martes, 3 de noviembre de 2009

Comentarios sobre la asignación universal por hijo

La asignación por hijo de trabajadores desocupados, informales y no trabajadores implica la creación de un derecho extraordinariamente importante, quizá (como derecho social) el más relevante en décadas.
En términos de política social, desde la aparición de los “estados de bienestar” hubo una dicotomía de modelos entre el anclaje de los derechos sociales en la ciudadanía y por ende de carácter universal e igualitario; o el anclaje en el trabajo y en consecuencia desiguales en función de los aportes individuales, y otras particularidades. El primer peronismo fue un caso típico del segundo modelo, y reflejó en Argentina un proceso exitoso de cobertura social llegando a una, ahora añorada, distribución del ingreso por mitades entre capital y trabajo a comienzos en los setenta.
Aún así por las desigualdades internas que se producen (no es lo mismo el convenio colectivo de un sindicato con poder que el de uno raquítico, además de otras cuestiones), personalmente me manifiesto partidario de que los derechos sociales tengan anclaje en la ciudadanía y no en el trabajo. Finalmente, de modo necesario, la lógica del trabajo es desigualitaria: “A cada uno según su trabajo/capacidad/logro”. Aún en comunidades pequeñas fundadas en ideas fraternales la división de las tareas y roles rompe lo que de igual tiene esa comunidad y establece una jerarquía, también en los ingresos materiales o simbólicos.
Si a esto agregamos que aparentemente el trabajo ya no es lo que era, que resulta mucho más difícil crearlo y que convivimos crónicamente en todo el mundo con tasas de desempleo alarmantemente altas para los estándares de hace 30 años, pareciera aún más claro que un derecho destinado a paliar la pobreza y la indigencia no podría anclarse en el trabajo y menos en el trabajo formal.
La nueva asignación por hijo va en sentido de la universalización y en el de la creación de un derecho ciudadano.
Ahora, y destinado a contrarrestar algunos discursos:
Del dicho al hecho: Eso que dicen algunos “opositores”: que es letra de ellos; no es cierto, pero aunque lo fuera, como idea es bastante simple, lo audaz es tomar la decisión política de destinar una masa muy importante de recursos a esta política social. Los que gobernaron antes por lo que hicieron y los que aún no gobernaron por sus juntas y sus dichos desdicen que tengan intención de destinar dinero a los pobres. Parece que su agenda real tiene otras prioridades.
Si el trabajo no se pone como centro volvemos a Menem. A pesar de que sostengo arriba y ratifico, que para cierto piso de igualdad los derechos tienen que fundarse en la ciudadanía y no en el trabajo; si no hubiésemos tenido un gobierno con sesgo productivista como el de Néstor y el de Cristina Kirchner la crisis internacional nos hubiera impactado de modo fulminante y, ciertamente, esta puja refleja la tensión de siempre en Argentina: resignarnos a un modelo agroexportador que nuestras oligarquías impulsan desde nuestra alborada nacional o impulsar el desarrollo nacional. Una vertiente crítica a esta propuesta (por ej. Carrió) demuestra cómo la crítica por “falta de universalidad” se entronca con el desprecio a cualquier alternativa productiva nacional y la aceptación complaciente del supuesto rol de productor de materia prima que “El Señor” asignó a nuestro país (con Prat-Gay, economista de la banca internacional, como custodio/angel guardián de su compromiso). Es decir la crítica de Carrió es también una crítica a que el trabajo esté en el centro del discurso político. Por esto es saludable y necesario que al mismo tiempo que presenta esta iniciativa “más universal”, la presidenta ratifique como hizo su compromiso con la creación de trabajo digno. Lo es por la posibilidad del desarrollo nacional, cuestión ausente en los discursos “opositores”.

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