domingo, 2 de noviembre de 2025

Un héroe bueno

 


Por Carlos Almenara

“Sobre el ring y en el fondo de su ignominia voluntaria, los luchadores de catch siguen siendo dioses, porque son, durante algunos instantes, la llave que abre la naturaleza, el gesto puro que separa al bien del mal y revela la figura de una justicia finalmente inteligible”.

Roland Barthes. Mitologías.


Este 30 de octubre Diego Maradona hubiera cumplido 65 años. Las redes sociales se inundaron de recuerdos del astro. Habiendo tantos maradonólogos serios no seré yo quien haga una reseña ni aporte nuevo material.

Lo cierto es que los cientos de videos que se publicaron muestran al genio del fútbol pero también a una persona sensible, humana, leal, comprometida con causas nobles. Dueño de un coraje que lo llevó a enfrentar el poder, perder reconocimientos que le correspondían y recibir ataques arteros y calumniosos. Basta verlo en imágenes, como la de este link, con niños con discapacidad, para vislumbrar la bonhomía de Diego.

https://x.com/DiezPerfecto_10/status/1820945337718083769

Hay decenas, cientos, de imágenes semejantes porque nunca fue una pose. Diego era bueno, sencillamente, bueno. Gaucho, de ayudar, de dar una mano cuando una causa lo conmovía, y se conmovía fácil.

El compromiso de Diego con Argentina ha marcado generaciones de deportistas, no sólo futbolistas, que representan nuestro país en competencias internacionales. Desde Diego, a pesar del negocio, los argentinos prestamos atención a la enjundia en el canto del himno o a quiénes defeccionan en las convocatorias.

Su creatividad, su inventiva para resumir en una frase breve y genial una situación sólo puede ser producto de un talento único, que, de algún modo, es el mismo que manifestaba en la cancha. Pero, además, de una raigambre cultural argentina hasta el tuétano. Diego no tendría tanta escuela pero siempre fue una esponja para aprender y conectar rápido.

“Lástima, a nadie, maestro”; “me cortaron las piernas”; “se le escapó la tortuga”; “a mi mamá la llevé a Disney y todavía piensa que estaba en la Salada”; “la pelota no se mancha”; y tantas más, son originalidades increíbles.

En tiempo de mentiras, disvalores, fake news, impostura y "héroes" sádicos, en momentos en que un mandatario del país ataca a un niño de 12 años autista, golpea ancianos cada miércoles, quita medicamentos a adultos mayores, produce decenas de muertes por falta de medicación oncológica, cierra comedores que asisten a gente con hambre al tiempo que empobrece el país; cuando ese tipo de personajes se ponen un disfraz de héroe de historieta, nada más adecuado que un Diego para dejarlos como lo que son, ridículos. Aunque dañinos, sólo ridículos.

Hablamos de figuras incomparables. Un ídolo que a partir de su talento proyectó su figura en el mundo con una ética solidaria; con un mediocre, aspirante a gerente de multinacional, que con una carpetita en la mano rinde cuentas a un amo imperial mostrándole como éxito el sufrimiento de un pueblo, un esperpento que usa disfraces, canta o actúa tonterías para llamar la atención. Perdón Diego, necesitaba usar tu nombre, cual ruego en una ermita maradoniana, con la esperanza que alumbre la justicia en nuestra Patria. Como un golpe de catch según el relato de Barthes. O mejor, uno de boxeo. Y que esta vez, los que esquilman al pueblo argentino reciban su merecido.



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