domingo, 13 de septiembre de 2015

Súper fútbol para todos

13 de septiembre de 2015
Entre el viernes 11 y el lunes 14 se juega una fecha especial del fútbol argentino. Se trata de un turno del torneo en que se enfrentan todos los clásicos.
Los partidos se ven en las canchas llenas y en millones de pantallas de televisión mediante la masificación cuasi incondicional que supone el programa “Fútbol para Todos”.
Las corrientes principales de la economía y de la ciencia política se fundan en la idea de que es posible establecer algún nivel utilidad o beneficio individual que se refleja en mercados (económicos o electorales) a los que hacen tender al equilibrio (mediante un precio). Sospecho de esa idea, no acuerdo con ella, pero considerémosla por un minuto como metáfora del funcionamiento social. El nivel de “utilidad” o “beneficio” o “disfrute” que alcanzarán vastos, vastísimos sectores de la población, marcaría picos, que si se pudieran medir como el rating serían récords inéditos, si hubiera un termómetro para medir “goce” social el mercurio saltaría.
¿Es el fútbol un producto cultural?
Decididamente sí. ¿Qué duda cabe? Tan así es que uno de los candidatos actuales apeló a ser presidente de un club para lanzarse a la política.
Además de cultural es un fenómeno deportivo, económico, de entretenimiento, político, social y muchas otras cosas.
Como bien social tan apreciado produce impacto en todas las áreas. Por caso, el principal grupo de comunicación hegemónica del país se quedó con la mayoría de los proveedores de televisión por cable a través del fútbol. No es un proceso muy lejano, Grondona, al que luego denostaron, otorgó al grupo Clarín los derechos de televisión. Con ellos, Clarín fundió a todos los cableros rivales y, de paso, sometió a la AFA.
¿Se puede tener una dimensión de lo que esto significa? Clarín se había quedado con el fútbol. Controlaba los horarios, los cruces, autorizaba al árbitro a dar inicio al partido...
Quien no pudiera pagarle a Clarín, se quedaba sin fútbol.
Clarín decidía quién gozaba del fútbol y quién no.
Si pudiéramos cuantificar el “beneficio” social percibido por sus “beneficiarios”, de la posibilidad de acceder a este bien cultural, se paga ampliamente el programa Fútbol para Todos. Y esto es mucho más de lo que recaudaba Clarín, porque todos los que no pueden pagar, que son los que menos tienen y que, por ende, ese pago más afecta proporcionalmente sus ingresos, también acceden a la satisfacción de ese deseo.
Esto sin considerar las externalidades que genera tener una sociedad donde un bien tan preciado es para todos, igualmente para todos.
En el fútbol también hay, básicamente, dos modelos.
Fernando Niembro, que sabe bastante del tema, decía hace pocos años: “Ud. no quiere pagar por ver fútbol, váyase a Cuba si quiere fútbol gratis”. Niembro quiere el fútbol para él solito. Como los 23 millones que le pagó el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Y encima nos manda a Cuba, que tiene muchas cosas lindas pero un fútbol pésimo.
Argentina tiene una extraordinaria tradición que viene desde principios del Siglo XX. Los clubes en el país congregaron comunidades, colectividades, sindicatos, ideologías, todas en proyectos comunitaristas. No fueron empresas. Desde los noventa quieren convertirlos en empresas. Macri fue un adelantado en esta idea, privatizó parcialmente a Boca.
El fútbol vuelve a estar en discusión y bien vale levantar toda la historia de organización existente en el país para demostrar que la vía empresaria no es ni el único destino posible, ni es indefectible y que además es un pésimo modelo, como muestran decenas de clubes estafados por sus “gerenciadoras”.
La explosión de júbilo popular, de festejos y amarguras, de alivios por los empates angustiosos, sentimientos igualitariamente extendidos, durante la fecha de los clásicos refleja ese valor anclado en lo profundo de nuestra tradición de que este pueblo mira mal a quienes se quieren quedar con la pelota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario