viernes, 27 de noviembre de 2020

El auténtico representante

 

Por: Carlos Almenara

Conmovido por la muerte Diego, superando la inicial incredulidad, porque ¿cómo podría morirse Maradona?, me propongo pensar en voz alta sobre este ser tan único y su impacto en nuestras vidas.

Todo lo dicho aquí está hecho con un alto grado de provisoriedad y de respeto. Por respeto y también por cariño intentamos entender estas extrañas cosas que pasan y que nos pasan con el astro.

¿Qué me importa Diego Maradona?

¿Cómo puede un futbolista convertirse en ídolo? ¿Catalizar los afectos, las emociones, los amores? ¿Cómo puede encarnar esperanzas y expectativas de cientos de miles? ¿Cómo es posible que cualquier argentino o argentina sepa de qué se trata la charla cuando aparecen en este orden los nombre “Dalma y Gianinna”?

Evidentemente Diego es la intersección de muchos mundos, algunos de los cuales lo trascienden. Uno de ellos es la espectacularización del deporte, la televisión y el gigantesco negocio global que, en el caso del fútbol, lidera la FIFA.

El juego, no sólo el fútbol, flexibiliza sus reglas adecuándose a la lógica de las pantallas y el negocio. Hoy parece un anacronismo inentendible contar que los campeonatos se jugaban los domingos a la misma hora. Sí, todos los partidos a la misma hora y la TV decidía cuál pasaba. Actualmente los aficionados no entienden cuando le solapan partidos.

El anterior es sólo un caso, de los cientos, que pueden mostrar la adecuación del deporte al espectáculo. Que tiene muchas otras facetas. Una de ellas la individuación, construcción del héroe deportivo.

El espectáculo no quiere equipos, quiere estrellas. Y las construye.

Esta lógica hizo que Maradona, que igualmente hubiera sido Maradona, se convirtiera también en una estrella. Y la estrella en un símbolo para millones, decenas de millones, cientos de millones, miles de millones de consumidores del espectáculo global del fútbol.

Un símbolo es un significante al que los públicos asignan evocaciones, significados, atributos. Eso es Maradona, uno de los mayores símbolos ¿de los argentinos? ¿de la argentinidad? ¿del sur? ¿del fútbol?

¿Cómo Maradona pudo ser Maradona?

No soy biógrafo de Diego, armo deducciones con datos sueltos. O no tan sueltos, cualquier argentino sabe más de la vida de Maradona que del vecino de a la vuelta.

El día previo a escribir estas líneas escuché a Adrián Paenza contar que preguntó a Maradona “¿en qué momento te diste cuenta que eras distinto, que te destacabas del resto de tus compañeros?”. No obtuvo respuesta.  Recordé a Diego en una entrevista presumiendo de las habilidades futbolísticas de su nieto Benjamín. El periodista, le pregunta, -¿vos hacías lo mismo a edad? Él, apesadumbrado, como en una confesión, dice –sí, yo también las hacía. No cuesta nada creerle.

Seguramente por eso no respondió a Paenza, porque le sería imposible responder sin parecer un presumido. Siempre supo que era distinto. Nació con una pelota en los pies. Cualquier registro de su infancia o adolescencia, lo muestra ¡desde entonces! totalmente seguro y convencido de su destino. – Mi sueño es jugar un Mundial. Y después ganar un Mundial. Dicho por un niño del que uno no dudaría ni un segundo que habla absolutamente en serio.



Maradona se supo desde niño un predestinado. Se supo el dueño de la pelota. Él siempre supo que con la pelota haría lo que quisiera. Podía verlo, sentirlo. Nunca tuvo ninguna duda, ni él ni nadie que lo viera jugar, sobre esa diferencia por la que preguntaba Paenza.

Solo alguien predestinado, que se sabe predestinado, no por misterios místicos sino porque ve que jugando, divirtiéndose, con la pelota puede hacer lo que nadie más, solo alguien así puede ser tan auténtico como Diego.

Y seguramente su familia y seguramente su barrio le devolvieron la mirada que lo confirmó. El héroe de Fiorito supo desde niño lo que sería también porque su gente, la gente de Fiorito, le confirmaba en su mirada lo que él ya sabía que sería.

¿Cómo no llevar Fiorito como estandarte?

La representación

La teoría política reconoce dos grandes paradigmas de representación. Representación, re – presentar. Traer al aquí y ahora lo que no está aquí y ahora.

La representación por delegación, tan extendida en las democracias. La voluntad popular se “hace presente” a través del diputado, por ejemplo, votado. No vamos a entrar en otras cuestiones sobre la naturaleza de esa delegación.

Pero también hay otra representación, la representación como espejo. Representa quién es “uno de nosotros”. Típico de minorías y sectores que sufren algún tipo de discriminación, representa alguien que ES de los nuestros. No se plantea ningún mandato.

Diego fue, desde siempre, el auténtico representante. De Fiorito, pero no solamente.

Así en el fútbol como en la vida

Preguntamos más arriba cómo era posible que cualquier argentino sepa a quiénes nos referimos con Dalma y Gianinna. O Don Diego y Doña Tota.

Por supuesto, uno se ve tentado a analogar la situación a cualquier fenómeno de la farándula. Se podrá argüir que conocemos otras familias de famosos.

Decididamente creo que son casos cualitativamente disímiles. Diego mostró siempre a su familia, con orgullo, son los míos y yo soy el héroe, soy quien tengo la magia de la pelota y en quien ellos depositaron su mirada. Sí, yo soy de ellos. Soy eso. Eso me hizo. Eso soy. No puedo ser otra cosa que su representante. No puedo ser otra cosa que yo mismo. No puedo no ser auténtico. Y no puedo ser cobarde, el destino me espera, soy el campeón de Fiorito.

Y Fiorito será luego el Sindicato de Futbolistas, serán causas nobles, grandes o chicas. Será denunciar la corrupción en la FIFA o abrazarse con Fidel. Fiorito será el NO al ALCA o los inolvidables programas en TeleSUR.

Ese es Diego. Único. Radicalmente único. Así jugó al fútbol. Jugó al fútbol como representó a los futbolistas. Por eso fue un líder en la cancha y por eso es tan difícil remplazarlo en la Selección.

Se equivoca Macron cuando afirma que “sus visitas a Fidel Castro y Hugo Chávez tendrán el sabor amargo de la derrota; es en la cancha donde Maradona hizo la revolución”. Es cierto que Maradona hizo una revolución en la cancha, esa revolución en la cancha es la revolución de Fiorito, de Fidel y de Chávez.

Ese fue también un recorrido que hizo Diego. Llegar de Fiorito a Chávez, una gradual toma de conciencia emancipadora. Los pobres, los de abajo, los de Fiorito, necesitamos nuestro camino político, el camino del sur, de la irreverencia, del orgullo, de la igualdad radical. Esa igualdad que en un potrero, al final de cuentas, nos pone cara a cara, del country o de la villa.

El símbolo que ahora nos falta

Él no le preguntó a nadie. Nadie necesitó pedirle que “hablara por ellos”. Una creciente claridad de cómo se traducía esa identidad en proyectos políticos. Metido en el corazón del show business, allí donde se fabrican sueños estandarizados, disciplina y conformismo.

¿Cómo, dónde, podemos encontrar fragmentos para reconstruir luchas sociales y políticas que pongan coto al anarco capitalismo feudal que amenaza destruir el planeta y buena parte de su población? Esa es la pregunta que se actualiza con la partida de Diego.

Todo el tiempo pasan cosas. Este año las luchas sociales estadounidenses, el movimiento de “La Vida de los Negros Importa” y el alineamiento cuasi unánime de la NBA, el activismo del campeón de Fórmula 1 Lewis Hamilton en el mismo sentido, fueron refrescantes acontecimientos. Claro que son muy de otras latitudes.

No podemos contar con otro chico que nazca con la pelota pegada al pie, como Diego, Aunque si viene, tanto mejor.

Además de nuestro/nuestros héroes, en clave de espectáculo, podemos apostar a lo colectivo, grupal. Por caso, la historia de la mayor parte los clubes sociales contiene maravillosas memorias de trabajadores, socialistas, anarquistas, peronistas, sindicalistas, que se unieron con un proyecto, un horizonte, una cierta utopía.

Vale regocijarnos de haber evitado que Macri impusiera su proyecto de Sociedades Anónimas Deportivas pero mejor aún es reconstruir el mejor pasado y el espíritu con que se forjó.

No hay futuro, no hay destino, sin proyecto, sin ese impulso vital que nos estimula a zambullirnos en lo real para hacer algo mejor. Y nada será mejor si no es mejor para todos.

Siempre estuve convencido que para ser un gran artista hay que tener algo que decir y ese algo debe estar a la altura. Es cierto, el artista puede hablar de sí mismo y es una característica muy propia de estos tiempos, el narcisismo. Para mí es mucho mejor cuando la obra nos interpela sobre la realidad que compartimos.

La mirada

Diego siguió una senda crecientemente emancipadora. Las lecturas no son autoevidentes. El camino de Fiorito a Chávez, además de Diego, tuvo que ver con miradas que dieron sentido al derrotero, que sacaron la acción del héroe del anecdotario de la farándula para inscribirlo en los rumbos de la liberación nacional y social.

Tuvimos suerte. Quienes nos contaron a Diego también construyeron a Diego.

Así, necesitamos, entonces, más poesía, más arte, más perspicacia, más música para contar bellamente las infinitas cosas simples de las que estamos rodeados, cada una de las cuales demuestra palmariamente que la igualdad no solo es deseable sino que su ausencia es, sencillamente, insoportable.

Mendoza, 27 de noviembre de 2020.

 


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