Por: Carlos Almenara
Las declaraciones de Patricia Bullrich el día
27 de abril acerca de que le “podríamos haber entregado Las Malvinas a Pfizer”
es uno de esos hechos por los que uno dice “paremos el mundo”. Es absurdo que
el orden de las cosas siga igual después de eso, aunque en realidad no debería
sorprendernos.
El desprecio, la burla a millones de argentinos, a valores compartidos, a himnos cantados y actos realizados en los patios de las escuelas, el flagrante y descalificante agravio a la Constitución que debería inhabilitarla a la participación política, son parte de un pensar un sentir de la derecha que tiene tradición y novedad.
Por supuesto, el cipayismo, el ponerse
al servicio del imperio colonial, está en el ADN de los sectores oligárquicos
en Argentina. El desprecio por el pueblo, el desdén por el territorio, el favor
al poder extranjero si es europeo o estadounidense, es tradición pura en la
derecha.
Lo que dice Bullrich tiene todo
ese acervo pero tiene también novedad. Es expresión cabal del macrismo en este
sentido. El macrismo fue (es) la derecha tradicional pero también cosas nuevas,
fue (es) la dictadura pero dicha de otra manera. Bullrich trae la novedad de la
desfachatez y la locura.
En sintonía con el renacer de los
fascismos, el macrismo hace estallar la lógica y los discursos. No hay
deliberación posible porque no hay ninguna posibilidad de establecer la mínima
comunidad idiomática y lógica. Emplearán todas las trapisondas imaginables para
prostituir cada uno de los significados, sacarán de contexto, literalizalirán
la metáfora, metaforizarán lo literal, invertirán los sentidos, pervertirán la
historia.
Nadie duda (o nadie debería
dudar) que el más puro pensamiento de la conducción macrista es entregar
Malvinas. En la imagen vemos un reportaje realizado a Macri en 1997 en que ya
sostenía que Las Malvinas serían un fuerte déficit.
Toda una vida sosteniendo lo
mismo.
Pero no debería sorprendernos. En
eso son pura tradición. Desde nuestra independencia, y antes, tuvimos una buena
porción de clase dirigente, mayoritariamente porteña pero no únicamente, que
estuvo dispuesta a servir al imperio británico. Tuvimos representantes de la
oligarquía terrateniente que operaron para dividir en distintos países débiles
lo que debió haber sido uno único y fuerte. Al menos Bolivia, Paraguay y
Uruguay no debieron, por historia y geografía, ser países distintos de
Argentina. La oligarquía porteña, con su puerto y sus contrabandistas
millonarios y coimeros, no tuvieron ningún interés en construir un país. Ni en
aquellos años ni ahora. En eso, el macrismo es pura tradición.
También hay novedad, dijimos. La
desfachatez y el desquicio.
Bullrich cometió un error y se
dio cuenta de inmediato en la entrevista. Efectivamente, su pensamiento y el de
su fuerza política es radicalmente entreguista, ella cree en lo que dijo, su
error es que el aprendizaje de esta derecha consiste en que jamás se debe
plantear esas cuestiones en público. El macrismo reniega de una condición
esencial de la democracia, la deliberación. Ellos no tienen nada que plantear
ni nada que discutir. Cada palabra que digan en algún escenario público, ya sea
canal de televisión, diario, radio, redes sociales, acto público, será un
engaño, una trampa, una mentira. Sólo se la puede leer en clave de propaganda
proselitista sin esperar encontrar ni una sola verdad. No estará allí ni su
plan de gobierno, ni su cuerpo de ideas, ni sus diagnósticos. Nada de eso,
ellos no tienen nada que discutir.
Durán Barba recomienda: “no expliques nada”
Esa tradición de desapego a la
soberanía nacional no es solamente territorial. Horadar el imperio estatal
sobre nuestro territorio se corresponde con la idea misma de Estado de este
sector político. Y finalmente va contra el fundamento de legitimidad de toda
soberanía: la soberanía popular.
Por eso las declaraciones de
Bullrich deben asociarse a las de Marcelo Longobardi:
La democracia no es para Argentina, dice Longobardi. Es el pensamiento de siempre, con el que hicieron más de cinco golpes de estado, desaparecieron más de 30.000 argentinos, mataron, torturaron, robaron, secuestraron bebés. Las caras amables que intentan presentar de ellos las señales de televisión y radio no disimulan que son lo mismo.
Y hay que combatirlos como lo que son: fascistas golpistas. Nada que discutir, que por otro lado, como dijimos, no se puede. Contra ellos, combatir.
Excelente
ResponderEliminar