miércoles, 19 de octubre de 2011

Platón contra los excluidos

Platón contra los excluidos

Por: Carlos Almenara
Presidente E.D.E. (Encuentro por la Democracia y la Equidad) – Mendoza
en Nuevo Encuentro
c.almenara@hotmail.com

La belleza se manifiesta en la idea de belleza. El mundo sensible sólo puede corromper la perfección de la belleza manifiesta en la idea de belleza. Quienes invoquen a los sentidos para comprender la belleza sólo podrán ver sombras, visiones erróneas y deformadas.
El idealismo, en este sentido epistemológico (nada que ver con la encomiable lucha por, o en defensa de, ideales), sostiene que la verdad está en la idea, en el concepto decimos nosotros.
Esta lógica filosófica incide en la actividad política de varios modos, entre otros, a través de lo que llamamos “nominalismo”.
Es cierto que la construcción identitaria, ese definir quiénes somos, qué queremos, requiere una dosis de idealismo. Una apuesta al concepto, al nombre que me une a los míos y me representa, aún sin beneficio de inventario. Claro que en una actividad como la política el riesgo de enajenación es inmediato.
Aquella “traslación de fines a medios” descripta por sociólogos y cientistas políticos en las primeras décadas del SXX muestra claramente cómo lo que se declama como fines, como bellos objetivos a alcanzar, no son muchas veces más que medios de las élites partidarias para mantener el poder.
Pensar que el idealismo epistemológico tiene cabida en la política es muy peligroso. Los totalitarismos, las negaciones radicales del otro han encontrado en esta mecánica un plafond, un sustento para todos los prejuicios, las discriminaciones y las persecuciones.
¿A qué llamamos nominalismo esencialista?
Los “A” son “tal cosa”. Un buen idealista, y estamos rodeados, es absolutamente resistente a que la realidad demuestre lo contrario. Se relaciona con el mundo ideal, no con el de los hechos. El mundo de los hechos corrompe, el de los conceptos es puro.
Si los “A” son “tal cosa” no hay manera de desmentirlo. No, al menos, desde las pruebas.
Vale decir que esto mismo puede argumentarse desde otras teorías, por caso el existencialismo y sus antecedentes.
El bipartidismo
Un caso puntual de este tipo de dilemas se presenta con el bipartidismo. ¿Porque, qué se critica del bipartidismo?
Básicamente lo que muchos hemos criticado en el nombre del “bipartidismo” es un fenómeno bien concreto consistente en la cooptación por parte del poder económico de las élites que condujeron la UCR y el PJ y que llevaron a que sus candidatos no fueran más que distintas caras de un mismo proyecto. Ahora bien, sobre una base idealista no hay ninguna realidad capaz de satisfacer esta demanda. Siempre dependerá del inescrutable devenir de las ideas.
Sin embargo, sobre una epistemología realista, no puede evitarse una mirada por lo que pasa.
Si vemos que aparece un gobierno enfrentado a las corporaciones económicas, criticado por los mayores factores del poder real, de ese poder que en el pasado cooptó las dirigencias partidarias ¿no pondría esta verificación en cuestión aquella premisa de esa crítica al bipartidismo? ¿No sería esa una señal de lo insuficiente de nuestra teoría para explicar el funcionamiento del sistema?
No haremos un listado de cuestiones que se podrían plantear en la misma clave, desde los derechos humanos, la mirada integracionista latinoamericana hasta la recuperación de la política (dentro de lo que se incluye que tenga sentido escribir esto, lo que hace un tiempo hubiera resultado intrascendente)..
Sin embargo suele darse como respuesta el:
Empeño epistemológico
Hay teorías de lo social, estamos pensando en las izquierdas, que al tiempo que imaginan una sociedad futura, que ponen en el centro del desafío humano la preeminencia de valores, el primero la igualdad, explican el funcionamiento de las sociedades, en particular las sociedades capitalistas.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando puede verificarse empíricamente avances hacia la igualdad que no se han producido según la teoría por la que esa tradición preveía que debían producirse?¿O que no se han producido prohijados por los guardianes de la teoría?
Una respuesta posible, lamentablemente la más frecuente, es negar la realidad. La explicación (porque la vida en sociedad obliga a interpretar) gira en torno a una recursividad argumentativa, parte de un nominalismo que deriva en una media verdad, se suma un prejuicio, se le agrega una pizca de condimento ético para condenar una estafa no demostrada, un poco de chicana “nacional-flagelatoria” y el resultado es una reafirmación de algo que no era necesario someter a semejante esfuerzo. Si esto no funciona siempre queda el recurso al maximalismo. Bastaba con el recurso estilístico idealista por excelencia: los “A” son “tal cosa”. Nos movemos en el mundo ideal, ¿para qué contaminarnos?
Más incómodo es construir una izquierda política sobre la base del realismo epistemológico, sobre la base de la siempre turbia realidad sensible, sobre los pueblos concretos o en concreción, sobre los hechos y el acontecer de las sociedades.
Se pone en juego en estos dilemas la preeminencia de los juegos de poder y de status, el narcisismo de ciertas dirigencias o el compromiso con una gesta emancipadora popular.
No es esta una coyuntura cualquiera del continente. No lo es tampoco para la Argentina. No se necesita arriesgar mucho para identificarla como una ocasión única en 200 años. Asimilarla a experiencias anteriores para descalificarla es por lo menos injusto. Para los sinceros, para quienes luchan por expandir derechos, un error.

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