martes, 25 de diciembre de 2012

Deliberación

La configuración que han decidido darse buena parte de las fuerzas políticas opositoras dificulta el debate político. Al calor del desacato a la Ley de la principal corporación mediática argentina, han elegido el camino de la erosión y la desestabilización. Fracasarán, el gobierno nacional tiene una holgada legitimidad y apoyo popular para impedir aventuras alocadas. Es una pena que se resistan a discutir qué país quieren. Empobrecen la discusión democrática. En definitiva, independientemente de cómo las élites políticas opositoras realicen sus ejercicios de esgrima; de fondo, subyacente, hay un pueblo, hay una democracia cuya realidad excede largamente los avatares de los representantes o de las élites. Y lo que afecta al conjunto y hay que discutir, máxime en un contexto con tanta información trucha, con tanto lugar común manipulado, son los proyectos de país que están en juego. Una sociedad democrática siempre requiere una utopía de deliberación. La idea del Ágora de la Atenas clásica permea todas las concepciones de democracia. Es claro que ni aún en aquella Grecia la participación estaba exenta de problemas. Esclavos, inmigrantes y mujeres no formaban parte de los ciudadanos con derecho a la participación política. Aún así la idea de la Asamblea griega ha marcado todas las concepciones de democracia, que no pueden dejar de dar cuenta de cómo el pueblo se hace presente en el ágora. Las sociedades han construido distintas concepciones de democracia. La democracia liberal, representativa, fundada primariamente en un sistema de pesos y contrapesos destinado a poner límites al poder del Estado, es la concepción que imperó en buena parte de occidente. El riesgo para la “democracia” en esta visión está en un Estado demasiado poderoso. Cuando las empresas multinacionales están en condiciones de devastar países y poner en riesgo el planeta mismo, entre otras cosas, porque producen el calentamiento global, es bueno preguntarse qué vigencia tiene esta concepción. No es un dato meramente ilustrativo recordar el rol cada vez más destacado de los “contratistas”, mercenarios actuales, en las guerras imperiales de Estados Unidos y la OTAN. Es decir la guerra imperial privatizada, tercerizada, cuestión de “derecho privado”. El derecho “democrático” de los yankis a matar tercermundistas. Pero esta idea de democracia no es la única. Aún dentro del mismo Estados Unidos, esta idea discute con otra: democracia es pluralismo. Allí, entonces, la democracia se juega en la existencia de discursos y proyectos diversos. Verdaderamente diversos no es falsamente diversos. Las opciones políticas principales en el apogeo neoliberal eran opciones falsamente diversas, opciones que simulaban discutir pero que coincidían en lo principal, lo que hoy se invoca como “consenso”. Ese falso pluralismo o consenso de Washington, sería más o menos así: ud. puede discutir si el candidato A es simpático, si tiene una linda familia o (con más pimienta) detalles de su vida privada pero no puede discutir qué política económica aplicar. Otro concepto de democracia hace centro en la igualdad. No se tiene posibilidad de libertad si no se tienen iguales medios para discutir y participar. Será más democrática en esta concepción aquella sociedad que ha generado los mecanismos para no excluir ninguna parte del pueblo del piso material de ciudadanía. Varios de los llamados populismos de nuestro continente tienen relación con esta concepción de democracia que pone en primer plano la necesidad de ampliar la ciudadanía, tanto política como social, económica y cultural para vastos sectores de la población. También está permanentemente presente la democracia directa como anhelo que regula cualquier instancia asamblearia, instituyente o no. En todas las concepciones, en todas las ideas de democracia, es necesario dar cuenta, justificar, cómo se conforma la voluntad popular. Cómo se construye la decisión democrática es una cuestión que cualquier sistema que se defina como democrático debe responder. En todos existe una cierta utopía de deliberación. Los parlamentos fueron durante gran parte del siglo XX el lugar por antonomasia de conformación de la voluntad democrática en occidente. Pero también las repúblicas comunistas daban y dan respuestas a aquella pregunta. En última instancia el congreso del Partido opera como ámbito de constitución de esa voluntad. Hay un lugar donde se discute y la palabra toma valor. Y lo que se discute no es si un representante tiene una o un amante, no se discuten las opiniones sobre el contrincante. Se discute qué política seguir. ¿Y nosotros? ¿Dónde discutimos qué política seguir? Nuestro parlamento está en gran medida invisibilizado por el gigante mediático o cuando es mostrado se lo hace según el guión Magnetto. Nuestra democracia, como otras en el continente, aspirando a más, respeta plenamente los pesos y contrapesos de la división de poderes. Está vacante el lugar de la oposición en términos de la discusión de proyectos. Cuesta entender por qué la derecha no discute su proyecto. Cuesta entender por qué no asume un lugar de enunciación y defiende un cuerpo de valores. Las políticas de Derechos Humanos, la política de industrialización, la política jubilatoria, la concepción latinoamericanista, la defensa de la dignidad nacional como capacidad de decisión autónoma en cualquier foro, entre muchas otras señalables, son políticas en que el kirchnerismo ha innovado en la corriente más recorrida de la historia argentina. No alcanza con que digan que no le creen al gobierno. Ya no importa qué opinan del gobierno. Comienzan a flotar en el aire las preguntas para ustedes: ¿Ustedes están de acuerdo con juzgar a los genocidas? ¿Ustedes están de acuerdo con defender la industria argentina? ¿Aún a costo de un eventual dolor de cabeza porque nos cuesta encontrar algún repuesto? ¿Ustedes están de acuerdo con que el sistema jubilatorio sea administrado por el Estado? ¿Están de acuerdo en que actúe como atemperador de las diferencias sociales? ¿O creen que “quien más aportó más cobra”, reviviendo la idea de la capitalización? ¿Están de acuerdo con el latinoamericanismo? ¿O prefieren el libre comercio con Estados Unidos? Estas y muchas otras preguntas son relevantes para que los sectores opositores digan qué quieren, para que esbocen proyectos políticos que puedan confrontar, para ganar dignidad de las mismas fuerzas opositoras que bien harían en desmarcarse de la tutela corporativa.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Experiencias de socialización

Experiencias de socialización Por: Carlos Almenara 10 de noviembre de 2012 Los análisis vinculados a las manifestaciones que se realizaron el 8 de noviembre han sido diversos, algunos como el del filósofo Ricardo Forster han buscado agudamente en las particularidades sociológicas de los colectivos en gestación cuya relación con la política y lo político tiene una articulación difícil. La pretensión de su usufructo por fuerzas opositoras pareciera llevarlas a renunciar a ser ellas mismas y asumir un “seguidismo” de voces exteriores a la política (a la política institucionalizada en organizaciones y partidos pero no ajena a quienes han colonizado tradicionalmente nuestro Estado). Me interesa presentar una hipótesis, por supuesto sujeta a refutación: para muchas de las personas que manifestaron el 8 su participación en el evento es una irreemplazable aventura de socialización, un encontrarse y reconocerse con otros, un cerrar el ciclo comunicacional que comienza con un conjunto de creencias impulsadas desde la pantalla. No es un proceso que inicia ahora. Publiqué un análisis totalmente coincidente con éste, aunque con el acento en otros puntos, en setiembre de 2009. Puede verse en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=91756. Varios problemas se suman a la hora de caracterizar el reclamo. Uno no menor es el hecho de que participen militantes de fuerzas políticas opositoras que no se identifican. Anunciaron su participación comprometida militantes de gremios como gastronómicos o camioneros. Pero escondidos. Es extraño para los cánones aprendidos. Pero evidentemente todos vemos, y los organizadores antes que nadie, un sujeto social conformado en gran medida por individuos con características definidas. Me refiero no sólo a cuestiones de clase social o atributos demográficos sino a un modo de ser en el mundo, de vivir. Personas aisladas o familias aisladas que construyen su interpretación del mundo televisión de por medio. Que no tienen o tienen escasas mediaciones colectivas distintas al televisor. Están convencidas de la preeminencia de lo individual sobre lo colectivo, jamás aceptarían que su “logro”, como decía en un reciente discurso el reelecto Obama, fue construido entre todos. Paradojalmente estos individuos necesitan reconocerse en una colectividad, colectividad que no reconocen en ninguna organización, pero sí encuentran otros como ellos en un evento como el del 8. Allí sí. Allí pueden demostrarse que lo que dice TN es cierto. Allí se mostrarán convencidos, construirán un nosotros al que darán carnadura y presencia física. Hay entonces en el debate actual de modelos de sociedad un debate de modos de socialización. Una socialización del tipo 8 para la cual es necesaria un Estado mínimo, una preeminencia de lo individual y una lógica de la diferenciación. La afirmación de mi lugar en la sociedad depende de la persistencia de inferiores simbólicos. Y hay otra socialización posible que urge construir y reconstruir. Esa otra socialización, de la participación, de la inclusión, de la igualdad propia del ámbito democrático de lo público. Actualizando el eterno principio subversivo: un hombre, un voto. Todos iguales. Ciertamente el desafío de construir esta otra socialización tiene enorme relación con la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, pero remite también a otras posibilidades colectivas existentes y a crear: uniones vecinales, clubes de barrio, formas adicionales de militancia sindical, agrupaciones estudiantiles, grupos de estudio, bibliotecas populares. Formas todas de una socialización otra, una socialización no individualista, que tiene que tomar conciencia de sí misma y asumir su implicancia política, sin la cual reniega de sus mismas bases. Históricamente los procesos emancipatorios, los que reparan injusticias, abren rumbos o posibilitan la multiplicación de las voces antes ocultas, generan una identidad, quizá múltiple, construida por nuevos pintores, escultores, cineastas, periodistas, escritores, arquitectos, científicos, ingenieros, inventores... Eso ya está ocurriendo hoy pero indudablemente es posible profundizar su radicalidad. El momento invita. Está pendiente también encontrar más discursos que den cuenta del proyecto colectivo, de estos modos de socialización humana que se contraponen a la ostentación qualunquista de un individualismo agresivo y excluyente.

martes, 16 de octubre de 2012

CHARLA SOBRE ECONOMÍA CRÍTICA Y HETERODOXA. CON ALBERTO GAGO Y CARLOS ROJO FONT. ESCÚCHEN PORQUE HAY MUCHO POR DESMITIFICAR EN ESTE TEMA. MUCHO DAÑO HACE LA CONCEPCIÓN NEOLIBERAL...

domingo, 2 de septiembre de 2012

Disputa de hegemonía

Por: Carlos Almenara c.almenara@hotmail.com Presidente Partido Encuentro Mendoza en Nuevo Encuentro agosto 2012 El proceso político que vive nuestro país desde 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, implicó paulatinamente grados crecientes de disputa de la hegemonía en nuestra sociedad. Parte de esa disputa es, precisamente, referencial a su marco. La apelación colectiva a otros procesos del continente, radicalmente nuevos y a la vez arcaicos, aparece en la recuperación de la “Patria Grande”. El rechazo al ALCA de Mar del Plata, rechazo sustentado en la “corajeada” de Kirchner, Chávez, Lula y pocos más, puede verse como un hito central que posibilitó la confluencia en un ideario continental. Este suramericanismo fue imposible desde mediados del siglo XIX. A medida que se iban consolidando los estados nacionales, la afirmación nacional, la independencia, corría por cuerda de hipótesis de conflicto y conflictos efectivos entre vecinos. La defensa nacional era asustar si no atacar al país vecino. Las hipótesis de conflicto de la dictadura argentina fueron Brasil y Chile, en este último caso a un paso de la guerra. Claro, no se les ocurrió a los genocidas pensar en Inglaterra... Es ya señera a este respecto la idea de J. A. Ramos de que el “triunfo” de las independencias nacionales fue el fracaso de la gran nación Suramericana. Hasta la presidencia de Kirchner, en que por decisión política y contra toda la ortodoxia diplomática se cambió, la línea de la Cancillería argentina fue impedir cualquier avance de Brasil para “mantener el equilibrio en la región”. Para un país cuyas élites lo pintaron como un espejo de Europa, tanto que quisieron llenarlo de inmigrantes europeos, una política de integración continental es un cambio trascendente. (Dicho sea de paso, cuando los inmigrantes europeos empezaron a crear sindicatos las élites apelaron al gaucho como emblema patriótico, sí ese mismo gaucho que habían mandado a las fronteras, perseguido y matado). La disputa en torno a la posibilidad de desarrollo industrial ha sido también un eje de tensión histórica que marcó la preeminencia de la visión de que Argentina debe ser “el granero del mundo” y aceptar el rol subsecuente en la división internacional del trabajo. Esta visión opera desde antes de la generación del ’80 hasta la dictadura y Menem. Simplemente no es posible ocupar nuestra población y nuestra geografía en un modelo agroexportador pasible de atender, en el mejor de los casos, a un cuarto de los más de 40 millones que somos y una proporción aún menor de nuestra geografía. Un modelo industrial sí permite convivir con un exitoso desarrollo rural. La política de derechos humanos, vanguardia en el mundo, de una profundidad ética y jurídica inimaginable en la Argentina de antes es otro de los pilares centrales (probablemente el principal) del ciclo iniciado en 2003. He mencionado aquí solo tres de muchos cambios paradigmáticos que suponen disputa de hegemonía. Podríamos mencionar muchos otros, pero al menos estos: suramericanismo (y/o latinoamericanismo), industria con la consecuente creación de trabajo, y derechos humanos son imprescindibles. Las amenazas de clausura, de giro político para “volver al orden”, es decir a un estado gobernado por el poder concentrado o sus representantes, abarcan ya casi homogéneamente a una oposición que resignó cualquier conato de dignidad, pero no sólo a ellos. En la Mendoza de estos días se ha tratado un proyecto de Ley, denominado “Ley Petri”, no sólo inconstitucional y estigmatizador de los pobres sino también ineficaz. Este esperpento tipo “leyes Blumberg”, claramente en las antípodas de las políticas nacionales de derechos humanos y seguridad democrática, puso sin embargo en aprietos a muchos legisladores oficialistas (y no sólo a legisladores). En estos campos se disputa también el futuro. Avanzamos en la profundización del ciclo emancipatorio en lo nacional y lo social o volvemos a que los bancos gobiernan la economía, las multinacionales nuestras posibilidades de consumo y la obediencia a los Estados Unidos la política internacional. Allí sí, no queda otra opción que armarse bien, con muchas armas, para protegerse de las hordas de miserables que genera el proyecto. La política allí, para servir al poderoso. Disputar la hegemonía en una sociedad requiere sumar muchas fuerzas. Cualquiera que lo intente, cualquier defensor leal del ciclo iniciado en 2003, se alegra cuando se suma y pretendería evitar toda deserción. Pero seamos claros, sumar al proyecto supone fortalecer postulados básicos del mismo, no declamar una obediencia que no se ejerce ni hacer esgrimas discursivas. Este próximo parece que será un tiempo muy excitante para ejercer una fuerte militancia a favor de las posibilidades de nuestro país y nuestro pueblo, las amenazas aparecen cerca y lejos.

Buitres represivos en la política mendocina

por: Carlos Almenara c.almenara@hotmail.com Presidente Partido Encuentro Mendoza en Nuevo Encuentro agosto 2012 Dos hechos recientes quiero mencionar como preocupantes: - El proyecto de la denominada “Ley Petri”, un proyecto inscripto en la exacerbación de la violencia institucional contra los sectores populares que encontró un eco conceptual notable en la Legislatura provincial acompañada por los medios de la comunicación concentrada. - El ataque a La Cámpora y en general a la juventud y a la militancia que se ha manifestado en la impostura y sobreactuación de las oposiciones políticas y sectores de la comunicación mediática. Este ataque apunta también a la concepción política de “lo político”, la concepción de política cuestionada como “adoctrinamiento” es en verdad la idea de que podemos discutir hacia dónde marcha y cómo se organiza nuestra sociedad. Quienes la cuestionan están acostumbrados a que esto no se discuta, los representantes “representan” los intereses del poder, discutir no se puede... en fin, el viejo conocido discurso único que hoy muestra sus linduras en Europa. Estos dos hechos exhiben las ansias de carroña de la oposición real al proyecto político, es decir, el poder y la comunicación concentrados, pero también de la oposición política que no ha encontrado más camino que representar el pasado y el poder real para posicionarse. Es condenable que para hacerlo apelen a discursos que derivan en represión, pero por otro lado es inevitable porque las derechas parecen no encontrar otro modo de convencer que con palos y silenciamientos. Lo vemos en Chile, en España, en Grecia y siguen las firmas. Hay también muchos sostenedores del proyecto que se ven muy tentados por una “vuelta al orden”, volver a circular sin cuestionamiento por los despachos de empresarios poderosos, volver a los estudios de televisión con periodistas que los miman... hay que reconocer que a muchos eso les tira. Ojalá perciban que se ha ido constituyendo un pueblo que sabe mirar y entender. Mientras tanto el proyecto de “vuelta al orden” en Mendoza tiene en Cornejo el ariete principal. La permanente apuesta represiva muestra la asunción de que su espacio político es el de una derecha liderada (por ahora) por Macri, con quien ya tiene sus acuerdos firmados y la correspondiente foto. Como decía Néstor Kirchner qué bueno sería para la democracia argentina tener una derecha organizada políticamente y democrática. Lo lamentable es que estas expresiones de derecha no encuentren otro discurso que la represión, la construcción del pánico social y el silenciamiento de la discusión política.

Dieciséis

Por: Carlos Almenara c.almenara@hotmail.com Presidente Partido Encuentro Mendoza en Nuevo Encuentro setiembre 2012 Se ha presentado en el Senado de la Nación un proyecto de Ley que habilita a los jóvenes de entre 16 y 18 años a votar de modo voluntario y ello ha provocado un inquieto debate. Adelanto mi opinión al respecto: es una ampliación de derechos democráticos y en consecuencia muy deseable. Igualmente me parece central discutir dos argumentaciones falaces o parciales. ¿Señores preparados? La primera cuestión es qué tan “maduros” están los jóvenes. Qué tanto adolecen los adolescentes y cosas semejantes. Por supuesto que los ciclos vitales no permiten identificar cambios imputables a fechas precisas. Nada indica que un joven cuando cumple 18 “madura”. ¿Cuántos conocemos que cumplen 18 y no maduran? Más, ¿cuántos conocemos que cumplen 20, 30 y no maduran? No pretendo precisión en el uso de categorías psicológicas pero conozco mucha gente mayor, y aún muy mayor, que piensa la política con un sorprendente infantilismo. Mucha gente la piensa con desdén hacia el otro. He escuchado varias veces en mi vida – a ... (tal grupo) hay que matarlos a todos. Lo he escuchado de gente mayor, de gente que vota y me cuesta imaginar razón más valedera para impugnar el voto o la opinión de alguien que un dicho semejante. Es que en realidad la razón de que un joven de 16 vote no es que piense “bien” o que piense “mal”, no es qué tan maduro o inmaduro esté, la razón es que constituye el demos, constituye la fuente de legitimidad del sistema democrático. Las personas no tienen derecho a votar porque piensen como yo o por cómo piensen, votan porque la base del acuerdo democrático para vivir juntos es que el poder político se construye a partir de los ciudadanos y a esos pibes ¿no los vamos a considerar ciudadanos? Y si los vamos a considerar ciudadanos que voten a un músico punk o a un político tradicional será tan racional como muchas decisiones que tomamos los mayores, pero será su parte en el pacto de convivencia. Porque, finalmente, el argumento de que los jóvenes no están preparados es el mismo argumento de todas las épocas para el voto calificado según el que sólo ciertas élites con cierto pensamiento puede votar. ¿El voto como el gusto de un helado? El otro argumento, implícito, es el del modo en que se decide el voto. De pronto se apela a una representación de la situación según la cual los adultos a la hora de votar ponderan argumentos, sopesan las distintas opciones y finalmente actúan con arreglo de medios a fines, en una racionalidad sin cortapisas frente a lo cual los jóvenes serían unos bobalicones impredecibles. Los adultos no actuamos así, ni para votar ni para casi nada en la vida y desde ya los jóvenes actúan tan racional o irracionalmente como los adultos. No actuamos de modo sólo racional pero tampoco mediante caprichos indescifrables. Y sobre todo tampoco actuamos solos. El voto es, por supuesto, expresión de autonomía individual pero es también expresión de la propia clase social, de los grupos en que nos socializamos, de la familia en que vivimos, de múltiples peripecias de nuestro vivir con otros. La idea de que el todo social es la suma de individuos autónomos aislados es por lo menos incompleta. Según mi visión es simplemente errónea. Esto es importante plantearlo porque es un postulado epistémico en que se fundan muchas trampas discursivas del poder. En economía, por caso, la concepción atomística, individualista de la sociedad sigue siendo el paradigma interpretativo dominante pero que también actúa como mandato para los procesos colectivos. El supuesto de la búsqueda del máximo beneficio individual resulta un a priori no validado que contradice la experiencia de cada uno de nosotros que, por ejemplo, resigna trabajo por cuestiones familiares, que no se va de su ciudad aún con mejores alternativas o renuncia a un trabajo que le resulta insoportable aunque gane bien. Claro que si durante generaciones se repite en las escuelas y a través de otras fuentes discursivas que el egoísmo es el único motor válido para la economía seguramente esto tendrá consecuencias. Nada de todo esto está en la naturaleza de las cosas, es tan convencional como cualquier otra convención. Y si no planteamos un modo de vivir con los otros y no contra los otros el planeta no resistirá. La concepción de la sociedad como individuos aislados y competitivos se presenta también en otras múltiples situaciones que van desde los cuestionamientos a la “disciplina partidaria” a la mirada a la política como un juego competitivo de líderes individuales donde prima el psicologismo y el anecdotario personal. Resumiendo, votar a los 16 para quienes quieran es ampliar ciudadanía, nada tiene que ver con cómo decidan los jóvenes y el voto, como muchas otras cosas, no es un consumo hedonista y solitario sino una práctica social que refleja también los distintos mundos que conviven en nuestro país.

domingo, 22 de julio de 2012

Otro fruto de la “mano dura”

22 de julio 2012 Hemos conocido entre jueves y viernes pasados el video de policías salteños que torturan detenidos. El hecho es cualquier cosa menos una casualidad. “No son policías, son delincuentes” sostuvo el ministro de Seguridad salteño. Una frase que busca tranquilizar pero que no es cierta. La preocupante verdad es que son policías y actúan según un patrón, una cultura y un conjunto de intereses políticos, empresariales y mafiosos que no puede producir resultados muy distintos a estos. ¿Por qué alguien haría algo tan atroz? ¿Cómo puede construirse semejante nivel de complicidad que supone que todo un grupo actuaba de este modo? ¿Piensa alguien que era la primera vez que lo hacían? ¿No sabían otros compañeros lo que pasaba? ¿No parece en las imágenes y testimonios algo “naturalizado”? ¿No hay acaso una infinidad de antecedentes de tortura recientes, hechos públicos, entre ellos, lamentablemente, en las cárceles de Mendoza? Estas son sólo un puñado de las cientos de preguntas posibles que muestran un sistema pútrido que encuentra en la demagogia punitiva su principal aliado. El sistemático ataque a las garantías individuales que supone cada una de las andanadas “tipo Blumberg” a la que políticos cobardes responden con sumisión, refuerza la concepción de la policía como un sistema cerrado exento de controles, cada vez con mayor poder sobre los ciudadanos; y lo que es peor, la prepara como un grupo de choque contra pobres, jóvenes y otros grupos objeto de miedo de lo que Jauretche llamaba el “medio pelo” argentino. Deben hacerse cargo los legisladores que firman proyectos de “mano dura” que cuando dan sus mensajes de “dureza” la consecuencia inevitable es ésta. No es creíble que no lo sepan. Cualquier pibe de una villa sabe que el dedo le apunta a él. Los tienen abonados. En Salta como aquí. Son los que sufren los peores abusos. ¿Quién le enseñó esto a los policías? Control político de la policía, fuerte control porque no se puede dar un arma en nombre del Estado a alguien que no esté sometido a un fortísimo control, protocolos estrictos de actuación, respeto de los derechos de cada habitante, desarme de la población civil, recuperación de los espacios públicos, inserción social y productiva, en un contexto como el propuesto en el “Acuerdo para la seguridad democrática” constituirían, de aplicarse, políticas inequívocas en el sentido opuesto a las que llevan a tener policías torturadores, y, muy probablemente, con resultados muy superiores en cuanto a reducción de indicadores de delito. Sin embargo hay que destacar dos aspectos centrales. 1. Después de casi treinta años de gobiernos electivos y vigencia del estado de derecho es inadmisible continuar con policías que actúan como guardianes de los ricos y poderosos de nuestra sociedad. Con toda la carga de prejuicios, discriminación y abusos que policías con esta impronta cometen en contra de la población. No son los policías los únicos responsables, la autoridad política que fija líneas, prioridades, pautas de acción, tiene la primera responsabilidad en cuanto al marco de valores que se difunde. 2. Derechos humanos como una premisa fundante del accionar de las fuerzas de seguridad. El modo en que suelen presentarse los derechos humanos, como opuestos a la seguridad individual, es una falacia lamentable. Es precisamente lo contrario. El respeto a los derechos humanos es nuestro pacto de convivencia y debe ser garantizados a todos los habitantes. El policía es un actor fundamental para efectivizar este pacto de convivencia. Tenemos que revisar toda la carga de prejuicios de los policías con respecto a distintos grupos de personas que luego son víctimas de abuso. Pobres, jóvenes, prostitutas, travestis, homosexuales, adictos y muchos otros colectivos o identidades conocen bien la saña y el desprecio con que un oficial puede tratar a un ciudadano. Un Estado que se asume popular, que decide construirse como casa de todos, no puede aceptar que los agentes que operan en su nombre descuiden, maltraten o vulneren derechos de ninguno de sus miembros. La dirigencia política no puede seguir mirando a otro lado o recurriendo a mentiras y engaños flagrantes de tipo “mano dura”. Pero los policías, los agentes, los de la esquina o el patrullero, harían bien en pensarse como actores activos de esta transformación, que supone antes que nada, saberse parte de pueblo, actuando para todos y cada uno, más allá de qué tanto les guste a ellos ese cada uno, y mirarse a sí mismos como servidores públicos. No de los ricos, no de los poderosos, sino de todos y por qué no, más de los más desamparados. Por qué no, un promotor, constructor, efectivizador de los derechos.

viernes, 6 de julio de 2012

Reivindicación de la seguridad democrática

por: Carlos Almenara c.almenara@hotmail.com Presidente Partido Encuentro Mendoza en Nuevo Encuentro julio 2012 Asistimos estos días a una ofensiva, como ocurre cada breve lapso, de la “demagogia punitiva”. Consiste en una práctica de ciertos legisladores de aparecer generosamente por pantallas diciendo qué tan terribles son los delincuentes, qué tan débiles son los jueces, qué tan “atados” están los policías y qué maravilloso es su nuevo proyecto destinado a “castigar como corresponde” a esos delincuentes. Esas pantallas crearon antes un contexto y un clima. He llegado a contar 45 minutos en un noticiero de una hora dedicados a un crimen resonante. Una población en que ese noticiero tiene alto rating, ¿qué opinará luego de la emisión? No escribo estas líneas desde ningún afán festivo ni despreocupado por el delito ni por problemas que son reales, dolorosos y urgentes. Menos aún del desconocimiento del dolor de las víctimas. Las víctimas siempre tienen un lugar especial, lo que no quiere decir que en todos los casos tengan razón. Digo, no obstante, que la discusión sobre seguridad está planteada de un modo errado si no es que mediante estafa. Hay legisladores que quieren congraciarse con difusión fácil a costas del estado de derecho. Precisamente eso se ataca con la “mano dura”, el estado de derecho, las garantías que cobijan a todos. Nada de esto es nuevo. No ha tenido resultado para disminuir el delito pero sí ha conseguido tener una sociedad más miedosa y con menos libertad. “Las respuestas estatales autoritarias e ineficientes frente al delito y la fuerte dosis de exclusión y violencia que domina el debate público y orienta muchas de las acciones del Estado en la materia, exigen una discusión abierta y pluralista, capaz de alcanzar acuerdos básicos sobre políticas democráticas de seguridad que atiendan las legítimas demandas de la sociedad” comienza diciendo el Acuerdo para la seguridad democrática firmado por organizaciones sociales, de derechos humanos y políticos de todos los principales partidos. Al referirse al “engaño de la mano dura” el documento sostiene que “las políticas de mano dura no han reducido el delito, han aumentado la violencia y, en algunos casos, hasta han amenazado la gobernabilidad democrática”. El documento, disponible en internet, es una lectura recomendable ante tanta verba calenturienta: http://www.cels.org.ar/common/documentos/acuerdo_para_la_seguridad_democratica.pdf Sin embargo, ante la necesidad de volver a discutir estas problemáticas tres cosas quiero plantear: 1. No existe una caracterización lombrosiana de “los delincuentes”. No hay delincuentes por un lado y gente “decente” por otro. Esta idea a pesar de ser contundentemente refutada desde hace un siglo, resiste y vuelve. Los delitos constituyen conductas que a priori cualquiera podría cometer, no hay una fisonomía, clase, caracteres físicos o conductuales que prefiguren quién cometerá conducta delictiva. Si me preguntan a mí, diré que los peores criminales no son precisamente del aspecto físico o la clase social que frecuentemente se asocian al delito. 2. La definición de un procedimiento penal por parte del Estado no tiene nada que ver con el devenir ni con las reacciones de los sujetos. El procedimiento penal no es algo aplicable a otro, es aplicable a mí mismo (para cada uno de nosotros). Cuando vemos gente que sostiene: penas más duras, más largas, menos discusión y a otra cosa, debemos decirle que el derecho no es para otros, es para ella misma; no hay nada a priori que indique que no será ella misma acusada de un delito y las garantías están para preservar la posibilidad de nuestra defensa. Imagínese Ud. que bastara con que un policía diga quién comete delito y quién no, ¿no hay acaso sobradas muestras de casos en que los mismos policías cometían el delito? Más poder a la policía sin control no parece un buen camino. Vale lo mismo para cualquier instancia. 3. Los procedimientos y penas que definimos como sociedad nos describen como civilización. A lo largo de toda la historia tenemos muestras terribles de cómo reyes, príncipes, virreyes y, en general, autoridades de toda laya, aplicaron penas horrorosas. Hoy mismo la aplicación de penas más crueles, o la misma pena de muerte, es un indicador bastante fiable de sociedades más violentas. La apuesta a la resocialización, a la reeducación como meta de los sistemas punitivos es un triunfo humanista que merece ser defendido, no desde un ingenuo idealismo sino desde un compromiso en cada instancia para crear condiciones estructurales de mayor igualdad social y construcción de una sociedad pacífica. Aumentar el miedo no ayuda. Una sociedad encapsulada, el espacio público privatizado, un concierto de countrys con seguridad privada (o con policía estatal a su servicio), lleva a todo lo contrario de una sociedad pacífica. Nada aporta el deseo de vengarse de alguien que cometió un delito por salvaje que sea. Los organismos de derechos humanos, una reserva ética señera en nuestra Argentina, dan ejemplo vivo de cómo la búsqueda de justicia, aún para crímenes horrorosos puede separar la justicia de la venganza, puede procurar juicio y garantías para los peores criminales. Mucho puede y debe hacerse pero no en clave autoritaria que nada soluciona y mucho agrava los problemas.

jueves, 5 de julio de 2012

Bartolo, de golpe

por: Carlos Almenara Presidente Partido Encuentro Mendoza en Nuevo Encuentro c.almenara@hotmail.com junio 2012 Una bellísima novela de Mempo Giardinelli, “La revolución en bicicleta”, cuenta la historia de Juan Bartolomé Araujo, militar y revolucionario paraguayo, reiteradamente perseguido, finalmente exiliado en nuestra provincia de Chaco. Es interesante releerla o leerla por estos días aciagos para el pueblo paraguayo. El golpe institucional a Fernando Lugo muestra los nuevos modos de los viejos golpes. Los objetivos de aquellos son los mismos que los de éstos. Puede ser que algún sádico añore más cantidad de asesinatos pero aquellos golpes no se hacían, en general, para asesinar. Se hacían para implantar un proyecto político. Igualito que ahora. Una conjura de las derechas políticas, los medios concentrados y el poder económico para no permitir proyectos que cuestionen así sea mínimamente sus privilegios. Violan el veredicto de las urnas usando idiotas útiles (en Ecuador fue la policía, en Bolivia recientemente también, en Honduras sectores del ejército, lo mismo que en Venezuela), generando un boicot con desabastecimiento, cortes de ruta y otros (Bolivia 2008, Argentina y Venezuela), siempre con los medios concentrados como ariete; en todos los casos utilizando sectores de la política y las instituciones que asumen su representación y les permiten una pátina de legitimidad falsa. La respuesta de un continente que quiere juntarse y no vacila en el respeto a la voluntad popular, aisla a estos dinosaurios aún cuando aspiren y aún obtengan el apoyo de “La Embajada”. La potencia imperial tiene problemas propios y el continente ya no admite su intromisión en silencio. El llamado es a defender la democracia y lo que votó el pueblo. Las derechas han demostrado que pueden ser una opción electoral competitiva. Han ganado varias elecciones. Falta la otra mitad de la cuestión, que se banquen no ganarlas sin destituir el gobierno resultante. En Paraguay un vicepresidente, los medios concentrados y el Congreso opositor, representantes del poder real, destituyeron un presidente. En Argentina lo intentaron hace unos años. En cómo recomponer reglas de juego y sancionar a quienes las violaron (o intentaron hacerlo) radica un requisito estructurante de nuestra democracia. Que cada quien se calce el sayo. La política cuando se centra en el devenir narcisista de un personaje pero se escinde de la suerte de los pueblos y las causas, se encapsula en un anecdotario que la enajena de los ciudadanos y la transfiere a manos del poder real. La historia de Bartolo muestra un acervo de lucha y resistencia popular del pueblo paraguayo. Una historia de tantas. De paraguayos como las hay de cada uno de nuestros pueblos. La reunión de Mercosur y UNASUR de Mendoza en estos días pone en valor y rescata como nunca había ocurrido esas herencias. Es un buen motivo de festejo y optimismo.

Blanck por la renta minera

Blanck por la renta minera Por: Carlos Almenara Presidente Part. Encuentro por la Democracia y la Equidad en Nuevo Encuentro junio de 2012 Hace unos días me tocó presenciar frente al televisor cómo el periodista de Clarín, Julio Blanck, recomendaba a Axel Kicillof que “en lugar de usar la plata de los jubilados vaya por la renta minera como correspondería a un verdadero progresista”. Está visto que hasta que Clarín no se amolde a la Ley de Medios estamos dedicados a tratar que no se manipule la población con ese martillo persistente en la cabeza de todos nosotros. No alarmarse, Clarín hizo cosas peores, por ejemplo, se quedó con Papel Prensa en una mesa de torturas. Demuestra habitualmente que sigue con disposición a los mismos métodos. Hasta ahora, en esta etapa, hemos podido evitar las peores exteriorizaciones. Pero desenredemos esta bravuconada de Blanck. La frase se las trae. Primero, el destinatario. No le habla a la audiencia, no le habla al gobierno, le habla a Kicillof. El socio de Clarín en el negocio del papel y los agroeventos, el diario La Nación, ya dedicó tapas al viceministro con titulares que merecen formar parte del acervo más típico del macartismo. La Nación ya catalogó al funcionario como marxista, judío, nieto del rabino de Odessa. La falsedad del dato histórico no oculta el afán persecutorio y discriminatorio con el que sus cómplices operativos para los negocios, la dictadura, cometió las mayores atrocidades. No se puede interpretar que el mensaje esté dirigido a Kicillof sin este contexto, entonces, primero, Blanck macartea. Lo de “la plata de los jubilados” es una falsedad. Construyen el mito, quieren dar la imagen de que hay plata que es de un grupo de la población a la que viene el gobierno y roba. Hacen eso mismo sistemáticamente desde 2008. Muestra de cinismo importante, toda vez que si hay pruebas de algún robo a lo que era un fondo para los jubilados fue por parte de Clarín que extorsionó al conjunto de las AFJP para que compren acciones de su grupo empresario a $30 y que vendieran a $ 6 ocasionando un quebranto de varios cientos de millones al sistema. Más importante es insistir en que la nacionalización de las jubilaciones implicó un cambio de paradigma. Que el fondo de sustentabilidad no es de los jubilados, es de todos los argentinos y está destinado sí a pagar jubilaciones. Pero esos fondos no pueden quedar inmóviles, hay que usarlos para que produzcan y qué mejor que usarlos en vivienda. Antes, con las AFJP, las jubilaciones “no existían”, había un sistema de ahorro, en que cada uno de los trabajadores en blanco era obligado a poner un porcentaje de su sueldo en, digamos una “caja de ahorro individual”. Esa caja de ahorro no podía ser tocada por su supuesto dueño hasta que se jubilara. Cuando se jubilara (básicamente) se le devolvía lo que había juntado más la renta que hubiera conseguido su AFJP con sus inversiones, que si todas fueron como las que hizo con Clarín, el final estaba cantado. El importe que tenía que ingresar a las cuentas de capitalización era disminuido por comisiones “de administración” que llegaban a superar el 30%. Ese sistema jubilatorio había dejado más de 2 cada 5 mayores sin jubilación. Y los que la tenían cobraban mayoritariamente montos bajísimos. Vale decir que las jubilaciones aparecen para dar respuesta al problema de los ancianos sin cobertura. Si Ud. quiere durante su vida activa ir haciendo un fondito para usar al momento que se retire, puede ser una buena idea pero no es una jubilación. Un sistema jubilatorio debe garantizar cobertura amplia y un mínimo de ingreso digno para todos. Quienes insisten en plantear la prioridad del 82% por sobre el aumento de las jubilaciones mínimas están priorizando un Estado que potencia la desigualdad social. Para sociedad desigual ya tenemos toda la vida activa. Seguramente los más favorecidos llegarán a su edad avanzada con propiedades y bienes que harán más apacible su vida, si quieren pueden, privadamente, hacer una inversión que devengue una renta mensual. Cuando interviene el Estado estamos autorizados a pedirle que, por lo menos, no aumente la brecha. Aún así, la nacionalización del sistema se produjo por el desbarranque de las inversiones que hacían las AFJP. Dilapidaron buena parte de los aportes, lo que hacía insostenible aún en sus términos el régimen. Blanck propone gravar adicionalmente la renta minera. ¿Propone esto? Si se hiciera algo así no es arriesgado sostener como seguro que aparecería cuestionando la inseguridad jurídica de nuestro país. Para enfrentar corporaciones hace falta poder y voluntad política como ha manifestado este gobierno para enfrentar la concentración de la comunicación. Si hay chances de hacerlo en otras áreas seguramente es en la senda recorrida desde 2003 y no en otra como han dejado recurrentemente de manifiesto los opositores políticos. Ahora, ¿por qué Blanck pide gravar la renta minera si no quiere gravar la renta minera? En esta pregunta subyace una clave de estos tiempos cual es la imposibilidad de un debate político. No es posible confrontar proyectos, discutir ante argumentos que no son argumentos, argumentos que son excusas y que van hoy en un sentido mañana en el contrario como si nada, que no tienen un “lugar de enunciación”. Ubicuos los he llamado en alguna ocasión. Ubicuidad que se refleja también en que Blanck diga ¡lo que haría un auténtico progresista! Blanck puede decir lo que haría él, lo que haría Clarín, pero si Blanck es quien va a decir lo que haría un auténtico progresista estamos en problemas. Y estamos en problemas porque la concentración mediática hizo que Blanck dijera hasta no hace mucho qué haría un auténtico progresista. Afortunadamente, a pesar de Blanck y sus patrones, Argentina tiene hoy una pluralidad, un vigor en las voces que se expresan, que no podrán callar por más que lo intenten.

domingo, 6 de mayo de 2012

YPF y los nuevos viejos desafíos

YPF y los nuevos viejos desafíos Mayo de 2012 Por: Carlos Almenara Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro Miembro de Carta Abierta Mendoza O inventamos o erramos Simón Rodriguez La expropiación de YPF, avalada por Ley del Congreso de la Nación, constituye un hito que reivindica la sensibilidad del pueblo argentino para reconocerse a sí mismo hermanado en la defensa de un patrimonio que consideramos y sentimos propio. Hay allí una defensa de la soberanía que nos encuentra unidos en nuestro vivir juntos, una reconstrucción del lazo social. También hay una sólida fundamentación económica de la medida. El declive de la exploración, las mermas de la destilación y el desabastecimiento para presionar por mayores precios por parte de la operación de Repsol constituyeron una combinación perniciosa para el balance macroeconómico y para las posibilidades de continuar con el desarrollo industrial a las que el gobierno puso fin. Se abren, a partir de ahora, un conjunto de desafíos que no son nuevos pero que adoptan un nuevo cariz. Hablamos de lo que la presidenta ha anunciado como “una YPF con un perfil absolutamente profesionalizado, lo cual no quiere decir que no tenga dirección política”. Esta definición remite directa, decisivamente, a una cuestión añeja: la de la relación entre técnica y política. En un sentido semejante, el gobernador al inaugurar las sesiones ordinarias de la Legislatura de Mendoza el 1° de mayo anunciaba como primer principio rector de su mandato que “la política es más que la administración”. Esta relación problemática, esta tensión no resoluble, ha sido abordada por Cristina Fernández con inusual dedicación y detalle en esta oportunidad. Una historia de fracasos La presidenta interpeló acerca de algo determinante: YPF era una petrolera estatal que daba pérdidas. Y agregó “YPF se fundía pero las contratistas de YPF se convertían en prósperas empresas. Esto no puede volver a suceder”. Un punto nodal que refleja una discusión que quienes defendemos el Estado, quienes queremos que equilibre las cargas en nuestra sociedad, que intervenga en la economía, no podemos obviar. Fue ese desquicio en la gestión del Estado el que dio pábulo al posterior desguace. Es cierto que no siempre fueron procesos independientes. Es bien recordado el “método María Julia” consistente en asumir como gerente estatal de una SOMISA o una telefónica, hacerla pomada, decir ¿vieron que la gestión estatal no sirve? y luego venderla. Por malo que fuera el privado tenía resultados muy superiores. Es decir la destrucción intencional desde el Estado del patrimonio público. No en todos los casos ocurrió esto. Igualmente no sobran las palabras de la presidenta cuando afirma que “no vamos a hacer una empresa para becas políticas donde ponemos al político de turno” cuando se plantean, como es el caso, desde la reivindicación de la política. Aparece aquí la necesidad de referir a una cuestión que también ha estado presente en las alocuciones de Cristina, tanto en discursos referidos a YPF como a Aerolíneas, el problema de dónde radica la legitimidad. Si hemos de defender la participación del Estado en la actividad económica sólo podremos hacerlo radicando la legitimidad de su accionar en el afuera de su aparato burocrático. A pesar de nuestra firme defensa del trabajo, una empresa no se “justifica” por dar trabajo a sus trabajadores, se justifica porque presta un servicio útil a su ambiente y es este ambiente el que le da sentido. Una empresa tiene razón de ser por algún colectivo externo a sí misma que la legitima: sus clientes, la comunidad, el aporte a un conjunto de procesos sociales y económicos (por ejemplo impulsar la industrialización). Este imperativo resulta central para no repetir los fracasos. No puede haber opacidad posible que oculte una gestión que no cumple los objetivos. El retorno de lo político Tanto como lo anterior es necesario destacar la naturaleza política de la definición de la misión, los objetivos y cómo implementarlos. El Frente Nacional por la Soberanía Energética (FRENASE) de Mendoza decía en su declaración constitutiva “la consideración de los recursos energéticos como un bien estratégico para el desarrollo de un país productivo, inclusivo y sustentable, es una batalla cultural y material que hay que ganarle a la lógica neoliberal, tan fuertemente instalada que ha conducido a considerar a la energía como un bien transable en el mercado internacional igual que cualquier otro, como un commodity más”. Evidentemente hay una ruptura paradigmática con décadas de aplicar teoría neoliberal en la gestión del Estado. ¿De dónde saldrán los cuadros de conducción de YPF? ¿De las universidades? ¿Cómo sería un buen currículum para YPF? Hace unos días, en una entrevista televisiva, el economista Miguel Angel Broda, que sigue siendo entrevistado como experto en economía a pesar de sus recurrentes papelones, decía que el discurso económico de Axel Kicillof representa el 1 por 5.000 de la academia. Y la verdad es que en esto Broda tiene razón. Pero al contrario de lo que él pretende argumentar, lo que eso muestra es el escándalo de que en la academia se siga enseñando el dogma neoliberal, el mismo que hundió al país y humilló a buena parte de su población. El neoliberalismo no sólo tiene pobres resultados para exhibir sino que es anticientífico, por eso es un dogma a pesar de constituir la “corriente principal de la economía”. Un modelo cerrado sobre sí mismo que convierte a la economía, que debiera explicar los procesos de creación y distribución de bienes y riqueza, tan diversos como la convención entre hombres (y mujeres) lo permite, en una “ciencia” formal no sujeta a falsación por los hechos. Por eso, si hemos de concebir que buenos técnicos son los que más cursos neoliberales hicieron no estaremos cambiando lo que sostenemos que hay que cambiar. Por supuesto que no es fácil una reformulación integral del paradigma. Pero es imprescindible. En el caso de YPF el objetivo de la industrialización es insoslayable. El combustible no es un commodity para quienes apuestan al desarrollo industrial. Por eso sí era un genérico que podía transarse libremente para quienes creen que Argentina sólo debe producir granos, carnes y eliminar obstáculos al libre comercio. Esa lógica estuvo presente en los discursos que criticaban una supuesta “falta de política energética” cuando en realidad decían “debieron darle precio internacional y libre comercio exterior”. Lo cierto es que no abundan dentro ni fuera del Estado profesionales con concepciones analogables a las presentadas. Kicillof, Marcó del Pont, Moreno y pocos más representan una heterodoxia todavía ajena a la generalidad de los funcionarios públicos. Profundizar el cambio de paradigma devino con esta nueva responsabilidad estatal urgente para no desaprovechar la enorme movilización de razones, emociones y voluntades que convocó la reestatización de YPF.

domingo, 15 de abril de 2012

Enfrentar la extorsión

Respuesta a Vilma Ibarra

Enfrentar la extorsión

Por: Carlos Almenara
Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro
Miembro de Carta Abierta Mendoza

El viernes 13 de abril la Dip Nac (MC) Vilma Ibarra publicó en La Nación una nota titulada “Un pliego que debe ser rechazado”. Refiere, por supuesto, al pliego enviado por el Poder Ejecutivo para nominar como Procurador General a Daniel Reposo.

El mismo día que Vilma publicaba su nota, en Venezuela festejaban el décimo aniversario de la derrota del intento de golpe de Estado a su presidente Hugo Chávez y al proceso de la revolución bolivariana. Ese intento mostró una coalición sociológicamente novedosa, que tenía en los medios de comunicación el ariete principal. Hemos visto otras situaciones análogas en el continente.

En Argentina lo sufrimos con el putsch de 2008, cuando el grupo Clarín líderó el intento de destituir el gobierno nacional. Contó con la complicidad del vicepresidente de entonces. Porque esta es una característica de los golpes de nuevo cuño, una parte de los representantes se pliega al complot.

En nuestro país acontece una situación específica, cerca del 60% de los medios en función de las audiencias está concentrado en un solo grupo. Por supuesto que esto no tiene nada que ver con las bondades creativas, artísticas, recreativas, de los productores mediáticos en un sistema de libre mercado sino con prebendas que en función de la presión sobre los gobiernos fueron consiguiendo. Una, decisiva, sujeta a investigación actual, es la apropiación de Papel Prensa mediante la tortura a sus propietarios por parte de personal de la dictadura que se reunía dos días antes de cada “interrogatorio” con el Sr. Magnetto.

Tener el control del papel para diarios le ha permitido apropiarse, no precisamente por mecanismos de libre competencia, de enorme cantidad de diarios de todo el país, además de fortalecer (con más páginas por ejemplo) el suyo propio. Pero aún los diarios que no controlan están seriamente coaccionados a efectos de inhibir cualquier línea editorial que critique al grupo.

Vilma Ibarra sostiene que “esa postulación no está destinada a designar a un hombre prestigioso y de trayectoria relevante para tan importante responsabilidad. Reposo carece de ambas cualidades”. Desconozco cuáles son los atributos, competencias o antecedentes que le gustaría encontrar a la ex diputada, pero Reposo sí tiene uno que a mí me parece central en esta etapa: se animó a enfrentar los aprietes de Clarín. No cualquier candidato podría dar cuenta de ello. No es algo que suela figurar en los currículums que se destacan en los medios. Hace falta coraje para enfrentar a Clarín. Bien sabe Vilma Ibarra que dirigentes de enorme relevancia en el proyecto gobernante desde 2003, a la hora de enfrentar a Clarín, defeccionaron.
Si algo debe valorarse en esta etapa es la valentía para enfrentar las corporaciones, primero la más nociva, la que lidera la extorsión a la democracia.
Vale la pena recordar que el ataque que recibió Reposo como síndico en Papel Prensa tuvo, entre otros motivos, la premura por ocultar una oficina que funcionaba en dicha empresa y que tenía por objeto investigar, hacer inteligencia sobre jueces y funcionarios y cuando se detectaba una anomalía, por ejemplo un incremento patrimonial injustificado, hacerle saber que tenían la información y que si no se “portaba bien” la publicarían (y en su sistema de medios, que no es un periódico barrial).
Es muy importante que los funcionarios sean honestos, es deseable que la justicia determine cuándo no es así y el culpable cumpla la pena que corresponda, pero no esto lo que está en cuestión aquí, sino la posibilidad de que la soberanía popular sea la que prime en desmedro de la sujeción corporativa de los funcionarios. Porque, le invito a preguntarse a Vilma Ibarra, ¿si hubiera un funcionario proclive a corromperse, no sería ante Clarín, primer poder corruptor nacional, ante quien se inclinaría?
Se pregunta Ibarra ¿cómo puede justificarse y defenderse desde la centroizquierda esta propuesta?
En cada intervención es necesario precisar qué decimos con estas categorías. No es seguro que coincidamos en la idea de centroizquierda, lo que sí es seguro es que si ese concepto encierra alguna aspiración a cambiar estructuras, aunque sea mínimamente, debe darse prioridad a la confrontación con las corporaciones y la elección de Reposo es una categórica definición en ese sentido.
Hay un discurso vacío, de un supuesto institucionalismo, una idea de que estamos en una república en que no se puede considerar otra cosa que individuos aislados e iguales. Pues no, no es lo mismo lo que incide en tribunales Magnetto que un ciudadano de a pie y si los funcionarios no dan cuenta de esa asimetría cometen, si no más, una injusticia.
Cabe también recordar que supuestas corrupciones siempre fueron utilizadas para horadar a gobiernos populares. Las derechas suelen ocultar sus proyectos políticos, que no quieren discutir, detrás de supuestas corrupciones o detrás del mal carácter de un funcionario.
Dice la ex legisladora “me dirán que votar contra el pliego del señor Reposo es funcional a la derecha, a las corporaciones mediáticas, a Macri o a Clarín. Lo ha dicho Vilma Ibarra, además en un lugar adecuado, el diario La Nación.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Una conmemoración muy actual

Por: Carlos Almenara
Pdte. EDE Mendoza en Nuevo Encuentro
Miembro de Carta Abierta Mendoza

Mendoza, marzo de 2012

Llegar al 76
El 24 de marzo se cumplen 36 años de la toma del gobierno por parte dictadura más sangrienta que haya vivido la Argentina.
Los acontecimientos políticos y sociales que marcan la vida de los pueblos no surgen de la nada ni se dan en cualquier contexto.
La toma del gobierno por parte de la dictadura fue fruto de un poder político en descomposición pero aún más de un poder corporativo excitado con la “solución final”. La solución final al conflicto social fue, claro, poner el país en manos de “sus propios dueños” y garantizar la obediencia de la población a fuerza de un ejército de ocupación interna a su servicio.
La solución final incluyó el exterminio de quienes ellos consideraron amenazaban a ese país.
Esa idea no es nueva. Ideas parecidas estuvieron detrás de todos los genocidios.
Como ha sido claramente establecido política e históricamente, fue el proyecto político a implementar el que “justificó” el genocidio y no el devenir de fuerzas en disputa que derivó azarosamente en el gobierno de la sangre.
Esa “justificación” tampoco “ocurrió” casualmente en un momento determinado. Pueden rastrearse antecedentes de ella a lo largo de toda la historia argentina. Pero si bien hay antecedentes históricos, es la construcción del relato inmediatamente previo y particularmente la legitimación mediática a la dictadura la que les dio cobertura.

Justicia y defensa
Desde 2003 vivimos una época que muchos ya no creíamos posible, una época de memoria verdad y, paulatinamente, justicia. Una época que pone a nuestro pueblo en la vanguardia del resguardo de los derechos y la dignidad.
Hay miopes políticos, egoístas o sinvergüenzas que bajo el pretexto de que el gobierno “usa políticamente los derechos humanos” o de absurdos tales como caracterizar al gobierno nacional como represor, cuando no es posible encontrar en nuestra historia un gobierno nacional que haya sido más tolerante con la protesta social (repito: no hay en la historia un gobierno más tolerante con la protesta), bastardean la política de memoria, verdad y justicia. Lo hacen diciendo que defienden los derechos humanos.
Dicen que defienden los derechos humanos y por ello acumulan y acumulan demandas y demandas. Que la minería, que mejoren los sueldos, que no a la represión de la protesta social, que libertad sindical, que esto, que lo otro.
Cada uno de estos puntos requiere un debate político específico pero confundirlos con los reclamos de memoria, verdad y justicia constituye una banalización inaceptable de la lucha de más de 36 años.
Como son tan irresponsables y esquivan la realidad, no dan cuenta del verdadero dilema del momento que es que los medios que tanto espacio les dan estos días tienen otro programa en mente.

Mantener la llama encendida
Así como 1976 no salió de la nada, la recuperación democrática no eliminó los vestigios culturales, políticos y sociales que posibilitaron la dictadura.
La democracia post 83 estuvo fuertemente condicionada por las derechas. Mientras se hiciera lo que ellos mandaban, no había problema, podíamos tener elecciones libres y poco más.
Las veces que Alfonsín intentó enfrentarlos, que no fueron pocas y merecen ser valoradas, fue rápidamente puesto en caja. Los mercados, los medios, las corporaciones, los capitanes de la industria, la Sociedad Rural, la iglesia, la “embajada”, fueron los nombres decisivos de actores múltiples con proyecto único.
Menem fue su esplendorosa vuelta al gobierno por los votos.
De La Rúa y Duhalde no pudieron ni quisieron cambiar la matriz de poder imperante.

La prueba
Es recién a partir de 2003 que un audaz Néstor Kirchner rehúsa firmar el pliego de condiciones que extiende el escriba tradicional de la oligarquía argentina, el diario La Nación.
Es en este proceso que se pone por primera vez seriamente a prueba la convicción democrática de la derecha argentina.
Los resultados son impresionantes: un feroz ataque destituyente, convirtiendo descaradamente los grupos mediáticos que construyeron protegiendo a la dictadura y extorsionando a los políticos en agentes de propaganda golpista. Usan las mismas, las mismas armas simbólicas que en el genocidio.

Un caso y los recuerdos
El diario La Nación ya liberado de compromiso alguno con cualquier ética periodística titula en tapa el lunes 12 de marzo: “Axel Kicillof, el marxista que reemplazó a Boudou” y le atribuye falsamente a Kicillof ser “bisnieto de un legendario rabino llegado de Odessa”. Nadie puede confundirse. Que La Nación diga de alguien que es un marxista judío, en el marco en que lo incluye es exactamente lo mismo que hizo con los asesinados y desaparecidos por la dictadura. Subversión marxista, apátrida, era el modo de presentar para ese mismo diario las víctimas del genocidio que no tenían ningún derecho. Bastaba identificarlos de este modo para que cualquier pregunta se convierta en ilegítima, porque ¿qué derecho tiene un subversivo marxista? Bastaba señalarlo de este modo para que los grupos de tareas operaran.
Viene a cuento recordar la coincidencia de los testimonios que indican que las torturas fueron más encarnizadas con los judíos. Por caso, los modos de tortura que recibió Lidia Papaleo de Graiver, a quien los torturadores exigían en la sesión: –¡Firmá impura o te mato!
Papaleo de Graiver era impura porque se había casado con un judío y lo que debía firmar era el traspaso de las acciones de Papel Prensa a los diarios Clarín, La Nación y La Razón .
Siempre es necesario recordar las revelaciones recientes por las que se supo que Magnetto, CEO de Clarín, se reunía sistemáticamente dos días antes de cada sesión de tortura a Papaleo de Graiver con el jefe de esa patota de torturadores.

Marchar y luchar contra los responsables
La nota mencionada en que se ataca a Kicillof no es un error y ciertamente es representativa de la línea editorial de ese diario y de su socio Clarín.
No aprendieron nada, no se arrepienten de nada y volverían a hacer lo mismo. Los beneficiarios del genocidio fueron ellos, fueron sus ideólogos y sus exégetas y encontraron en las fuerzas represivas los tontos útiles a su proyecto.
Por todo esto marchar el 24 tiene una carga conmemorativa imprescindible que hay que seguir construyendo, pero también requiere un compromiso con el presente, no hay posibilidad alguna de conciliar la lucha por la memoria, la verdad y la justicia con la complicidad con Clarín y La Nación.
Entender cuál es la lucha del campo del pueblo en un momento histórico determinado es requisito para disputar una hegemonía alternativa.
Denunciar que el anecdotario de las imposturas narcisistas de una épica de pelea contra bastones de gomaespuma, de una épica contra el Estado en su momento popular, no es más que harina en el costal de la derecha, a pesar de no ser fácil ni grato, es necesario para dar la lucha a que habilita la realidad.

viernes, 24 de febrero de 2012

Llamadas internacionales

los compañeros mueren por la patria
los compañeros mueren por el sol

Juan Gelman

Creímos que sería necesario un esfuerzo teórico-deductivo más o menos denso para demostrar nuestra tesis. Ellos facilitaron el camino. Lo dicen por los diarios (la tele, la radio, la web, las revistas y todos los medios del grupo monopólico). Lo gritan a quien quiera oirlos.
Quieren que de una buena vez Las Malvinas sean las Falklands y a otra cosa.
Pero, ¿quieren eso?
No, no es eso lo que quieren. Malvinas no es su tema.
¿Por qué lo abordan?
Porque quieren dejar claro en éste, un tema sensible, profundo y problemático en los sentimientos, que nada los detendrá.
Van por la restitución. El gobierno debe volver a los de siempre. A sus patrones porque ellos ni siquiera son cuentapropistas.
Nada los detendrá, quieren echar del gobierno al usurpador kirchnerista, epítome de todos los males republicanos (es sabido –y no sólo aquí- que los métodos para salvar la república pueden no ser republicanos). Es el caso. Máxime ahora que perdieron su fe en los mecanismos electorales.
No opinan sobre Malvinas. El pronunciamiento es un verdadero papelón. Pero, ¿de qué hablan?
Dicen que usarán todo lo que puedan para provocar la destitución y están dispuestos a atentar contra el país. No hay consenso posible ni aún en temas de soberanía territorial.
Ellos se ofrecen contra la patria.
También quieren que los fondos buitres nos embarguen, que la sequía sea mayor, que la economía entre en depresión, aumente el desempleo, que exista déficit fiscal, que haya ajuste... y que le caigan las siete plagas de Egipto al pueblo argentino.
Todo será compensado por la liberación de las cadenas de la tiranía.
Esta postura no es inédita en nuestra historia. Sarmiento instando a Chile a reclamar el territorio cuyano y la Patagonia, el ejército grande integrado también por tropas brasileñas desfilando por Buenos Aires, Braden a la cabeza de las movilizaciones de la Unión Democrática, son unos brevísimos antecedentes de una sombría pero nutrida historia.
Es la misma clave de cada intervención de Magnetto. Ya dejaron de hablarle a los argentinos, rendidos ante lo que interpretan como la resistente barbarie popular. Ahora le hablan a los de afuera. La SIP y otros foros de tal calaña son los destinatarios de sus mensajes. Apelarán a que la ONU, Estados Unidos, Gran Bretaña o cualquiera de las potencias civilizadas ponga orden en estas pampas.
Vimos recientemente las apelaciones de Carrió, Sanz y Macri a que Estados Unidos intervenga más activamente en política interna.
Hoy no es recomendable esta actitud. Nunca fue recomendable, por supuesto, pero hoy menos. Las innovaciones que las potencias imperiales aplicaron en Libia resultan verdaderamente devastadoras para los pueblos.
Quieren (necesitan) provocar un incidente (muchos incidentes).
Que lo exhiban públicamente cual pornógrafos, que lo griten, no puede evitar nuestra firme denuncia de este ataque al pueblo argentino.

sábado, 14 de enero de 2012

CELAC: ¿Estarán las derechas a la altura?

Por: Carlos Almenara
Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro
c.almenara@hotmail.com

El lunes 9 se reunió en Santiago de Chile la troika que se acordó en el cónclave constitutivo de la CELAC – Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Se trató de la reunión de cancilleres de Chile, Cuba y Venezuela en que se definió la agenda 2012 del organismo.
Va tomando forma de este modo, en términos de funcionamiento permanente, el organismo continental y caribeño que excluye a Estados Unidos y Canadá. Participan del mismo todos los países de América Latina y Caribe. Todos, menos Puerto Rico por ser estado asociado a Estados Unidos.
Fue un extraordinario logro diplomático y estratégico de los pueblos que Martí llamaba Nuestra América. En él tuvo un rol protagónico el presidente bolivariano Hugo Chávez. Pero, ¿por qué participaron todos?
Está claro que para Hugo Chávez es una aspiración permanente unir al continente. Esa aspiración es compartida por los países del ALBA. Hay gobiernos como el argentino, el uruguayo, el brasileño y muchos otros para los que la integración latinoamericana está permanentemente presentes en su ideario. No sorprende para nada que ellos estén.
Pero no estuvieron sólo ellos. En el continente no todos los gobiernos piensan igual. Lejos de eso.
Estuvieron países, representados por gobiernos, que trabajan (suplican) cotidianamente firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. O que los tienen. Estuvieron en la presentación de la CELAC gobiernos que están en las antípodas de Chávez, gobiernos a los que no les interesa ni un poquito la unidad latinoamericana, ¿Por qué estuvieron?
Estuvieron porque les conviene.
Les conviene por muchos motivos, entre otros, porque era muy difícil argumentar la ausencia como gobierno ante sus propios pueblos. Les conviene por marketing hacia adentro. Pero también estuvieron porque les conviene a sus países.
Un caso ilustrativo de este tipo de razonamiento es el del presidente colombiano Juan Manuel Santos. Habiendo sido ministro del anterior presidente, Álvaro Uribe, Santos condujo un viraje político que llevó a una distensión de las relaciones con Venezuela. Gestionó las negociaciones nuestro ex presidente Néstor Kirchner. El razonamiento de Santos fue muy práctico: la economía colombiana se resentía fuertemente si dejaba de comerciar con Venezuela.
El caso de México, también con un gobierno de derecha, con un TLC (Tratado de Libre Comercio) con Estados Unidos, es demostrativo. Explícitamente México ha planteado la necesidad de un mayor acercamiento a América Latina, perplejo por no poder resolver las crisis que le llegan desde el norte, en forma de restricciones económicas, condicionantes políticos y violencia.
Seguramente esta es la lógica que ha inducido muchas presencias en la CELAC.
Una de las especulaciones fue –y sigue siendo- hasta qué punto puede la CELAC reemplazar a la OEA. Los países del ALBA y aquellos con gobiernos más compenetrados del ideario de unidad de Nuestra América postulan una CELAC fuerte que avance todo y lo más posible. Los países con gobiernos de derecha, tienen una posición menos decidida. Hay presiones muy fuertes de Estados Unidos que algunos gobiernos no pueden soportar. Pero tampoco pueden dejar de estar.
Esta tensión se hizo visible cuando se discutió si se podía votar o no en la CELAC. Finalmente se fijó momentáneamente que las decisiones se tomarán por consenso. Se notó también en la elección de las próximas sedes de las cumbres que mantendrán equilibrio entre gobiernos de derecha y progresistas: Chile, Cuba, Costa Rica.
Es un proceso que recién empieza y plantea muchos retos.
A las derechas les plantea un desafío que si no novedoso, aparece como más evidente.
Las derechas contaron para la acción política interna en nuestro continente con la mano imperial que actuaba de asistente de su praxis. Cuando no pudieron controlar los gobiernos con los votos, recurrieron a los golpes de estado o incluso a las invasiones. El último caso, el derrocamiento del presidente hondureño Manuel Zelaya con complicidad de sectores de la administración estadounidense. Pero no sólo eso, las agresiones sistemáticas a cada uno de los países del ALBA y a los gobiernos que pretenden autonomía incluyendo Brasil y Argentina, fortaleciendo los grupos opositores. En fin, situaciones bien conocidas de prácticas imperiales en las que las oligarquías locales, las derechas locales, son los socios de la embajada yanqui.
Aparece claramente visible el siguiente dilema: si las derechas, y los gobiernos de derecha, siguen el “caminito yanqui” (seguidismo político, apertura económica, tratados de inversiones, tribunales en Washington que diriman los conflictos, con suerte TLC), si siguen ese camino, van al desastre. Estados Unidos no es una esperanza para la economía de ningún país. Sí lo es Asia, los BRICS, América Latina.
Esta ambigüedad es una oportunidad muy interesante. Porque muestra que el camino ideal de las derechas es un fracaso. Seguramente habrá quien diga que eso estuvo claro siempre. Lo que no era tan claro era que la opción por la “locomotora económica yanqui” implicara quedarse estancado sin combustible en medio del camino.
¿Dónde está la ambigüedad? Las derechas necesitan a Estados Unidos para hacer política interna, pero si aceptan este “internacionalismo” están condenadas a darle la peor opción a su país.
Este dilema trae por contraste evocaciones de la discusión sobre el internacionalismo que se le presentó a la izquierda en la previa de la primera guerra mundial y donde fue protagónica Rosa Luxemburgo. La izquierda, internacionalista, la que pregonaba la unidad de los obreros del mundo, según sostenía el grupo de Rosa, no podía participar de las guerras que suponían enfrentar obreros alemanes con obreros franceses por conflictos de sus burguesías.
Otros sectores de la izquierda pensaban lo contrario, la izquierda no podía abandonar a sus connacionales, a su patria cuando ella más los necesitaba. Esta discusión hizo estallar la izquierda alemana, para cuya parte mayoritaria primó la lógica de la nación sobre la lógica de la clase.
Las naciones se impusieron a la clase.
La contracara de este dilema es el que se le presenta hoy a las derechas latinoamericanas. Si apelan al cipayismo de ofrecerse al servicio colonial los resultados los pondrán en problemas, si no lo hacen, no podrán apelar a que “la embajada” les solucione la política interna. Con el agravante que el imperio al que ellos aspiran a representar sólo tiene bombas para ofrecer.
En esta ambigüedad (en sentido dialéctico de W. Benjamin) hay una de las claves para el fortalecimiento de la CELAC. Como se ve en los hechos, los más preclaros líderes de la región han percibido que hay que avanzar sobre las derechas para que decidan apostar a la región.

martes, 10 de enero de 2012

Magnicidio simbólico

Por: Carlos Almenara
Presidente EDE Mendoza en Nuevo Encuentro

Hemos visto la cobertura del grupo Clarín sobre la enfermedad y la operación de la presidenta. Siempre es bueno aclarar que Clarín no es sólo el diario de ese nombre sino un conjunto de medios de televisión abierta, televisión por cable, radios, múltiples diarios no sólo en Capital sino en todo el país, internet. En conjunto reúnen cerca del 60% del impacto mediático en el país. Ese grupo, todo ese grupo, sin diferencias, reflejó, como ocurre casi siempre, homogéneamente, la evolución de la salud de la presidenta.

Un caso, que representa la línea general de la cobertura, es el de la tapa del diario Clarín del 8 de enero que como noticia principal en primera plana titula: “La presidenta fue operada por un cáncer que no tuvo”. Se han dado múltiples respuestas a esta cobertura correctamente enfocadas, una de ellas a cargo del Secretario General de la Presidencia.

¿Ahora bien, por qué Clarín pierde todo decoro al tratar este caso? Ni siquiera La Nación ha seguido esta línea. Es una situación de flagrante vulneración de toda convención social acerca del respeto mínimo que brindamos a cualquier enfermo, incluso a cualquier diagnóstico médico. No de la presidenta, de cualquier persona que padezca una enfermedad. Es decir, todos, incluso los medios, cuando aparece una enfermedad estamos llamados a un mínimo recato. ¿Por qué no Clarín?

Porque en este caso se revela claramente el mismo juego que viene haciendo desde 2008, un juego destituyente, peligrosísimo para la democracia. La utopía de Clarín es impulsar una pueblada que eche a cacerolazos y protestas a Cristina de la Casa Rosada, casi lo consiguen en 2008 y es lo que siguen intentando.

Pero es necesario llamar la atención sobre la violencia de estos recursos discursivos. Por si hace falta aclararlo, la tapa de un diario como Clarín, acompañado por todo el impacto de sus medios, produce un efecto de legitimación de los discursos. ¿Qué le dice Clarín a los suyos? No nos detendremos ante la enfermedad, ni ante la muerte. Por supuesto, es inmediata la evocación de las pintadas contra Evita.

Es una situación realmente muy grave y por eso el monopolio Clarín no es asimilable a otros grupos. Teniendo posición dominante como tiene debería bastar para desarmarlo, pero más que eso, es un grupo que hace uso de esa posición instigando simbólicamente al magnicidio.

En 2011, durante una visita de la presidenta a la presidenta a la provincia de Mendoza, aparecieron en la versión digital de Diario Los Andes (propiedad de Clarín) comentarios de lectores que instaban al magnicidio. Consultada para una radio la responsable del medio, refunfuñó generalidades, pero sacó esos comentarios de la web. Eso debió haber sido materia de investigación criminal. Suponiendo que no fueron ellos mismos quienes los publicaron (recordar cómo Clarín contrató los telemarketers de la agencia Carlos Souto para hacer tareas de este tipo), ese tipo de comentarios son el corolario natural del discurso de Clarín.

Esto es lo que está detrás de la cobertura de Clarín. Una arenga a la tropa. Una instigación a no detenerse ante nada. No podían mostrar decoro, sería leído como un límite, una regla que respetar en la disputa. Y está visto que no respetan nada, ni reglas ni leyes (como en el caso de Cablevisión, como las cautelares), ni personas, ni vidas (como en la apropiación de Papel Prensa), ni a sus audiencias a quienes mienten sin pudor. Han descripto su objeto de deseo como el mal absoluto y no se detendrán ante nada.

Desentrañar esto, como la denuncia pública en las épocas oscuras, no constituye un regodeo tétrico, sino que intenta exorcizar una amenaza bien calculada por sus responsables y su equipo semiótico. Es imprescindible seguir desenmascarando a estos propagandistas de la muerte que no deben seguir humillando al pueblo argentino ni a su democracia.

jueves, 5 de enero de 2012

Ubicuo, un argentino resbaloso

Por: Carlos Almenara
Pte. EDE – Mendoza en Nuevo Encuentro
c.almenara@hotmail.com
Enero 2012

Ubicuo acusa al gobierno nacional de confrontativo. Lo hace insultando a la presidenta con una violencia que no vimos nunca antes.
Dice que el gobierno nacional utiliza políticamente los derechos humanos y nada se cuestiona al hacerlo codo a codo con los defensores del genocidio.
Dice que siempre defendió que las jubilaciones fueran estatales o que criticó las AFJP, pero, por supuesto, se opuso a su estatización.
Ubicuo pide el 82% del salario del activo para los jubilados. No lo interpela su oposición a la estatización de los fondos jubilatorios, sin lo cual es abstracto discutir esta cuestión. A Ubicuo, ser trans-ideológico, nada le importa que la jubilación calculada sobre la base del salario del activo agrande la brecha entre jubilados ricos y jubilados pobres porque Ubicuo dice que esto se haría en nombre de la justicia social.
Ubicuo critica la Asignación Universal por Hijo por no ser “suficientemente universal” y dice además que la idea fue de otros. Dice que la idea fue de otros pero también que ésta “no es” la idea de otros. Le asigna importancia decisiva a la idea, no así a la decisión política de invertir miles de millones. No le genera ninguna inquietud su oposición a la estatización de los fondos jubilatorios sin la cual hubiera sido imposible la medida.
Ubicuo defiende la libertad de prensa. Le indigna 6, 7, 8. Es bien conocida la posición de Ubicuo en estos temas aunque a los que queremos contestarle nos sea infinitamente más difícil publicar.
Ubicuo defiende la intervención estatal en economía pero se opuso a la estatización de Aerolíneas Argentinas y de varios servicios públicos.
Dice que los subsidios a los servicios públicos están mal, pero su eliminación implica un tarifazo.
Dice que las retenciones a las exportaciones de granos castigan a los pequeños chacareros, pero no explica cómo su eliminación deterioraría a la industria argentina y al financiamiento estatal. Tampoco explica por qué es justo garantizar rentabilidad extraordinaria a un sector.
Dice que el Estado gasta mucho, tiene déficit y dice también que no hay plata suficiente para educación, salud y vivienda.
Ubicuo dice que Argentina está aislada del mundo pero critica que se apliquen medidas similares a países desarrollados.
Dice que el gobierno no hace nada para evitar piquetes y cortes de ruta, dice que habría que reprimirlos, dice también que el gobierno nacional es represivo.
Ubicuo sabe dónde está el poder: lo tiene la presidenta. Aún cuando pudiera tener una formación “clasista” para él no hay clases, no hay corporaciones, no hay grupos económicos y comunicacionales con poder. Está claro, el poder lo tiene la presidenta.
Ubicuo ataca, insulta, agrede a los dirigentes del gobierno nacional y a sus seguidores pero cuando le preguntan por los que él votó, dice que no está atado a nadie.
Ubicuo acusa al gobierno de corrupción. Considera un atentado al sentido común que le pidan pruebas. No le parece un argumento válido recordar cómo las oligarquías atacaron, con el pretexto de la corrupción, cada uno de los procesos populares en nuestros países.
Cuando está inspirado, Ubicuo califica al gobierno nacional como uno más que no cambia estructuras, igual que los que pasaron y que los que vendrán en el sistema capitalista. No ve ninguna politicidad ni conflicto en torno a desarrollar la industria argentina, las economías regionales, el mercado interno, el trabajo; aunque estas cuestiones sean las que regaron de sangre nuestra patria en sus doscientos años; para Ubicuo, cuando filosofa, no es más que un simulacro, una pantalla que oculta la verdad. Ubicuo puede sostener esto aún no siendo él mismo marxista. O sí, ya lo sabemos, trans-ideológico.
Ubicuo es locuaz a la hora de categorizar al gobierno nacional. Para él es indistinta o alternativa o simultáneamente: populista, montonero, comunista, conservador popular, kirchnerista, peronista, demagogo, dictador, tirano. Según el momento, la audiencia y, básicamente, la categoría que Ubicuo considere más despectiva en ese momento.
La facetas más violentas de cómo se construyó y legitimó este ideario ya las hemos analizado en otras ocasiones y tienen como causa fundamental la concentración de la comunicación masiva. Sin embargo, es necesario insistir en su deconstrucción para recuperar la posibilidad de una alteridad política democrática.
Lo que en el “lenguaje de asamblea” podría nombrarse como que “te corran por derecha y por izquierda al mismo tiempo y las mismas personas” implica la imposibilidad de confrontar proyectos, la condena a la chicana como único recurso, al ardid, a la manipulación de los argumentos en función del engaño.
Hay necesidad en la democracia argentina de reconstruir la deliberación en el espacio público. Ello requiere que cada quién se haga cargo, que asuma un lugar de enunciación, un compromiso con la coherencia mínima exigible en los argumentos, en lo posible con remisión a los hechos.
Está todo dado, o lo estará muy pronto, para que Ubicuo deje de cacarear y comience a discutir como corresponde.