Por: Carlos
Almenara
Conmovido por la muerte Diego, superando la
inicial incredulidad, porque ¿cómo podría morirse Maradona?, me propongo pensar
en voz alta sobre este ser tan único y su impacto en nuestras vidas.
Todo lo dicho aquí está hecho con un alto
grado de provisoriedad y de respeto. Por respeto y también por cariño intentamos
entender estas extrañas cosas que pasan y que nos pasan con el astro.
¿Qué me importa
Diego Maradona?
¿Cómo puede un futbolista convertirse en
ídolo? ¿Catalizar los afectos, las emociones, los amores? ¿Cómo puede encarnar
esperanzas y expectativas de cientos de miles? ¿Cómo es posible que cualquier
argentino o argentina sepa de qué se trata la charla cuando aparecen en este
orden los nombre “Dalma y Gianinna”?
Evidentemente Diego es la intersección de
muchos mundos, algunos de los cuales lo trascienden. Uno de ellos es la
espectacularización del deporte, la televisión y el gigantesco negocio global
que, en el caso del fútbol, lidera la FIFA.
El juego, no sólo el fútbol, flexibiliza sus
reglas adecuándose a la lógica de las pantallas y el negocio. Hoy parece un
anacronismo inentendible contar que los campeonatos se jugaban los domingos a
la misma hora. Sí, todos los partidos a la misma hora y la TV decidía cuál
pasaba. Actualmente los aficionados no entienden cuando le solapan partidos.
El anterior es sólo un caso, de los cientos,
que pueden mostrar la adecuación del deporte al espectáculo. Que tiene muchas
otras facetas. Una de ellas la individuación, construcción del héroe deportivo.
El espectáculo no quiere equipos, quiere
estrellas. Y las construye.
Esta lógica hizo que Maradona, que igualmente
hubiera sido Maradona, se convirtiera también en una estrella. Y la estrella en
un símbolo para millones, decenas de millones, cientos de millones, miles de
millones de consumidores del espectáculo global del fútbol.
Un símbolo es un significante al que los
públicos asignan evocaciones, significados, atributos. Eso es Maradona, uno de
los mayores símbolos ¿de los argentinos? ¿de la argentinidad? ¿del sur? ¿del
fútbol?
¿Cómo Maradona
pudo ser Maradona?
No soy biógrafo de Diego, armo deducciones
con datos sueltos. O no tan sueltos, cualquier argentino sabe más de la vida de
Maradona que del vecino de a la vuelta.
El día previo a escribir estas líneas escuché
a Adrián Paenza contar que preguntó a Maradona “¿en qué momento te diste cuenta
que eras distinto, que te destacabas del resto de tus compañeros?”. No obtuvo
respuesta. Recordé a Diego en una
entrevista presumiendo de las habilidades futbolísticas de su nieto Benjamín. El
periodista, le pregunta, -¿vos hacías lo mismo a edad? Él, apesadumbrado, como
en una confesión, dice –sí, yo también las hacía. No cuesta nada creerle.
Seguramente por eso no respondió a Paenza,
porque le sería imposible responder sin parecer un presumido. Siempre supo que
era distinto. Nació con una pelota en los pies. Cualquier registro de su
infancia o adolescencia, lo muestra ¡desde entonces! totalmente seguro y
convencido de su destino. – Mi sueño es jugar un Mundial. Y después ganar un
Mundial.
Dicho por un niño del que uno no dudaría ni un segundo que habla absolutamente
en serio.
Maradona se supo desde niño un predestinado.
Se supo el dueño de la pelota. Él siempre supo que con la pelota haría lo que
quisiera. Podía verlo, sentirlo. Nunca tuvo ninguna duda, ni él ni nadie que lo
viera jugar, sobre esa diferencia por la que preguntaba Paenza.
Solo alguien predestinado, que se sabe
predestinado, no por misterios místicos sino porque ve que jugando,
divirtiéndose, con la pelota puede hacer lo que nadie más, solo alguien así
puede ser tan auténtico como Diego.
Y seguramente su familia y seguramente su
barrio le devolvieron la mirada que lo confirmó. El héroe de Fiorito supo desde
niño lo que sería también porque su gente, la gente de Fiorito, le confirmaba
en su mirada lo que él ya sabía que sería.
¿Cómo no llevar Fiorito como estandarte?
La representación
La teoría política reconoce dos grandes
paradigmas de representación. Representación, re – presentar. Traer al aquí y
ahora lo que no está aquí y ahora.
La representación por delegación, tan
extendida en las democracias. La voluntad popular se “hace presente” a través
del diputado, por ejemplo, votado. No vamos a entrar en otras cuestiones sobre
la naturaleza de esa delegación.
Pero también hay otra representación, la
representación como espejo. Representa quién es “uno de nosotros”. Típico de
minorías y sectores que sufren algún tipo de discriminación, representa alguien
que ES de los nuestros. No se plantea ningún mandato.
Diego fue, desde siempre, el auténtico
representante. De Fiorito, pero no solamente.
Así en el fútbol
como en la vida
Preguntamos más arriba cómo era posible que
cualquier argentino sepa a quiénes nos referimos con Dalma y Gianinna. O Don
Diego y Doña Tota.
Por supuesto, uno se ve tentado a analogar la
situación a cualquier fenómeno de la farándula. Se podrá argüir que conocemos
otras familias de famosos.
Decididamente creo que son casos cualitativamente
disímiles. Diego mostró siempre a su familia, con orgullo, son los míos y yo
soy el héroe, soy quien tengo la magia de la pelota y en quien ellos
depositaron su mirada. Sí, yo soy de ellos. Soy eso. Eso me hizo. Eso soy. No
puedo ser otra cosa que su representante. No puedo ser otra cosa que yo mismo.
No puedo no ser auténtico. Y no puedo ser cobarde, el destino me espera, soy el
campeón de Fiorito.
Y Fiorito será luego el Sindicato de
Futbolistas, serán causas nobles, grandes o chicas. Será denunciar la
corrupción en la FIFA o abrazarse con Fidel. Fiorito será el NO al ALCA o los
inolvidables programas en TeleSUR.
Ese es Diego. Único. Radicalmente único. Así
jugó al fútbol. Jugó al fútbol como representó a los futbolistas. Por eso fue
un líder en la cancha y por eso es tan difícil remplazarlo en la Selección.
Se equivoca Macron cuando afirma que “sus visitas a Fidel Castro y Hugo Chávez
tendrán el sabor amargo de la derrota; es en la cancha donde Maradona hizo la
revolución”. Es cierto que Maradona hizo una revolución en la cancha, esa
revolución en la cancha es la revolución de Fiorito, de Fidel y de Chávez.
Ese fue también un recorrido que hizo Diego.
Llegar de Fiorito a Chávez, una gradual toma de conciencia emancipadora. Los
pobres, los de abajo, los de Fiorito, necesitamos nuestro camino político, el
camino del sur, de la irreverencia, del orgullo, de la igualdad radical. Esa
igualdad que en un potrero, al final de cuentas, nos pone cara a cara, del
country o de la villa.
El símbolo que
ahora nos falta
Él no le preguntó a nadie. Nadie necesitó
pedirle que “hablara por ellos”. Una creciente claridad de cómo se traducía esa
identidad en proyectos políticos. Metido en el corazón del show business, allí
donde se fabrican sueños estandarizados, disciplina y conformismo.
¿Cómo, dónde, podemos encontrar fragmentos
para reconstruir luchas sociales y políticas que pongan coto al anarco
capitalismo feudal que amenaza destruir el planeta y buena parte de su población?
Esa es la pregunta que se actualiza con la partida de Diego.
Todo el tiempo pasan cosas. Este año las
luchas sociales estadounidenses, el movimiento de “La Vida de los Negros
Importa” y el alineamiento cuasi unánime de la NBA, el activismo del campeón de
Fórmula 1 Lewis Hamilton en el mismo sentido, fueron refrescantes
acontecimientos. Claro que son muy de otras latitudes.
No podemos contar con otro chico que nazca con
la pelota pegada al pie, como Diego, Aunque si viene, tanto mejor.
Además de nuestro/nuestros héroes, en clave
de espectáculo, podemos apostar a lo colectivo, grupal. Por caso, la historia
de la mayor parte los clubes sociales contiene maravillosas memorias de
trabajadores, socialistas, anarquistas, peronistas, sindicalistas, que se
unieron con un proyecto, un horizonte, una cierta utopía.
Vale regocijarnos de haber evitado que Macri
impusiera su proyecto de Sociedades Anónimas Deportivas pero mejor aún es
reconstruir el mejor pasado y el espíritu con que se forjó.
No hay futuro, no hay destino, sin proyecto,
sin ese impulso vital que nos estimula a zambullirnos en lo real para hacer
algo mejor. Y nada será mejor si no es mejor para todos.
Siempre estuve convencido que para ser un
gran artista hay que tener algo que decir y ese algo debe estar a la altura. Es
cierto, el artista puede hablar de sí mismo y es una característica muy propia
de estos tiempos, el narcisismo. Para mí es mucho mejor cuando la obra nos
interpela sobre la realidad que compartimos.
La mirada
Diego siguió una senda crecientemente
emancipadora. Las lecturas no son autoevidentes. El camino de Fiorito a Chávez,
además de Diego, tuvo que ver con miradas que dieron sentido al derrotero, que
sacaron la acción del héroe del anecdotario de la farándula para inscribirlo en
los rumbos de la liberación nacional y social.
Tuvimos suerte. Quienes nos contaron a Diego
también construyeron a Diego.
Así, necesitamos, entonces, más poesía, más
arte, más perspicacia, más música para contar bellamente las infinitas cosas
simples de las que estamos rodeados, cada una de las cuales demuestra
palmariamente que la igualdad no solo es deseable sino que su ausencia es,
sencillamente, insoportable.
Mendoza, 27 de noviembre de 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario