domingo, 13 de noviembre de 2016

Para Leer Al Pato Donald Trump

Por Carlos Almenara
@carlosalmenarav



A comienzos de la década de los '70, en el Chile de Allende, Mattelart y Dorfman publicaron “Para leer al Pato Donald”. La invitación, la tesis central del libro, fue totalmente pertinente entonces y lo es en cualquier época. Los cambios sociales profundos precisan, para serlo, decodificar los mensajes en los consumos culturales masivos. Los valores, la lógica imperial de dominación viene encriptada en ellos.
No se puede leer el fenómeno que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca sin una interpretación de procesos sociales, culturales y económicos de Estados Unidos (y del mundo todo) actual.
Se ha interpretado de muy distintas maneras este proceso político, se ha caracterizado profusamente a Trump, pero, faltan lecturas culturales, epocales y por qué no, cuestionamientos a las categorías mismas que utilizamos. Así como en los '70 era necesario ver con otros ojos el Pato Donald, hoy deberíamos hacernos algunos replanteos semejantes.
Lo primero a decir es que el autor de estas líneas deplora el racismo, la xenofobia y su utopía (o su punto de partida según lo plantea Rancière) es la igualdad del género humano. Y Trump tuvo, sin lugar a dudas, comportamientos racistas y xenófobos, entre otras discriminaciones execrables.
Dicho esto, pido, requiero, profundizar el análisis.
De algún modo, Trump es el corolario necesario del gobierno hipócrita de Obama. Si un gobierno que concentra la riqueza, que expande la guerra, que se asocia a organizaciones terroristas, que espía más de lo que nadie nunca espió sobre la Tierra, que financiariza la economía, deja miles sin vivienda, que hace del Mediterráneo la fosa común más grande del mundo fruto de sus guerras, si ese gobierno pretende presentarse como un virtuoso catálogo de humanismo y civilidad … si eso pretende, bueno, Trump. Hay una razón para ello: para implementar políticas salvajes más vale tener valores vinculados al desprecio y el atropello. No puede Obama (menos Clinton) presentarse como un gran humanista y aplicar políticas salvajes que pierden su disfraz a los cien metros sin que ello suponga una pérdida de credibilidad.
Pero hay algo aún más decisivo: la construcción de legitimidad. Años llevamos viendo cómo se concentran los medios, cómo se homogeneizan discursos uniformemente discriminadores y violentos. Obama, amagó enfrentarse con la Fox. Obama puede ser el Burrito Ortega de la política estadounidense, el rey del amague. Amagó salir de Afganistán, amagó cerrar Guantánamo, amagó una reforma migratoria, amagó y amagó y siempre hizo otra cosa.
No es anecdótico, no se puede confrontar el discurso xenófobo de un candidato en los medios que bajan un discurso xenófobo día tras día, sin confrontar también esos medios. No se puede confrontar un discurso xenófobo si se es responsable de la muerte diaria de miles de inmigrantes, producto de guerras intencionalmente impulsadas y con pleno conocimiento que ésas serían las consecuencias.
Lo individual tiene su peso pero no es la única manera manera de analizar un proceso. El mundo requiere que hagamos de este cuestionamiento epistémico un bandera para no caer en el anecdotario con que nos entretiene la televisión. Hay grupos, élites, corporaciones, intereses, naciones, clases sociales.
Por ejemplo, lo que en la teoría política suele verse como “paradigma dirigencial”, las élites, grupos, corporaciones en disputa, aportan un material importante al análisis del fenómeno Trump. El modelo de globalización financiarizada, con preeminencia de guaridas fiscales, los tratados de libre comercio, el gobierno mundial de las empresas, sufrió una derrota. No es “un pasado injusto pero conocido”, no, lo que estamos viendo los últimos años es una aceleración que lleva a un mundo de (otrora) ciencia ficción con manipulación global de la información, destrucción de los Estados y saqueo imperial de los recursos naturales. El modelo es Libia, donde hasta simularon en un set de TV el triunfo rebelde. Libia, la guerra personal de Hillary Clinton.
Por supuesto, otro imprescindible a recuperar epistemológicamente es el punto desde donde mira el analista. Tienen buenas razones para preocuparse los estadounidenses. Pueden aprovechar para hacerse algunas preguntas. Sugiero una ¿si llevan años filmando “Rambos” en el cine por qué asombrarse que los presidentes le salgan con forma de Rambos?
Pero el punto de mira de los ciudadanos estadounidenses es distinto del de un sudamericano. Que además no pretende emigrar a Estados Unidos. Para los de acá, para los que queremos hacer de Suramérica nuestro lugar y hacerlo mejor y más autónomo día a día, es difícil lamentarse, en función de nuestro interés, del resultado electoral. No sabemos qué será Trump. Hillary hubiera sido un desastre difícil de superar.
Para las élites locales que necesitan la ayuda imperial para gobernar los países del Sur, es un grave problema. Tenían todo jugado a gallareta Hillary. Y salió Pato Donald Trump.

domingo, 21 de agosto de 2016

Sí a la grieta y respuesta


El martes 16 de agosto Infobae publica una nota titulada “Sí a la grieta” firmada por Dardo Gasparre (Link).
No la voy a discutir punto por punto porque sería imposible tan siquiera encontrar una secuencia lógica. Sí pretendo rechazar, desnaturalizar, el carácter infamante y antijurídico de la misma.
No hay una sola verdad en el largo y enrevesado texto. Sí está repleto de odio y descalificación.
Efectivamente, como sostiene Gasparre, hay una grieta irreconciliable. La hay entre quienes, como él, defienden el genocidio y quienes creemos en la democracia.
Cada uno de los argumentos falaces, mezclados, contradictorios en sus términos, puede ser refutado pero hay una cosa previa a cualquier discusión. Gasparre no quiere discutir, quiere exterminar el kirchnerismo y quiere que se lo aplauda por ello como si fuera un vecino con buenas intenciones.
El desprecio insalvable de una buena parte de la población hacia los jefes de la banda kirchnerista dice el escriba (debería) acentuar (la grieta) con rejas de por medio.
Otras veces en la historia argentina se aplicaron recetas alla Gasparre. Con el golpe del '55, con el del '66, con la Triple A, con el golpe del '76. El pacto democrático desde el '83 se basó en la inaceptabilidad del terrorismo de estado.
Vemos que hay quienes quieren volver a las catacumbas.
El alienado autor continúa:
¿Qué grieta quiere cerrar Macri? No hay cicatriz posible entre Julio de Vido y Juan José Aranguren, y los actos y las conductas que representan. Tampoco es posible encontrar puntos de acercamiento entre cualquier persona decente y Hebe de Bonafini, no sólo por su accionar delictivo y depredador, sino por su actitud sociópata, irreconciliable con el modo de ser de alguien normal. Nadie quiere soldar el tajo con Estela de Carlotto, ni con Susana Trimarco, ni con Milagro Sala, cada una en su especialidad. Más bien esa brecha debería profundizarse y convertirse en un foso con cocodrilos.
No voy a discutir que Macri lejos está de pretender cerrar grieta alguna, que efectivamente es inconciliable De Vido con un ministro que compra combustible a su propia compañía, pero sí voy a reclamar respeto a luchadoras insignes que no merecen descalificación e insulto. Sólo un cobarde que no puede sostener su posición sin ayuda actúa de ese modo. Por cierto, Milagro Sala lleva más de siete meses presa sin causa, o con causas que cambian o con cualquier excusa porque es una presa política.
Gasparre y quienes hoy gobiernan no sufrieron persecución de jueces que les armaran causas ni restricciones a sus libertades por motivos políticos durante los gobiernos kirchneristas, pero él como vocero de un proyecto oligárquico, pretende subsanar lo miserable de su propuesta política encarcelando a quienes pudieran contradecirla. Lamento informarle, Gasparre, que esa idea ya la tuvieron otros. Cuando Argentina tuvo instituciones fuertes quienes la impulsaron fueron juzgados y algunos terminaron presos.
No hay una grieta. Hay una secesión virtual. Que no se efectivice es una cuestión técnica termina su nota en una definición que pudiera ser una incitación... ¿a qué?
Gasparre no sólo no tiene razón, no sólo es un violento que bordea o más la incitación al delito sino que su discurso es radicalmente ilegítimo y nocivo para una sociedad mínimamente civilizada.
Con escasas esperanzas que esta respuesta sea publicada en el medio original la escribo en la convicción de la función social de la comunicación y la necesidad de negar, palmo a palmo, legitimidad a discursos delirantes y genocidas. Gasparre y los que piensan como él no tienen derecho al agravio ni a arrogarse representación de nada.
Toda esa actuación de ciudadano indignado diciendo groserías no tiene otro objeto que encontrar algún modo de “justificar” la más regresiva distribución de la renta de los últimos 40 años. No hay reja, juez, policía ni monopolio que impidan la propagación de esa verdad.

Carlos Almenara

domingo, 20 de marzo de 2016

Erdogan, matón de barrio

por: Carlos Almenara
20 de marzo de 2016

Turquía tiene elecciones. Nadie pontificaría sobre el irrestricto respeto a lo que dicen las urnas pero, en lo formal, tiene un presidente, un primer ministro un parlamento, jueces...
Nada de ese sistema institucional “a la occidental” impide la masacre que sufre el pueblo kurdo.
El asedio a la minoría kurda incluye terrorismo de estado, crímenes de lesa humanidad y paramilitarismo.
Hace unos pocos días Erdogan, el presidente turco, ante un auditorio repleto, explicaba cómo tan terrorista es quien pone una bomba como quien difunde ideas en un texto o dicta clases en una universidad. Esas monsergas fueron frecuentes en la Argentina del terrorismo estatal.
Link.
El palmarés de responsabilidades criminales de Erdogan no podría ser más impresionante.
Su financiamiento, si no paternidad, sobre el Estado Islámico es inocultable. Todos los días cruzan la frontera con Siria militantes yihadistas que utilizan suelo turco para reorganizarse, recibir armas y provisiones para volver al ataque.
Está probada la entrega de combustible del Estado Islámico a Turquía desde pozos provenientes del norte de Irak y Siria a través de caravanas de camiones.
El Estado Islámico es ese mismo que degüella periodistas en cámara, quema vivos “espías”, se infiltra en las escuelas de los suburbios parisinos, todo convenientemente filmado para que produzca terror a escala global. Hasta el negro de sus banderas es temible. Y ahora resulta que, exagerando pero en el sentido de la realidad, el ajenísimo a nuestros modos de vida Estado Islámico era el muy trajeado, formal y occidentalísimo Erdogan.
Es altamente probable que el E.I. haya utilizado armas químicas y hay acusaciones de que Turquía no sería ajena a su provisión. Recordemos que en su momento Siria estuvo acusada de ello y sin embargo desmanteló de modo indubitable su arsenal.
El manejo utilitarista de la crisis de los migrantes coronó con el acuerdo firmado con Merkel por el que recibirán 3.000 millones de Euros en lo inmediato.
El terrorismo de estado con que ataca al pueblo kurdo tuvo estos días terribles revelaciones con la masacre de Cizre.
Informe sobre Cizre. Link.
La pesada cortina de censura con que el gobierno turco bloquea las informaciones impide que estas matanzas se conozcan más.
Turquía no es un país perdido en algún confín y aislado. Es una potencia regional y parte de la OTAN. Presiona por ser miembro pleno de la Unión Europea. Firma acuerdos super especiales con Merkel y hace deberes a Obama (como derribar un avión ruso. Macri está debutando con barcos chinos en el mismo sentido).
El terror que usa Erdogan es responsabilidad también de la OTAN, de Alemania, de Estados Unidos y otras potencias occidentales, potencias líderes en un sistema internacional que no resiste más tanto cinismo.
Un mínimo granito de arena para frenar las matanzas al sufrido pueblo kurdo: Tipea #JusticeForKurds en alguna de las redes sociales.