viernes, 2 de enero de 2015

Proyecto Nacional

02/01/2015

Con el antecedente de San Carlos y Capital, otros municipios (según lo informado siete más) desdoblarían las elecciones municipales.
Se disparan un conjunto de consecuencias “de calendario y logística” a tener en cuenta. Un ciudadano de cualquiera de esas comunas deberá concurrir un mínimo de cuatro veces a votar de manera obligatoria a lo largo de 2015. El presupuesto requerido se multiplica. La implementación del sistema de PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) se complejiza y la aplicación de la cláusula de regulación estatal de la publicidad partidaria también se dificulta.
No aplicar las PASO integralmente, incluyendo el financiamiento y regulación estatal de la publicidad sería un lamentable retroceso en materia de transparencia, democracia y participación. Es verdad que las decisiones municipales complican el panorama pero también lo es que se puede buscar un conjunto de soluciones que van desde acuerdos con la Nación bajo el paraguas de la Ley 26522 hasta regulaciones ad hoc o aún acuerdos interpartidarios o decisiones de la Justicia electoral estableciendo las analogías aplicables al caso que derivan de la Ley 8619.
Cada quien asignará la credibilidad que quiera a los argumentos que se esgrimen en torno a la conveniencia de desdoblar o no. Lo cierto es que una elección conjunta asigna peso a motivos nacionales en la decisión del ciudadano que en una elección separada, uno supone, tendrían menos incidencia a manos de cuestiones más locales.

Entonces, hay dos preguntas que me parecen medulares: ¿qué tiene preeminencia cuando votamos, lo nacional o lo local? ¿cómo se produce la articulación entre proyecto nacional y proyecto local?
Como ocurre frecuentemente en cuestiones sociales y políticas es imposible dar una respuesta universalmente válida. Siempre hay una historia y un contexto que condiciona y disputas de miradas, visiones e intereses.
Si nos atenemos a lo que pareciera regir nuestros espacios de debate público, pocas veces como en estos tiempos lo nacional ha tenido un peso tan categórico. Los llamados “populismos”, gobiernos nacionales y populares, de izquierda o centro izquierda o revolucionarios a lo largo de todo el continente han llevado a que en cada una de esas sociedades, “lo nacional” sea el clivaje central. Claramente Argentina comparte esta característica.
Es decir, por historia y contexto parece que 2015 es el año indicado para discutir hacia dónde va el país. Se cumplen doce años de un proyecto en marcha que tiene un sinnúmero de realizaciones para mostrar y se debatirá si el país sigue un rumbo de autonomía nacional, desarrollo e inclusión o sigue alguna otra orientación, cuya alternativa más fuerte parece ser una vuelta al alineamiento al imperio, a la deuda externa y al agronegocio sojero.
Será difícil sustraerse a este debate.
La segunda pregunta, la que aborda la articulación de niveles de Estado remite a múltiples problemas. Uno de ellos, la gobernabilidad, cuenta con una voluminosa bibliografía en la teoría política. Igualmente, uno puede preguntarse sobre los grados de coherencia de la política pública, partiendo de la idea de que la inconsistencia sistemática, la paradoja, la vulneración permanente de la lógica tiene dos nombres posibles: locura o engaño.
Para ponerlo en términos gráficos: no hubiera sido posible la repavimentación de gran parte de las calles de la Ciudad de Mendoza sin los fondos nacionales para infraestructura. Esos fondos no estarían en un hipotético gobierno nacional de Macri, quien eliminaría las retenciones a la soja. El candidato oficialista en la ciudad mostrará como logro las repavimentaciones y quizá al mismo tiempo apoye a Macri. ¿Cuál es la lógica del discurso?
En cada tema que abordemos se puede mostrar cómo la ciudad, cada territorio no es independiente del proyecto nacional; que resulta ilusorio desvincular la suerte de nuestra región del destino del país.
Todos sabemos que en las decisiones de desdoblamiento hay una especulación sobre los eventuales “arrastres” y cómo estos incidirían. Por supuesto, es totalmente lícito el cálculo de los intendentes y propio de la política como lo señalaba Weber a principios del Siglo XX.
Sin embargo debería prestarse atención a que si hay intendentes para los que más de 5 millones de puestos de trabajo, el crecimiento del producto más grande y extenso de toda nuestra historia, más de diez puntos de Gini como mejora de la igualdad, más de dos millones de jubilados incorporados por las moratorias, la asignación universal, el PROGRESAR, PROCREAR, el mayor porcentaje presupuestario de nuestra historia para educación, la repatriación de científicos, un satélite argentino; si estas concreciones no alcanzan para que algunos intendentes ganen elecciones discutiendo lo nacional, si esto es así, quizá el problema no sea una fecha sino la calidad de los liderazgos territoriales.

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