al pasar, un reporte de supuestos informes de blogs. En ese reporte informaron que una hija de Milagro había muerto en un “ajuste de cuentas”. Eso daban como noticia. Esto escuchaba Milagro sin poder hablar con nadie. Claro que la noticia era falsa de toda falsedad. Lo propio de este monstruo es que hay que explicar que torturaron a Milagro. Lo propio de este monstruo es el poderoso alegato negador de su conducta.

Por supuesto que el monstruo destrozó todo. Destruyó la industria, permanente enemiga de los monstruos, duplicó el desempleo y la pobreza, en fin, las consecuencias económicas son más conocidas. El monstruo alega que “pasaron cosas” o que fueron cimientos de algo que vendría después. Esperemos no conocer ese algo. Pero, nada de eso, también en este terreno nos encontramos frente a un plan sistemático. El monstruo tiene un proyecto colonial, tiene una ideología y tiene métodos (monstruosos) de implementarlo.

El pueblo, astuto, reconoció la genealogía monstruosa cuando en la calle le espetó: “Macri basura, vos sos la dictadura”.

Nuestra historia y nuestro aparato legal también tienen previstas caracterizaciones y tipos específicos para el monstruo. Luego de ardua lucha se caracterizó al último de su tipo como terrorismo de estado.

La encrucijada de la Argentina de hoy es determinar si el nuevo poder monstruoso, el de la autonegación, tiene éxito. La última vez que tuvimos un monstruo frente a nosotros enarbolamos Memoria Verdad y Justicia y construimos una referencia para el mundo.

En este momento la moneda está en el aire. Yo vi el monstruo. ¿Vos lo viste?


*docente, periodista, militante mendocino. Autor de “El Faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín” (Mendoza, el autor, 2014).