martes, 26 de enero de 2010

Haití: dolor y abusones

Haití: dolor y abusones
Por: Carlos Almenara*
23 de enero de 2010

Ver la tragedia
Hay que decir sobre Haití porque estamos ante un hecho fuerte. ¿Fuerte? ¿Esa es la palabra?
Empiezan los problemas. ¿Hay que decir, pero qué, cómo?
Hay hechos indecibles.
Hay horrores frente a los cuales toda letra, toda palabra es superflua.
Como dar el pésame. Cómo decir algo que tenga sentido y que abstraiga los decires de un burocrático protocolo. Que el acompañamiento sea acompañamiento. Sea para el deudo y no para el hablante. Cómo salir del ámbito de las imposturas, de la autoexpresión. Cómo decir sin que ese mensaje esté acompañado por un metamensaje que refiera a un formalismo social.
Pero claro, esta cuestión es como más de cien mil pésames. Incluyendo atrocidades de todo tipo. Espantos. Bueno, la dimensión de lo indecible, el terreno en que toda palabra desentona, sobra, no describe o en el mejor de los casos no dice lo que debiera decir. Una situación que remite a la idea de Adorno, aquella de que después de Auschwitz escribir un poema sería un acto de barbarie.
Pero hay que hablar de Haití.
¡Qué suerte la de Haití!
Uno se siente tentado de usar una explicación vudú. Sólo una brujería maligna muy potente podría explicar estos sucesos. Uno siente la tentación de pensar explicaciones autóctonas para tanto dolor. Probablemente así lo expliquen muchos de ellos. Y quizá tengan razón. ¿Cómo explicar ESO? ¿Cómo encontrar un sentido?

Una historia nacional
Haití es una tierra de maravillas.
Fue la encarnación del paraíso terrenal. La Española, la más americana de las tierras, la isla a la que llegó Colón en 1492. Colón la describió como el Paraíso. Por la selva, por la tierra, por los paisajes, por sus gentes. - El clima tropical era fresco. ¡Era un verdadero Paraíso! - decía Colón.
Colón se encontró con los pueblos originarios, en ese momento los Arawaks, procedentes de la actual Venezuela. De una población que en el año 1.500 era de cerca de 60.000 habitantes en La Española se pasó al exterminio total de toda la población autóctona hacia 1540. Todos los habitantes originarios habían muerto a esa fecha producto de las enfermedades y las matanzas.
Fue por quedarse sin población autóctona que los conquistadores comenzaron a importar población africana.
Bucaneros dedicados a la piratería, al contrabando y al tráfico de esclavos que se habían instalado en un sector de la isla, pidieron apoyo a Francia que tomó posición de la parte occidental, quedando España en el resto. Francia impuso un imperialismo esclavista feroz.
Pero en 1791 (dos años después de la revolución francesa, que nada contempló sobre la esclavitud, ni de gentes ni de pueblos) comenzó un levantamiento liderado por Toussaint Louverture, Boukman y Jean Jacques Dessalines que insurreccionó 500.000 mil esclavos de la colonia. Francia intentó una primera reconquista en la que fracasó. Disputas internas en Haití entre blancos, mulatos y negros dificultaron su consolidación. Los blancos fueron expulsados de Haití pero prosiguieron las disputas entre mulatos y negros. La contienda con Francia se mantendrá hasta que en 1802 Napoleón manda al general Leclerc con 86 barcos y cerca de 30.000 hombres para retomar la isla. Allí sufrirá la primera gran derrota de su historia militar. Sin embargo capturan a Louverture quien muere preso en Francia un año después. Dessalines toma el mando y en 1803 vence una nueva expedición francesa. En 1804 proclama la independencia de Haití. En 1806 Dessalines es asesinado y el país se divide en dos. En el norte se conforma una dictadura política al mando de Christophe y en el sur Alexandre Petión establece una República democrática, que a decir de Alcira Argumedo puede ser considerada la primera en el mundo de alcance integral si se tiene en cuenta que Estados Unidos y Francia mantenían la esclavitud y el colonialismo . Petión gobernó en un clima de paz, repartiendo tierras entre los antiguos esclavos. Esa democracia integral y su líder ejercerán decisiva influencia en las ideas de Simón Bolívar.
Haití fue la primera democracia integral en el mundo, fue el primer gobierno independiente de América Latina, pero además produjo dos revoluciones juntas: la emancipación nacional y la social. El proceso aún no ha concluido en el continente y también quedó trunco en Haití por supuesto.
Entre 1915 y 1934, Estados Unidos que ya había invadido República Dominicana, ocupó Haití, reprimiendo duramente la protesta de la población.
La influencia estadounidense continuó como ha sido frecuente en el continente alentando la inestabilidad y a través de fuerte ingerencia en el ejército. Así tras un periodo de inestabilidad y golpes de estado, en 1957 asume Francois Duvalier (Papa Doc) quien con su fuerza de choque, los tontons macoutes, instaura una política represiva brutal que se continúa en los ’70 con su hijo, Jean-Claude Duvalier (Baby Doc). En 1986 un levantamiento popular derroca a Duvalier, quien sigue hoy plácidamente viviendo en Francia desde donde ofrece millones de dólares para la reconstrucción de Haití. Quizá esos mismos que si estuvieran en la isla habrían menguado la catástrofe.
La partida de Baby Doc no significó el fin de la dictadura, sino que una junta militar tomó el poder.
En 1990 Jean-Bertrand Aristide, un sacerdote, que como recuerda Roberto Follari estos días se formó en Costa Rica en un centro religioso de ideas sociales avanzadas, obtuvo una brillante victoria electoral. Pero no duró mucho, al año siguiente, se produjo un nuevo golpe de estado. En 1994 Estados Unidos interviene nuevamente y la historia más reciente como afirma Roberto parece haberse convertido en una incomprensible tragedia de enredos.

El terremoto
Lo primero que hay que destacar en el contexto actual es que la enorme vocación por ayudar es una viva muestra de la vigencia de la sensibilidad en el mundo. Por supuesto que la situación es gravísima y la ayuda sirve y como humanos se agradece.
Dicho esto en primer lugar, parece que algunos no olvidan la geopolítica, tampoco en estas situaciones.
Francia y Bolivia a través de su presidente Evo Morales, entre otros, han advertido sobre la intención usurpadora de los Estados Unidos. Una cosa es ayudar y otra es ocupar. Mientras las misiones internacionales envían médicos y asistentes, Estados Unidos envía miles de soldados, militariza la ayuda de modo, por lo menos, sospechoso.

La ayuda tiene que ser ayuda, no imposición. Si Haití llegó al grado de miseria que nos aterra cuando vemos las imágenes es precisamente por las políticas imperiales de saqueo que sufrió primero de España, luego de Francia y en el último siglo de Estados Unidos. Estados Unidos no es ajeno, al contrario, es responsable de la miseria haitiana. Basta recordar que su invasión al país fue para cobrar hasta el último peso de su deuda y “defender los intereses estadounidenses”. ¿Les suena? Esos intereses eran la liberación del comercio, las privatizaciones. Pero más cerca, las condiciones que impusieron para reponer a Aristide fueron el acatamiento del “Consenso de Washington” y el pago de la deuda.
Para complicar más la situación existen denuncias sobre asesinatos de opositores de izquierda por paramilitares estos días.
Como siempre, la historia interpela el presente. Allá, aquí y acullá. Mientras la historia de depredación imperial de Haití dejó tierra arrasada, probablemente inhabitable , pululan en nuestro entorno cultores de un retorno feliz a las fauces del imperio. Tienen casi toda la prensa para machacar en nuestras cabezas.
Párrafo aparte merece el destacable esfuerzo de Argentina y de gran parte del continente para asistir a la población, que en todo caso deberá orientarse también al resguardo de la soberanía haitiana.



*Espacio para la Reparación Social - Mendoza

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