lunes, 11 de octubre de 2010

Reconstruir el debate público

Por: Carlos Almenara
c.almenara@hotmail.com

Cuando se robaron la discusión
La asonada del poder concentrado iniciada en 2008 ha sido vencida. Por lo menos ésa asonada. Un intento destituyente sustentado en un lock-out patronal, colaboración política, pero fundamentalmente liderado por el grupo de medios que con posición dominante y prácticas monopólicas controla más del 60% de la comunicación pública en Argentina.
El fracaso de la intentona acompañado de la continuidad relativamente disimulada de la farsa, no permitió esclarecer suficientemente lo que estuvo en juego, pero luego de los intentos de golpe de nuevo cuño, padecidos en Venezuela, Honduras y recientemente en Ecuador, el caso de Argentina en 2008 no puede dejar de percibirse en clave de complot. Incluso la continuidad del vicepresidente con su rol por lo menos ambiguo no resiste la mínima reflexión.
Por caso, ahora en una muestra más de locura, Clarín y La Nación boicotean el Censo. Llaman a la gente a no contestar. La comunidad democrática tiene que empezar a reconstruir los pactos para poner límite a esta indiscriminada violencia contra el estado de derecho y contra la sociedad.
Pensamos que hay que seguir denunciando sus atropellos y terminar con ese monopolio infame que tuvo el sistema político de rodillas.
Pero están acabados. Será muy difícil que renazcan. Porque su problema no es con el gobierno, es con el pueblo. Esperan ganar con sus candidatos “opositores” el año que viene pero aunque lo consiguieran, que no lo harán, ellos están fritos.
Esta lucha ya está en la memoria del pueblo.
Así que tenemos que empezar a recuperar el debate público que secuestraron.

La palabra, la fundamentación
¿Cómo funciona hoy la deliberación? No funciona.
Hasta hace un tiempo para los políticos “opositores” por ejemplo no había repreguntas.
Podían decir las tonterías más grandes, las barbaridades más inconexas, pero todo era permitido si se inscribía en un relato general que los presentaba como cruzados de la gesta para derrocar la dictadura autoritaria de los Kirchner y decían esto por televisión para millones (lo cual es una contradicción en sí mismo).
Ahora aparecen algunos periodistas que preguntan, ellos dirán con sorna, no leo ese medio, no veo ese programa... Nunca darán razón de su acción.
Este es sólo un caso y no el más relevante. Hemos dado cuenta parcial de este proceso en artículos anteriores disponibles en internet.
Pero a la hora de reconstruir el debate público, hay que retomar la necesidad de dar razón de lo que hacemos.
Y no sólo la derecha. En Mendoza la conducción de ATE no ha dado cuenta de cómo puede entenderse su alianza con la estructura política del cobismo. Y el cobismo tampoco ha dado cuenta. ¿Cómo es esto? Perfectamente pueden hacer una alianza pero hay que explicarlo.
El poder tradicionalmente no explica, actúa. Hace. Allí, en su hacer manifiesta su ideología. No necesita explicar. La democracia necesita explicar. La deliberación, el debate público necesita razones. Ya dijimos, estamos desentramando la imposición y el silencio que nos impuso Clarín. Ahora hay que volver a explicar razones si queremos recuperar la democracia.
Otra cuestión importante para la que también sirve el ejemplo anterior: la metáfora de la ingeniería. Si levantamos una pared aquí, si colocamos ladrillos en esta pared de aquí, salvo una explicación que a priori parecería sorprendente, no podemos aducir que estamos levantando la pared de enfrente. En todo caso, nuevamente será necesario explicar.
Por supuesto, hacemos mención a las raras alianzas que no se explican y que cuando se lo hace se presenta una patente contradicción en sus términos.
Recuperada la fundamentación será necesario exigir verdad, exigir que los discursos no contengan mentiras flagrantes. Pero para exigir verdad, primero hay que recuperar la fundamentación. Es cierto que no hay una única verdad universal, pero también que hemos asistido al paroxismo de la invención y la manipulación mediática.

La prioridad de los hechos
A nuestro entender la máxima central y ordenadora de la recuperación del debate público es dar prioridad a los hechos.
No es que como decía Piero allá lejos: “las cosas se cuentan solas”. No, si hemos corroborado algo estos últimos dos años es la posibilidad de inventar interpretaciones absolutamente desconectadas de lo real cuando se tiene suficiente poder comunicacional. Las cosas no se cuentan solas, hay que contarlas, hay que relatarlas. ¡Pero hay que relatar algo de lo real! Debe haber algún correlato fáctico del relato.
Nada esencial, pero dadas las experiencias, vamos a los hechos.
Si se lee a los escribas del monopolio sólo se encontrará referencia a lo subjetivo, cómo (en sus sueños) Kirchner fue derrotado, cómo sufrió, cómo se va a morir, cómo es tan maltratador, cómo ataca, impone... Una risa. No hay un sólo hecho.
No hay ninguna categoría con la que las ciencias sociales intentan explicar la realidad. Es todo anecdótico. No estamos criticando al periodista que vuelca información de sus fuentes en sus notas, no, estos escribas tienen poco de eso. Pero explicar lo que pasa es algo que mucha gente intenta hacer hace tiempo y para ello suelen utilizar categorías, conceptos, con cierto grado de elaboración, de agregación. Estos “periodistas”: Morales Solá, Grondona, Tenembaum, Lanata, Van der Kooy, Castro y tantos otros; lo desconocen. Todo es anecdótico. Todo es subjetivo.
Podrían crear categorías, celebramos la posibilidad. Jauretche proponía animarnos. Pero no, ellos no tienen tal pretensión.
Utilizar las categorías de las ciencias sociales es otro puntal para recuperar el debate público. Categorías como clases sociales, cuestiones organizacionales, la lucha institucional por el poder, culturas partidarias, tradiciones, la contextualización e historización de las temáticas o como mínimo, las estadísticas, son fundamentales. No decimos nada nuevo, hace tiempo que si hay que explicar lo que pasa se recurre a ellas, pero en este tiempo de excepción el monopolio secuestró también la explicación de lo social.
Preveemos cuestiones problemáticas para recuperar una deliberación apoyada en los hechos, en lo real. Una de ellas es la de los políticos profesionales. Todas las sociedades complejas tienen políticos profesionales y probablemente ello sea necesario y deseable en tanto se especializan en un ámbito de acción con especificidades propias. Pero el juego de la diferenciación a la que se ven compelidos los políticos profesionales genera un problema para lograr la preeminencia de los hechos. Por caso, hay quienes alteran radicalmente su discurso en tanto les toque ocupar el rol de oficialista u opositor. Ese clivaje ha sido muy dañino en nuestro sistema político, básicamente ha derivado siempre en la concentración de la riqueza y el poder.
En fin, habrá que ir señalando los problemas de un debate que no suponemos idílico, ni fácil, ni impoluto. Tampoco suponemos el triunfo necesario de la razón.
Simplemente proponemos recuperar la lógica, la consistencia del relato que nos aleja de la locura a la que pretendieron llevarnos. Hacerlo en el debate público.
Porque, además, hay cosas verdaderamente complejas para discutir. La realidad no es simple.
Para abarcarla o para incidir, lo primero es recuperar nuestra palabra, con cordura, con coherencia. Dar razones.
Ni más ni menos que reconstruirnos la democracia.

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