sábado, 14 de enero de 2012

CELAC: ¿Estarán las derechas a la altura?

Por: Carlos Almenara
Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro
c.almenara@hotmail.com

El lunes 9 se reunió en Santiago de Chile la troika que se acordó en el cónclave constitutivo de la CELAC – Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Se trató de la reunión de cancilleres de Chile, Cuba y Venezuela en que se definió la agenda 2012 del organismo.
Va tomando forma de este modo, en términos de funcionamiento permanente, el organismo continental y caribeño que excluye a Estados Unidos y Canadá. Participan del mismo todos los países de América Latina y Caribe. Todos, menos Puerto Rico por ser estado asociado a Estados Unidos.
Fue un extraordinario logro diplomático y estratégico de los pueblos que Martí llamaba Nuestra América. En él tuvo un rol protagónico el presidente bolivariano Hugo Chávez. Pero, ¿por qué participaron todos?
Está claro que para Hugo Chávez es una aspiración permanente unir al continente. Esa aspiración es compartida por los países del ALBA. Hay gobiernos como el argentino, el uruguayo, el brasileño y muchos otros para los que la integración latinoamericana está permanentemente presentes en su ideario. No sorprende para nada que ellos estén.
Pero no estuvieron sólo ellos. En el continente no todos los gobiernos piensan igual. Lejos de eso.
Estuvieron países, representados por gobiernos, que trabajan (suplican) cotidianamente firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. O que los tienen. Estuvieron en la presentación de la CELAC gobiernos que están en las antípodas de Chávez, gobiernos a los que no les interesa ni un poquito la unidad latinoamericana, ¿Por qué estuvieron?
Estuvieron porque les conviene.
Les conviene por muchos motivos, entre otros, porque era muy difícil argumentar la ausencia como gobierno ante sus propios pueblos. Les conviene por marketing hacia adentro. Pero también estuvieron porque les conviene a sus países.
Un caso ilustrativo de este tipo de razonamiento es el del presidente colombiano Juan Manuel Santos. Habiendo sido ministro del anterior presidente, Álvaro Uribe, Santos condujo un viraje político que llevó a una distensión de las relaciones con Venezuela. Gestionó las negociaciones nuestro ex presidente Néstor Kirchner. El razonamiento de Santos fue muy práctico: la economía colombiana se resentía fuertemente si dejaba de comerciar con Venezuela.
El caso de México, también con un gobierno de derecha, con un TLC (Tratado de Libre Comercio) con Estados Unidos, es demostrativo. Explícitamente México ha planteado la necesidad de un mayor acercamiento a América Latina, perplejo por no poder resolver las crisis que le llegan desde el norte, en forma de restricciones económicas, condicionantes políticos y violencia.
Seguramente esta es la lógica que ha inducido muchas presencias en la CELAC.
Una de las especulaciones fue –y sigue siendo- hasta qué punto puede la CELAC reemplazar a la OEA. Los países del ALBA y aquellos con gobiernos más compenetrados del ideario de unidad de Nuestra América postulan una CELAC fuerte que avance todo y lo más posible. Los países con gobiernos de derecha, tienen una posición menos decidida. Hay presiones muy fuertes de Estados Unidos que algunos gobiernos no pueden soportar. Pero tampoco pueden dejar de estar.
Esta tensión se hizo visible cuando se discutió si se podía votar o no en la CELAC. Finalmente se fijó momentáneamente que las decisiones se tomarán por consenso. Se notó también en la elección de las próximas sedes de las cumbres que mantendrán equilibrio entre gobiernos de derecha y progresistas: Chile, Cuba, Costa Rica.
Es un proceso que recién empieza y plantea muchos retos.
A las derechas les plantea un desafío que si no novedoso, aparece como más evidente.
Las derechas contaron para la acción política interna en nuestro continente con la mano imperial que actuaba de asistente de su praxis. Cuando no pudieron controlar los gobiernos con los votos, recurrieron a los golpes de estado o incluso a las invasiones. El último caso, el derrocamiento del presidente hondureño Manuel Zelaya con complicidad de sectores de la administración estadounidense. Pero no sólo eso, las agresiones sistemáticas a cada uno de los países del ALBA y a los gobiernos que pretenden autonomía incluyendo Brasil y Argentina, fortaleciendo los grupos opositores. En fin, situaciones bien conocidas de prácticas imperiales en las que las oligarquías locales, las derechas locales, son los socios de la embajada yanqui.
Aparece claramente visible el siguiente dilema: si las derechas, y los gobiernos de derecha, siguen el “caminito yanqui” (seguidismo político, apertura económica, tratados de inversiones, tribunales en Washington que diriman los conflictos, con suerte TLC), si siguen ese camino, van al desastre. Estados Unidos no es una esperanza para la economía de ningún país. Sí lo es Asia, los BRICS, América Latina.
Esta ambigüedad es una oportunidad muy interesante. Porque muestra que el camino ideal de las derechas es un fracaso. Seguramente habrá quien diga que eso estuvo claro siempre. Lo que no era tan claro era que la opción por la “locomotora económica yanqui” implicara quedarse estancado sin combustible en medio del camino.
¿Dónde está la ambigüedad? Las derechas necesitan a Estados Unidos para hacer política interna, pero si aceptan este “internacionalismo” están condenadas a darle la peor opción a su país.
Este dilema trae por contraste evocaciones de la discusión sobre el internacionalismo que se le presentó a la izquierda en la previa de la primera guerra mundial y donde fue protagónica Rosa Luxemburgo. La izquierda, internacionalista, la que pregonaba la unidad de los obreros del mundo, según sostenía el grupo de Rosa, no podía participar de las guerras que suponían enfrentar obreros alemanes con obreros franceses por conflictos de sus burguesías.
Otros sectores de la izquierda pensaban lo contrario, la izquierda no podía abandonar a sus connacionales, a su patria cuando ella más los necesitaba. Esta discusión hizo estallar la izquierda alemana, para cuya parte mayoritaria primó la lógica de la nación sobre la lógica de la clase.
Las naciones se impusieron a la clase.
La contracara de este dilema es el que se le presenta hoy a las derechas latinoamericanas. Si apelan al cipayismo de ofrecerse al servicio colonial los resultados los pondrán en problemas, si no lo hacen, no podrán apelar a que “la embajada” les solucione la política interna. Con el agravante que el imperio al que ellos aspiran a representar sólo tiene bombas para ofrecer.
En esta ambigüedad (en sentido dialéctico de W. Benjamin) hay una de las claves para el fortalecimiento de la CELAC. Como se ve en los hechos, los más preclaros líderes de la región han percibido que hay que avanzar sobre las derechas para que decidan apostar a la región.

martes, 10 de enero de 2012

Magnicidio simbólico

Por: Carlos Almenara
Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro

Hemos visto la cobertura del grupo Clarín sobre la enfermedad y la operación de la presidenta. Siempre es bueno aclarar que Clarín no es sólo el diario de ese nombre sino un conjunto de medios de televisión abierta, televisión por cable, radios, múltiples diarios no sólo en Capital sino en todo el país, internet. En conjunto reúnen cerca del 60% del impacto mediático en el país. Ese grupo, todo ese grupo, sin diferencias, reflejó, como ocurre casi siempre, homogéneamente, la evolución de la salud de la presidenta.

Un caso, que representa la línea general de la cobertura, es el de la tapa del diario Clarín del 8 de enero que como noticia principal en primera plana titula: “La presidenta fue operada por un cáncer que no tuvo”. Se han dado múltiples respuestas a esta cobertura correctamente enfocadas, una de ellas a cargo del Secretario General de la Presidencia.

¿Ahora bien, por qué Clarín pierde todo decoro al tratar este caso? Ni siquiera La Nación ha seguido esta línea. Es una situación de flagrante vulneración de toda convención social acerca del respeto mínimo que brindamos a cualquier enfermo, incluso a cualquier diagnóstico médico. No de la presidenta, de cualquier persona que padezca una enfermedad. Es decir, todos, incluso los medios, cuando aparece una enfermedad estamos llamados a un mínimo recato. ¿Por qué no Clarín?

Porque en este caso se revela claramente el mismo juego que viene haciendo desde 2008, un juego destituyente, peligrosísimo para la democracia. La utopía de Clarín es impulsar una pueblada que eche a cacerolazos y protestas a Cristina de la Casa Rosada, casi lo consiguen en 2008 y es lo que siguen intentando.

Pero es necesario llamar la atención sobre la violencia de estos recursos discursivos. Por si hace falta aclararlo, la tapa de un diario como Clarín, acompañado por todo el impacto de sus medios, produce un efecto de legitimación de los discursos. ¿Qué le dice Clarín a los suyos? No nos detendremos ante la enfermedad, ni ante la muerte. Por supuesto, es inmediata la evocación de las pintadas contra Evita.

Es una situación realmente muy grave y por eso el monopolio Clarín no es asimilable a otros grupos. Teniendo posición dominante como tiene debería bastar para desarmarlo, pero más que eso, es un grupo que hace uso de esa posición instigando simbólicamente al magnicidio.

En 2011, durante una visita de la presidenta a la presidenta a la provincia de Mendoza, aparecieron en la versión digital de Diario Los Andes (propiedad de Clarín) comentarios de lectores que instaban al magnicidio. Consultada para una radio la responsable del medio, refunfuñó generalidades, pero sacó esos comentarios de la web. Eso debió haber sido materia de investigación criminal. Suponiendo que no fueron ellos mismos quienes los publicaron (recordar cómo Clarín contrató los telemarketers de la agencia Carlos Souto para hacer tareas de este tipo), ese tipo de comentarios son el corolario natural del discurso de Clarín.

Esto es lo que está detrás de la cobertura de Clarín. Una arenga a la tropa. Una instigación a no detenerse ante nada. No podían mostrar decoro, sería leído como un límite, una regla que respetar en la disputa. Y está visto que no respetan nada, ni reglas ni leyes (como en el caso de Cablevisión, como las cautelares), ni personas, ni vidas (como en la apropiación de Papel Prensa), ni a sus audiencias a quienes mienten sin pudor. Han descripto su objeto de deseo como el mal absoluto y no se detendrán ante nada.

Desentrañar esto, como la denuncia pública en las épocas oscuras, no constituye un regodeo tétrico, sino que intenta exorcizar una amenaza bien calculada por sus responsables y su equipo semiótico. Es imprescindible seguir desenmascarando a estos propagandistas de la muerte que no deben seguir humillando al pueblo argentino ni a su democracia.

jueves, 5 de enero de 2012

Ubicuo, un argentino resbaloso

Por: Carlos Almenara
Pte. EDE – Mendoza en Nuevo Encuentro
c.almenara@hotmail.com
Enero 2012

Ubicuo acusa al gobierno nacional de confrontativo. Lo hace insultando a la presidenta con una violencia que no vimos nunca antes.
Dice que el gobierno nacional utiliza políticamente los derechos humanos y nada se cuestiona al hacerlo codo a codo con los defensores del genocidio.
Dice que siempre defendió que las jubilaciones fueran estatales o que criticó las AFJP, pero, por supuesto, se opuso a su estatización.
Ubicuo pide el 82% del salario del activo para los jubilados. No lo interpela su oposición a la estatización de los fondos jubilatorios, sin lo cual es abstracto discutir esta cuestión. A Ubicuo, ser trans-ideológico, nada le importa que la jubilación calculada sobre la base del salario del activo agrande la brecha entre jubilados ricos y jubilados pobres porque Ubicuo dice que esto se haría en nombre de la justicia social.
Ubicuo critica la Asignación Universal por Hijo por no ser “suficientemente universal” y dice además que la idea fue de otros. Dice que la idea fue de otros pero también que ésta “no es” la idea de otros. Le asigna importancia decisiva a la idea, no así a la decisión política de invertir miles de millones. No le genera ninguna inquietud su oposición a la estatización de los fondos jubilatorios sin la cual hubiera sido imposible la medida.
Ubicuo defiende la libertad de prensa. Le indigna 6, 7, 8. Es bien conocida la posición de Ubicuo en estos temas aunque a los que queremos contestarle nos sea infinitamente más difícil publicar.
Ubicuo defiende la intervención estatal en economía pero se opuso a la estatización de Aerolíneas Argentinas y de varios servicios públicos.
Dice que los subsidios a los servicios públicos están mal, pero su eliminación implica un tarifazo.
Dice que las retenciones a las exportaciones de granos castigan a los pequeños chacareros, pero no explica cómo su eliminación deterioraría a la industria argentina y al financiamiento estatal. Tampoco explica por qué es justo garantizar rentabilidad extraordinaria a un sector.
Dice que el Estado gasta mucho, tiene déficit y dice también que no hay plata suficiente para educación, salud y vivienda.
Ubicuo dice que Argentina está aislada del mundo pero critica que se apliquen medidas similares a países desarrollados.
Dice que el gobierno no hace nada para evitar piquetes y cortes de ruta, dice que habría que reprimirlos, dice también que el gobierno nacional es represivo.
Ubicuo sabe dónde está el poder: lo tiene la presidenta. Aún cuando pudiera tener una formación “clasista” para él no hay clases, no hay corporaciones, no hay grupos económicos y comunicacionales con poder. Está claro, el poder lo tiene la presidenta.
Ubicuo ataca, insulta, agrede a los dirigentes del gobierno nacional y a sus seguidores pero cuando le preguntan por los que él votó, dice que no está atado a nadie.
Ubicuo acusa al gobierno de corrupción. Considera un atentado al sentido común que le pidan pruebas. No le parece un argumento válido recordar cómo las oligarquías atacaron, con el pretexto de la corrupción, cada uno de los procesos populares en nuestros países.
Cuando está inspirado, Ubicuo califica al gobierno nacional como uno más que no cambia estructuras, igual que los que pasaron y que los que vendrán en el sistema capitalista. No ve ninguna politicidad ni conflicto en torno a desarrollar la industria argentina, las economías regionales, el mercado interno, el trabajo; aunque estas cuestiones sean las que regaron de sangre nuestra patria en sus doscientos años; para Ubicuo, cuando filosofa, no es más que un simulacro, una pantalla que oculta la verdad. Ubicuo puede sostener esto aún no siendo él mismo marxista. O sí, ya lo sabemos, trans-ideológico.
Ubicuo es locuaz a la hora de categorizar al gobierno nacional. Para él es indistinta o alternativa o simultáneamente: populista, montonero, comunista, conservador popular, kirchnerista, peronista, demagogo, dictador, tirano. Según el momento, la audiencia y, básicamente, la categoría que Ubicuo considere más despectiva en ese momento.
La facetas más violentas de cómo se construyó y legitimó este ideario ya las hemos analizado en otras ocasiones y tienen como causa fundamental la concentración de la comunicación masiva. Sin embargo, es necesario insistir en su deconstrucción para recuperar la posibilidad de una alteridad política democrática.
Lo que en el “lenguaje de asamblea” podría nombrarse como que “te corran por derecha y por izquierda al mismo tiempo y las mismas personas” implica la imposibilidad de confrontar proyectos, la condena a la chicana como único recurso, al ardid, a la manipulación de los argumentos en función del engaño.
Hay necesidad en la democracia argentina de reconstruir la deliberación en el espacio público. Ello requiere que cada quién se haga cargo, que asuma un lugar de enunciación, un compromiso con la coherencia mínima exigible en los argumentos, en lo posible con remisión a los hechos.
Está todo dado, o lo estará muy pronto, para que Ubicuo deje de cacarear y comience a discutir como corresponde.