martes, 13 de julio de 2010

Economía e inflación - El Sol 27/04/2010

Entre preocupación social y reclamo opositor visto como oportunidad de criticar, la “inflación” aparece como problema público.

La nota de Aldo Ferrer titulada Controlar la inflación sin enfriar la economía, publicada el lunes 19 por El Sol, resume con solvencia científica un enfoque necesario para esquivar la segura receta de ajuste con que amenaza “la oposición”(1).

Vale un comentario sobre Aldo Ferrer. Economista argentino, destacado continental y mundialmente, exponente de un pensamiento latinoamericano original, heredero de la corriente cepalina con origen en el impulso a esa Conferencia de Naciones Unidas que promocionó y luego dirigió Raúl Prebisch, Ferrer es uno de los analistas imprescindibles no sólo de Argentina, sino también de la globalización. Este economista es uno de los referentes teóricos máximos de la línea económica del Gobierno nacional. Con la autonomía de cualquier intelectual que aprecia su independencia valorativa y capaz de criticar cuando lo considera necesario, es un defensor de la administración de política económica iniciada en el 2003 de la mano de Néstor Kirchner.

Es muy interesante destacar que Ferrer es de origen radical y que generaciones de cuadros de la UCR se formaron en este orden de ideas.

¿Qué plantea Ferrer? Lo mismo que planteó toda su vida o al menos en los últimos 40 años.

¿Por qué defiende la política económica del Gobierno nacional? Porque refleja los conceptos declamados durante décadas en el enfrentamiento teórico con el neoliberalismo.

¿Por qué quienes dirigen la UCR se alejaron de este pensamiento? Eso es algo que no ha sido explicado pero que tiene una prueba irrefutable en su comportamiento en el Congreso nacional. Es cierto que este pensamiento nunca fue hegemónico en la UCR, pero que no haya ni vestigios de él... No hay registro en los últimos 60 años.

La tesis de Ferrer en relación con la coyuntura es que Argentina ha superado la restricción institucional, externa y fiscal de otrora y que la inflación actual no obedece ni a un exceso de demanda (los niveles de ocupación de los factores productivos son más o menos semejantes a momentos con menos inflación) ni a una “inflación de costos” (insumos básicos que empujan hacia arriba los precios de todos los bienes). La inflación que enfrentamos es inercial, y en ella tienen un rol central las expectativas.

Una vez más, en cuestiones de interés público resulta decisivo el modo en cómo se construyen las creencias. El nudo de la concentración de lo que se lee, oye o mira se convierte en el mayor obstáculo a la democratización, también de la economía.

EL DIAGNÓSTICO ORTODOXO. Presente en boca de la Coalición Cívica, UCR, peronismo disidente y macrismo apuntan precisamente a una inflación por exceso de demanda. El “irresponsable” incremento del gasto público, los déficits provinciales, la asignación universal por hijo, el gasto en infraestructura generan un aumento de la demanda agregada que la oferta no puede atender, ergo, suben los precios. ¿Cuál es el remedio? El ajuste. ¿No le resulta conocido el razonamiento? Es nuestro viejo y conocido ajuste, que orientó las políticas económicas de los noventa y principios de siglo. Ajuste significó baja de los sueldos de los maestros, de los policías, de los empleados públicos en general, baja de las jubilaciones, restricción del crédito, enfriamiento de la economía, estancamiento, desocupación. Eso sí, con precios estables. Es más, algún mes llegamos a tener deflación de precios.

“Afecta más a los sectores de menores ingresos”, dicen. Es una verdad a medias. Lo que más afecta a los sectores más pobres es no tener ingresos, y la receta del ajuste se ha encargado sistemáticamente de destruir trabajos.

TÉRMINOS EN DISPUTA. Aunque suele olvidarse, sobre todo en las facultades de Ciencias Económicas, la economía es una ciencia social, y, como tal, susceptible de contrastación con la realidad. ¿Por qué la receta del ajuste que nos llevó a la desintegración social y económica nos llevaría ahora a otro lado?

Las relaciones económicas en una sociedad están histórica y socialmente determinadas y no hay nada de naturales en ellas, al contrario, así como las sociedades deciden ciertos modos de producir y distribuir su riqueza, sus bienes, pueden perfectamente decidir otros modos.

Dentro de las sociedades capitalistas, incluso, no hay una única prioridad económica. Mientras que para la “oposición” la prioridad es la estabilidad de precios, para el oficialismo nacional es mantener tasas altas de crecimiento que sigan combatiendo el desempleo y generando redistribución del ingreso.

Por eso, lo que se suele presentar como una negación, soberbia o autismo que le imputan a las autoridades nacionales sobre “negar” la inflación no es tal cosa. Consiste, desde una perspectiva heterodoxa, en resistirse a aceptar el diagnóstico de que la inflación es el gran problema. Aceptado el diagnóstico, difícilmente se evitarán las políticas de ajuste.

Ello no impide ver precios que suben más de lo deseable.

UN PAR DE COSAS PARA HACER. Esfuerzos estatales y privados pueden coadyuvar a evitar pérdidas de poder adquisitivo. En primer término, la conciencia social de la necesidad de buscar y comparar precios y elegir los menores. No convalidar subas descabelladas.

Las experiencias asociativas de compra comunitaria son un instrumento valiosísimo a promover. Además de evitar intermediarios, se enriquece la dieta familiar cuando se pueden desarrollar compras comunitarias en mercados cooperativos y se fomenta la asociación. Hay una rica experiencia en esta materia que hay que difundir, promover e imitar.

No pagar la marca. Sería muy importante una campaña de concientización en este sentido. Debería ser una gran campaña nacional acompañada de las garantías de control de la ANMAT y Bromatología o similares de las provincias, de modo tal de poder garantizarles a los consumidores que los productos más baratos cumplen estándares mínimos de calidad que preservan su salud.

Mucho puede hacer el Estado para promover la oferta. Microemprendimientos, apoyos crediticios y demás. La política del nuevo Banco Central presionando al sistema bancario para conseguir una baja en las tasas de interés ayuda mucho a estimular la oferta.

Desde luego, es necesaria una fuerte intervención del Estado para impedir la formación monopólica, oligopólica o cartelizada de precios. En fin, una extensa y desafiante batería de posibilidades, sin caer en el trillado, conocido e ineficaz ajuste.






(1) El encomillado obedece a que, como hemos dicho en otras ocasiones, “la oposición” sólo existe como ficción útil a los medios de comunicación concentrados y a los negocios legislativos. Existen oposiciones o minorías o bloques no oficialistas que son diversos entre sí y no fueron juntos a elecciones.

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