martes, 13 de julio de 2010

Caricaturas - El Sol 10/05/2010

La realidad, como distinta a lo real inasible, se construye de interpretaciones. Las interpretaciones sólo podemos hacerlas con lo que sabemos, y lo que sabemos en cuanto a temas de debate público, en el mejor de los casos, es limitado. En el más frecuente, parcial, intencionalmente sesgado. La concentración de la comunicación tiene más efectos de los que habitualmente se reconoce. En este sentido, aunque consideramos que es una discusión epistemólogica compleja, nuestra opinión es que los medios “construyen” la realidad o, al menos, dan los elementos a base de los cuales las personas formarán su “libre” opinión. Hay libertad pero es parcial.

Veamos un caso. Susana va al supermercado, busca un producto que había pagado 10 y ahora vale 13. Se enoja. Se enoja con el Gobierno. ¿Es la única reacción posible? No, podría enojarse con el supermercado. Podría enojarse con el fabricante. Podría ver si hay alternativa más económica, podría detectar que es la política de precios del fabricante ganar clientes con un precio bajo y luego subirlo. No hay ninguna relación mecanicista necesaria entre una cosa y la otra. Entre el aumento de precio del producto y la responsabilidad del Gobierno. La relación es una construcción que Susana internalizó a partir de lo que escucha por radio, televisión o lee en diarios. Este es un ejemplo menor pero que puede graficar lo dicho.

Todas las lecturas de la esfera pública, la formación del sentido común, es decir, el patrón de interpretación de los fenómenos, se afectan mediáticamente. Esto sólo basta para entender que es urgente desarmar los monopolios. Ernesto Espeche, director de la carrera de Comunicación Social de la UNCuyo, suele postular la existencia de una relación entre grado de organización comunitaria y poder de influencia mediático, o sea, si usted participa en un partido político, un sindicato, una unión vecinal, hay un filtro para evitar que los medios lo condicionen demasiado, o compañeros con los que resistir la imposición de la interpretación única. Si no existe esa mediación, la línea interpretativa mediática afecta mucho más. En Argentina hay poca organización que permita otras lecturas.

El mecanismo actualmente exacerbado es el siguiente: se presenta una parodia hiperbólica con pretensiones de realidad. Muchas personas, por diversas razones pero básicamente porque son bombardeadas por esa “realidad”, la creen. La interpretan en esa clave. Y pueden reafirmar su lectura de su seren- el-mundo cuando en la carnicería comulgan con la opinión del vecino: “Esto ya no se aguanta más. ¿Cuándo se ha visto semejante Gobierno? ¿Hasta cuándo nos vamos a dejar atropellar?”.

En fin, un sinnúmero de frases parecidas a esas.

¿Qué mejor prueba, entonces? Está claro, no sólo yo pienso que esto no se aguanta más, somos muchos, somos todos. El pueblo entero. ¿Y si no fuéramos todos? Bueno, los interesados, los que cobran un sueldo o reciben prebendas. Está clarísimo. Además, construimos lazos sociales, nos socializamos, nos encontramos con el otro en la diatriba contra Cristina.

Así funciona, así ha venido funcionando.

Por supuesto que es una ficción interesada, disvaliosa y totalitaria. No es que construye un pueblo contra el poder; al revés, inventando que el poder está en el Gobierno, construye un pueblo al servicio del poder real.

Está dejando de funcionar porque cada vez somos más los que nos damos cuenta del jueguito. Muchos, sin más, por el descaro con que miente el Grupo Clarín.

CARICATURAS GRACIOSAS MA NON TROPPO. Una de las construcciones interpretativas, cómo decir, llamativas, es la de los vice. Resulta que parece extenderse el caso del vice desleal con el proyecto político, que es presentado como un resistente luchador contra el aparato partidario, con legitimidad para conservar su cargo. Esto es francamente insostenible. Un vice es alguien que tiene que respaldar al titular del Poder Ejecutivo, si no lo hace, tiene que irse. Nuestro sistema constitucional supone que ello es así y así debe ser, porque, si no, se altera el equilibrio institucional. Este razonamiento elemental, que siempre tuvo vigencia en tanto reflejaba el mandato del constituyente, ha sido alterado por la interpretación mediática. Entonces, lo simpático del caso acaba cuando el sistema de gobierno está amenazado. Que haya vices, que, teniendo esta conducta y aferrándose al cargo, hayan tenido alta imagen sólo es posible por el forzamiento interpretativo del monopolio de medios.

CARICATURAS DE GUERRA. La última operación del Grupo Clarín es denunciar persecución a periodistas. Es simplemente una mentira. Pero no una mentira cualquiera. Utiliza el mecanismo de la proyección, consistente en que un actor produce algo que imputa al otro. Los periodistas de Clarín que siguen estrictamente el mentiroso guión de Héctor Magnetto y, en consecuencia, no son independientes machacan 24 horas por día con un discurso discriminador y violento contra todo lo que se acerque al Gobierno nacional y ellos, que generan violencia, acusan a otros de “escracharlos”. Ellos, que maltratan a los legisladores que apoyan al Gobierno nacional, ellos que ocupan 70% de las posibilidades de hablar, tampoco quieren que las paredes hablen. Lo quieren todo. Lo triste es que muchos políticos creen que tienen que tenerlo todo.
Por cierto, como señaló Eduardo Aliverti, deberían tener cuidado con las palabras. Pepe Eliaschev, por ejemplo, usó referencias al terror de Estado. No tiene derecho.

La prueba de que es mentira que tengan miedo y que es una puesta en escena para generar zozobra en la población es que lo sigan diciendo. No hay un sólo hecho que puedan probar que merezca el tratamiento que le dan al tema. Hacen una parodia de victimización.

No tienen miedo, lo que quieren hacer es seguir construyendo el relato de que hay un gobierno autoritario.

HAY QUE DECIRLO. Un buen consejo en tiempos en que engaña tanto la tele es apegarse lo más posible a lo real, a los hechos.

No sólo es mentira que hay un gobierno nacional autoritario, es además, el más pacífico, democrático, el que más ha respetado las libertades individuales, los derechos humanos y los derechos de las minorías en mucho, mucho, tiempo.

Incluso, el gobierno de Alfonsín, que fue un líder democrático, al que valoramos y reivindicamos enormemente, cedió ante presiones de las corporaciones que implicaron censuras (Yo te saludo, María – película de Godard–, la transmisión del Juicio a las Juntas, etcétera). Declaró estado de sitio, detuvo gente, por cosas que, comparadas, no representan ni 5% de lo que ha sufrido este gobierno sin restringir libertades.

Debe hacerse un reconocimiento a la contención y la contribución a la convivencia en paz que ha realizado el colectivo que apoya al Gobierno nacional, que ha tolerado y tolera la sistemática descalificación de la mayor parte de la comunicación masiva, la descalificación degradante en extremo de dirigentes como Elisa Carrió, quien sistemáticamente incita a la violencia (“la gente en la calle quiere que los maten”, dijo bárbaramente).

El interés de Clarín & Co es generar zozobra, generar miedo, horadar al Gobierno nacional, destituirlo. Quieren llevarnos al invierno.

Lo que es seguro con las discusiones que se están planteando, disputas que sacan a luz lo que siempre estuvo oculto, es que llegará la primavera.

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