domingo, 6 de mayo de 2012

YPF y los nuevos viejos desafíos

YPF y los nuevos viejos desafíos Mayo de 2012 Por: Carlos Almenara Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro Miembro de Carta Abierta Mendoza O inventamos o erramos Simón Rodriguez La expropiación de YPF, avalada por Ley del Congreso de la Nación, constituye un hito que reivindica la sensibilidad del pueblo argentino para reconocerse a sí mismo hermanado en la defensa de un patrimonio que consideramos y sentimos propio. Hay allí una defensa de la soberanía que nos encuentra unidos en nuestro vivir juntos, una reconstrucción del lazo social. También hay una sólida fundamentación económica de la medida. El declive de la exploración, las mermas de la destilación y el desabastecimiento para presionar por mayores precios por parte de la operación de Repsol constituyeron una combinación perniciosa para el balance macroeconómico y para las posibilidades de continuar con el desarrollo industrial a las que el gobierno puso fin. Se abren, a partir de ahora, un conjunto de desafíos que no son nuevos pero que adoptan un nuevo cariz. Hablamos de lo que la presidenta ha anunciado como “una YPF con un perfil absolutamente profesionalizado, lo cual no quiere decir que no tenga dirección política”. Esta definición remite directa, decisivamente, a una cuestión añeja: la de la relación entre técnica y política. En un sentido semejante, el gobernador al inaugurar las sesiones ordinarias de la Legislatura de Mendoza el 1° de mayo anunciaba como primer principio rector de su mandato que “la política es más que la administración”. Esta relación problemática, esta tensión no resoluble, ha sido abordada por Cristina Fernández con inusual dedicación y detalle en esta oportunidad. Una historia de fracasos La presidenta interpeló acerca de algo determinante: YPF era una petrolera estatal que daba pérdidas. Y agregó “YPF se fundía pero las contratistas de YPF se convertían en prósperas empresas. Esto no puede volver a suceder”. Un punto nodal que refleja una discusión que quienes defendemos el Estado, quienes queremos que equilibre las cargas en nuestra sociedad, que intervenga en la economía, no podemos obviar. Fue ese desquicio en la gestión del Estado el que dio pábulo al posterior desguace. Es cierto que no siempre fueron procesos independientes. Es bien recordado el “método María Julia” consistente en asumir como gerente estatal de una SOMISA o una telefónica, hacerla pomada, decir ¿vieron que la gestión estatal no sirve? y luego venderla. Por malo que fuera el privado tenía resultados muy superiores. Es decir la destrucción intencional desde el Estado del patrimonio público. No en todos los casos ocurrió esto. Igualmente no sobran las palabras de la presidenta cuando afirma que “no vamos a hacer una empresa para becas políticas donde ponemos al político de turno” cuando se plantean, como es el caso, desde la reivindicación de la política. Aparece aquí la necesidad de referir a una cuestión que también ha estado presente en las alocuciones de Cristina, tanto en discursos referidos a YPF como a Aerolíneas, el problema de dónde radica la legitimidad. Si hemos de defender la participación del Estado en la actividad económica sólo podremos hacerlo radicando la legitimidad de su accionar en el afuera de su aparato burocrático. A pesar de nuestra firme defensa del trabajo, una empresa no se “justifica” por dar trabajo a sus trabajadores, se justifica porque presta un servicio útil a su ambiente y es este ambiente el que le da sentido. Una empresa tiene razón de ser por algún colectivo externo a sí misma que la legitima: sus clientes, la comunidad, el aporte a un conjunto de procesos sociales y económicos (por ejemplo impulsar la industrialización). Este imperativo resulta central para no repetir los fracasos. No puede haber opacidad posible que oculte una gestión que no cumple los objetivos. El retorno de lo político Tanto como lo anterior es necesario destacar la naturaleza política de la definición de la misión, los objetivos y cómo implementarlos. El Frente Nacional por la Soberanía Energética (FRENASE) de Mendoza decía en su declaración constitutiva “la consideración de los recursos energéticos como un bien estratégico para el desarrollo de un país productivo, inclusivo y sustentable, es una batalla cultural y material que hay que ganarle a la lógica neoliberal, tan fuertemente instalada que ha conducido a considerar a la energía como un bien transable en el mercado internacional igual que cualquier otro, como un commodity más”. Evidentemente hay una ruptura paradigmática con décadas de aplicar teoría neoliberal en la gestión del Estado. ¿De dónde saldrán los cuadros de conducción de YPF? ¿De las universidades? ¿Cómo sería un buen currículum para YPF? Hace unos días, en una entrevista televisiva, el economista Miguel Angel Broda, que sigue siendo entrevistado como experto en economía a pesar de sus recurrentes papelones, decía que el discurso económico de Axel Kicillof representa el 1 por 5.000 de la academia. Y la verdad es que en esto Broda tiene razón. Pero al contrario de lo que él pretende argumentar, lo que eso muestra es el escándalo de que en la academia se siga enseñando el dogma neoliberal, el mismo que hundió al país y humilló a buena parte de su población. El neoliberalismo no sólo tiene pobres resultados para exhibir sino que es anticientífico, por eso es un dogma a pesar de constituir la “corriente principal de la economía”. Un modelo cerrado sobre sí mismo que convierte a la economía, que debiera explicar los procesos de creación y distribución de bienes y riqueza, tan diversos como la convención entre hombres (y mujeres) lo permite, en una “ciencia” formal no sujeta a falsación por los hechos. Por eso, si hemos de concebir que buenos técnicos son los que más cursos neoliberales hicieron no estaremos cambiando lo que sostenemos que hay que cambiar. Por supuesto que no es fácil una reformulación integral del paradigma. Pero es imprescindible. En el caso de YPF el objetivo de la industrialización es insoslayable. El combustible no es un commodity para quienes apuestan al desarrollo industrial. Por eso sí era un genérico que podía transarse libremente para quienes creen que Argentina sólo debe producir granos, carnes y eliminar obstáculos al libre comercio. Esa lógica estuvo presente en los discursos que criticaban una supuesta “falta de política energética” cuando en realidad decían “debieron darle precio internacional y libre comercio exterior”. Lo cierto es que no abundan dentro ni fuera del Estado profesionales con concepciones analogables a las presentadas. Kicillof, Marcó del Pont, Moreno y pocos más representan una heterodoxia todavía ajena a la generalidad de los funcionarios públicos. Profundizar el cambio de paradigma devino con esta nueva responsabilidad estatal urgente para no desaprovechar la enorme movilización de razones, emociones y voluntades que convocó la reestatización de YPF.