Por Carlos Almenara
No sorprende que el primer viaje oficial de Javier Milei como presidente haya sido a Israel.
Los asuntos que pretendemos abordar son profundos, intrincados, complejos, pero la naturaleza del personaje nos lleva por recorridos, al menos, sorprendentes.
Vayamos por la cuestión “espiritual”.
El judaísmo es una religión y una cultura extendida por todo el mundo. Miembros de ese rito y cultura son algunos de los más prominentes pensadores y artistas que modelaron nuestros modos de ver y estar en el mundo, y nos generan profunda admiración.
La cuestión de si debe haber un Estado judío es un asunto que se empieza a plantear con fuerza con el sionismo de Theodor Herzl a finales del Siglo XIX. Luego de la II Gran Guerra e impulsada por el Holocausto, Naciones Unidas decreta la partición de Palestina en dos estados, uno Israel, el otro, precisamente, Palestina. Puede hacerlo porque ese territorio era colonia británica. El Reino Unido tuvo un rol activo en la promoción de la inmigración judía a esos territorios mucho antes de la guerra. Cuando la recién creada ONU toma su decisión, buena parte de las fincas ya tenían propietarios judíos que las habían ido comprando al ocupante británico.
Por ello, muy distinto es el judaísmo que el Estado de Israel. Hay judíos que no creen que deba existir un “estado judío”, hay judíos patriotas del Estado de Israel y hay no judíos que también defienden al Estado de Israel.
Hoy no es cualquier momento. Hay un genocidio en Gaza. Las cifras crecen a cada minuto, pero por la segunda ley de la termodinámica sabemos que, seguro, los muertos en esta operación superan los 28.000 palestinos, de ellos más de 10.000 niños. Todos civiles. Se habla de una guerra pero no es tal cosa. Guerra se le puede llamar a dos ejércitos que se enfrentan, no es el caso.
Gaza es un territorio sitiado al que resulta difícil o imposible hacer llegar energía, combustible o alimentos y que carece de Estado por bloqueo israelí. Por ello aparecen modos autoorganizativos.
Este es el contexto en que Milei va a alentar al ejército profesional israelí, uno de los más feroces del mundo, a que profundice la masacre. ¡Como si hiciera falta, si hasta hubo ministros israelíes que prometieron tirar bombas atómicas en Gaza! (torpeza que implicó la admisión del arsenal atómico israelí).
La cuestión palestina no tiene nada de religiosa es puro y duro imperialismo y colonialismo.
Volvamos a Milei. ¿Es judío?
En diciembre declaraba:
“No voy a la iglesia, voy al templo. Tengo un rabino de cabecera y
estudio la Torá. Se me reconoce internacionalmente como amigo de Israel. Estoy
a poco de ser judío, sólo me falta el pacto de sangre”
El pacto de sangre, por supuesto, es la circuncisión. No sabemos si en los últimos dos meses algo habrá cambiado.
Sólo dos puntas, puntitas, de indagación tenemos. La primera es un rumor de redes sociales, que tal vez, sea motivo de indagación entre rabinos y especialistas.
Al respecto, tenemos pocas fuentes para dilucidar el tema. Descartada Fátima Florez por motivos contractuales, sólo se puede acudir a quien desde la Casa Rosada definen como primera dama, Karina Milei. Ver: https://www.casarosada.gob.ar/informacion/conferencias/50343-conferencia-de-prensa-del-vocero-presidencial-manuel-adorni-desde-casa-rosada-13
En Israel, Milei utilizó lenguaje profético para loar el genocidio y la política racista del gobierno de Netanyahu.
En internet abundan los vergonzantes mensajes de Milei. Algunos de ellos:
Milei postea en hebreo prometiendo venganza: https://www.infobae.com/politica/2024/02/08/el-posteo-en-hebreo-de-javier-milei-desde-israel-con-un-fragmento-biblico/
Milei pide destruir la tercer mezquita sagrada del Islam: https://x.com/HoyPalestina/status/1756147409384517838?s=20
Milei promete trasladar la
embajada a Jerusalén violando la ley argentina: https://corta.com/embajada-argentina-en-israel-que-dice-la-ley/
La sangre del pacto
Argentina es un país importante
para Israel y mucho más para la ultraderecha israelí. Ciertamente, tiene una
colectividad judía importante que desde los años ’90 tiene varias
organizaciones representativas como la DAIA y la AMIA, las más visibles, conducidas
por la ultraderecha (israelí y argentina, es decir, representantes del partido
Likud y aliados en Israel y del macrismo en Argentina). Lamentablemente, en
lugar de representar a sus colectividades, tanto DAIA como AMIA decidieron
convertirse en reproductoras de los intereses de la política internacional de
Israel.
Tan importante es Argentina para
Israel como la incidencia israelí en la política argentina.
Dos atentados en Argentina
fueron decisivos para el sino actual de la política israelí. Claro, nos referimos
al atentado a la embajada de 1992 y a la sede de DAIA en 1994. Ninguna de
sendas investigaciones avanzó. Sobre 1992 hay una total opacidad porque el
encubrimiento de la Corte Suprema no halló ningún tribunal superior para
evaluarlo, pero sobre el de 1994 hay algo cierto, algo se sabe: se sabe que
hubo un encubrimiento poderosísimo.
Hasta años recientes en los
máximos cargos de gobierno hubo encubridores, o al menos, encubridores de los
encubridores. Uno de los numerosos escándalos del gobierno nacional de Mauricio
Macri fue que el funcionario que él designó a cargo de la Unidad AMIA, Mario
Cimadevilla, lo denunció por encubrir a los responsables de las bombas de calle
Pasteur al 600. Elisa Carrió, conocida socia política de Macri, también denunció
a su ministro Garavano por el mismo motivo.
Reputamos como los
investigadores más profundos del atentado a AMIA a Juan José Salinas, Daniel
Schnitman, Horacio Lutzky (guionista de la serie IOSI). Hay mucho material
disponible de los autores para profundizar. Nadie demostró nunca una relación
de Irán con aquel atentado, que es lo que dice la Cancillería israelí y la
investigación “oficial”. Lo que sí mostró Horacio Verbitsky es que 24 horas
después del atentado hubo un acuerdo Israel-Menem para “acordar una versión
común” según los cables de Cancillería.
Ubiquémonos en aquel 1994. En
Israel era primer ministro Yitzhak Rabin, quien había firmado el 13 de
setiembre de 1993 los Acuerdos de Oslo con Yasser Arafat, líder de la
Organización para la Liberación de Palestina. La paz aparecía en el horizonte,
pero esa paz era inaceptable para una ultraderecha en ascenso.
¿Qué podría desestabilizar las
negociaciones de paz?
Argentina siempre fue un buen
lugar. El sionista militante de ultraderecha Rubén Beraja, presidía la DAIA y
el Banco Mayo. El Banco Mayo estaba virtualmente quebrado y según múltiples
indicios había “desaparecido” la plata del cártel de Medellín aprovechando la
muerte de Pablo Escobar Gaviría en 1993. No se puede acreditar un solo caso de
explosiones como las de Pasteur al 600 a Irán, pero sí decenas al cártel de
Medellín.
Para la ultraderecha israelí los
intereses eran concurrentes. 1992 y las negociaciones seguían, 1994 y las
negociaciones marchaban.
El 4 de noviembre de 1995
Yitzhak Rabin encabezó un acto por la paz, al terminar Yigal Amir le disparó
por la espalda, lo asesinó. Se comprobó que Amir era un militante de la
ultraderecha, pero como no podía ser de otra manera, para la investigación
oficial fue “un loco suelto”.
Desde entonces no hubo paz en
Palestina.
Un plan siniestro del que
Argentina fue una parte importante. Basta decir que el rol de Alberto Nisman
hasta su muerte fue mantener bloqueada la investigación del atentado de 1994. Un vez muerto su rol, sirviendo otra
vez a la política exterior israelí, fue destituir a Cristina Fernández de
Kirchner, tarea en la que Israel puso todos sus recursos.
Por eso, aún sin circuncisión,
Milei ya tiene el pacto de sangre con la ultraderecha israelí. Mucha sangre,
que el degenerado parece dispuesto a hacer correr.
Dejó de ser el apátrida anarquista de que presume para convertirse en un patriota de una potencia extranjera que nos hizo y hace mucho daño.
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