La calamidad que padece Argentina es
multicategorial pero podría sintetizarse sin pérdida de rigurosidad en el
fenómeno político llamado macrismo. Como toda etapa histórica,
reconoce continuidades, raigambres, ideas, culturas, políticas que Argentina ya
vivió y que reaparecen; y también rupturas, novedades radicales de este tiempo.
Que es un gobierno neoliberal, que es
conservador, que es autoritario, que miente descaradamente, ninguno de estos
atributos son novedosos en nuestra historia. Todas estas características, que
las tiene el macrismo, las analogará el analista con periodos diversos. Por
ejemplo el recientemente sembrado, Osvaldo Bayer, asociaba el macrismo a la
década del ’30. Muchos lo parangonan con la llamada “Revolución Libertadora”,
el golpe de estado que derrocó a Juan Domingo Perón. Se lo ha visto emparentado
a Onganía, a Menem por sus políticas. Y el clamor de la calle, con esa
profunda, misteriosa e inasible sabiduría popular: “Macri basura, vos sos la dictadura”. Todas esas comparaciones son
válidas y corroborables en multitud de hechos.
Lo que me inquieta, lo que quiero que desde
el campo popular desentrañemos, porque resulta imprescindible para el combate,
es lo nuevo del macrismo, que lo tiene y mucho.
Analizar todas las novedades sería, por
supuesto, una tarea que me excedería y requeriría mucho más que un sólo texto.
Algo nuevo del macrismo es el modo de mentir.
Nunca nadie mintió tanto. En realidad, no es que dijeron una, dos,... n
mentiras; es que no dijeron una sola verdad. Cada enunciado de Macri es
mentira. Pero no es simplemente mentira, es un engaño. No hay una sola
aseveración de Macri, Marcos Peña y ese grupo íntimo que no sea una estafa.
Cómo esto se produce, porque no es sencillo,
quedará para otra ocasión.
De lo nuevo que trajeron estos vendepatria,
lo que me causa más asombro es cómo pudieron constituir un gobierno terrorista
de estado con legitimidad (sin entrar en el asunto “fraude de 2015”) de los
votos y relativa continuidad de la burocracia estatal.
Es decir, estos tipos implantaron un régimen
de terror, de persecución y encarcelamiento a sus opositores con jueces y
medios, y no tuvieron que cambiar más que un par de jueces.
Eso me parece asombroso.
No me parece asombroso que practiquen la
persecución política, que encarcelen opositores o extorsionen gremialistas; me
resulta insólito que lo hagan a la luz pública con jueces y fiscales que
integran el sistema hace añares.
Por qué califico al macrismo como terrorista
de estado.
En Argentina deberíamos tener fresca esta
tipología. Consiste en utilizar todos los recursos estatales, violando el
estado de derecho, para perseguir un grupo político, gremial, étnico,
religioso, etc. Las garantías legales de ese colectivo no son respetadas y las
instancias estatales actúan confabuladas.
Es lo que ocurrió durante la dictadura. Pero
también lo que ocurre hoy. Que Gendarmería haya realizado una pericia trucha
para decir que a Nisman lo mataron e insidiosamente con Clarín y La Nación
responsabilizar a Cristina es un caso de terrorismo de estado.
La conversión de la UIF (Unidad de
Información Financiera) y la Oficina Anticorrupción en organismos de
persecución política es otro ejemplo de terrorismo de estado. Consiguen legitimación
de los jueces cómplices para actuar como querellantes y mediante la querella
tienen acceso a los expedientes que usan para cometer todo tipo de delitos
contra sus víctimas.
La difusión de las escuchas personales de
Cristina, con el famoso “yo, Cristina, pelotudo” es un claro ejemplo de
terrorismo de estado del que son partícipes los medios criminales.
La extorsión abierta, por ejemplo, a Pablo
Moyano, “si hacés tal cosa (un paro por caso) vas preso”, pero vas preso por
una causa que te armamos, es terrorismo de estado.
El caso de Santiago Maldonado es prototípico
del terrorismo de estado. No sólo por el hecho en sí, una desaparición forzada
seguida de muerte, sino por la cadena encubrimientos de la que fue partícipe la
canalla mediática. La conducción de Pablo Noceti y el ministerio de Patricia
Bullrich en ese crimen es ostensible, incluye la supervisión de los jueces
intervinientes por personal del ministerio.
El crimen de Rafael Nahuel, asesinado por la
espalda por Prefectura y el encubrimiento subsiguiente, es terrorismo de estado.
Los anteriores son las muertes más
resonantes, pero según el racconto de CORREPI, se cuenta más de un muerto por
día por violencia institucional en el gobierno Macri.
El listado es burdamente incompleto. No es
eso lo nuevo. Ya antes tuvimos asesinos en el gobierno. Lo nuevo es que hoy no
es autoevidente y requiere una lucha política por el esclarecimiento.
Hace falta mostrar que las vejaciones a las
que es sometida Milagro Sala y las decenas de presos políticos son incompatibles
con el estado de derecho y con la democracia (al menos que como la hemos
concebido desde 1983 y la entiende la Constitución).
La lucha contra el régimen debe ser frontal y
reparadora. Y la recuperación de la democracia y el poder popular requiere la
sanción ejemplar de todos quienes participaron de esta confabulación de
terrorismo estatal, incluyendo la confiscación de todo el patrimonio de la
familia Macri y la búsqueda de todos sus bienes ocultos a lo largo del mundo.
Un profundo análisis merecerá cómo dar vuelta
como una media el aparato burocrático del Estado para que sea imposible una
nueva humillación popular de estas características. Recordemos que la Justicia
argentina avaló las dictaduras.
Desde ya es imposible la coexistencia de
democracia y Grupo Clarín.
Demostrar lo que está a la vista pero aparece
de modo engañoso por los medios criminales y el complot terrorista de estado es
la gran tarea militante.
Recuperar la democracia requerirá que una
vez, al menos, haya justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario