miércoles, 20 de octubre de 2010

Teoría C

Por: Carlos Almenara
c.almenara@hotmail.com
Octubre de 2010

En “El lado humano de las organizaciones”, de 1960, Douglas McGregor formuló dos modelos típicos o prototípicos para explicar lo que luego se llamó estilos de dirección. McGregor describió organizaciones que eran gestionadas con políticas que suponían ideas pesimistas acerca del hombre y su motivación; y otras en las que ocurría todo lo contrario. Planteadas como extremos de un continuo la Teoría X y la Teoría Y sirvieron para modelar concepciones sobre cómo administrar y reflejaron concepciones antropológicas.
La Teoría X se manifiesta en las concepciones más tradicionales de la administración y contiene una serie de supuestos sobre las personas.
El hombre es indolente y perezoso por naturaleza, evita el trabajo o hace lo mínimo posible. Le falta ambición, evita la responsabilidad. Las personas son ingenuas y sin iniciativa. En consecuencia, la administración debe controlar y dirigir estrechamente a las personas con estímulos económicos o amenazas de castigos.
La Teoría Y, que para McGregor refleja la concepción moderna de la administración, supone lo contrario de la primera.
El trabajo es una actividad tan natural como divertirse o descansar. A las personas les gusta tener algo que hacer. Buscan y aceptan responsabilidades y desafíos. Son creativas y competentes. En consecuencia, pueden ser automotivadas y autodirigidas. La dirección deberá crear las condiciones que estimulen el desafío, entre otras cosas, mediante descentralización de las decisiones, ampliación del cargo, participación y autoevaluación.

Estilo Clarín
Con la importancia asumida por la comunicación y especialmente por la situación que vive el país dado el ataque sistemático a la población por parte de Clarín, perfectamente podemos formular la Teoría C, cómo ve Clarín al argentino promedio, de qué quiere convencerlo, cómo quiere que actúe, cómo manipula su deseo y cómo consigue que reaccionen ciertos argentinos.
Así, tentativamente, el estilo C, basado en el hombre C, podría consistir en:

1. El argentino promedio carece de interpretación y participación política. Interpreta el mundo a partir de su acceso a las noticias. No tiene pasado, ni historia. Lo afirmado ayer puede ser negado hoy sin menoscabo. No contextualiza lo que se le informa. Es generalmente pasivo, salvo cuando reacciona estilo “manada”.
2. Es menester proveer una interpretación de los hechos a la gente. Esa interpretación o bajada de línea no sólo se hará en programas políticos sino que se hará incluso con mayor provecho en noticieros u otros formatos que no den lugar a la polémica explícita. Para el éxito de esta interpretación es requisito un proceso de concentración multimediática que presente a ésta como la única interpretación posible/sensata.
3. El argentino medio teme, goza, lucha. Teme a la inseguridad, lo que lo retrae al fuero privado y lo encapsula. Goza entretenimiento televisivo en un círculo de proximidad, amenidad, eros y thánatos, sexo y deportes. Todo recoletamente recogido en su hogar. Lucha cuando nosotros, su vínculo con el mundo, provocamos un estallido colectivo al mostrar el rostro de lo intolerable. Nosotros, Todos Nosotros, que hacemos el mundo, señalamos a los antisociales, enemigos de la gente.
4. Nuestra oferta cubre todo: papel, ondas sonoras y visibles, cables para ver y oír y cables para navegar. Eros y thánatos, canales de sexo, programas de sexo, programas solidarios, canales de deportes, canales de noticias. 24 horas. Todos los días. No podemos abandonar, quitarle el mundo a nuestro pasivo cliente.
5. El argentino es patriota. Le construimos una patria y lo hacemos celoso defensor. Aunque sea en nombre de la Coca Cola lo llamamos a defender a la patria. O podemos construir una patria más democrática. Porque qué es la patria sino los otros de nuestra comunidad, esos otros que dicen lo mismo que nuestros periodistas, que dicen lo mismo que ese argentino medio que, en definitiva, nosotros construimos. Y, sobre todo, le fabricamos el enemigo, el usurpador. Esta nueva y superadora versión del maccarthysmo es simplemente irresistible.
6. El argentino medio no tiene espíritu crítico. Pero si cometiéramos algún error, si algo fallara, se subsana sacando el tema de nuestras noticias. Siempre tendremos un grupo de políticos que saben que solo en este juego tienen algún destino y nos defenderán con uñas y dientes. Y alternativamente nos presentaremos como los campeones de la libertad de prensa. Nos presentaremos como víctimas del autoritarismo.

Una nota adicional a la Teoría C, con la que cuenta el monopolio, es que ante esta teoría no faltará el hombre C que responda con la formulación de una teoría K que no será otra cosa que un compendio de prejuicios y odio concentrado en defensa del estilo de vida de Todos Nosotros.
El hombre C es el supuesto que orienta la gestión pero es también una profecía autocumplida. Entender su funcionamiento es un requisito para pensar en otras profecías, pensar en la construcción de la cultura popular y en otras utopías.

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