Por: Carlos Almenara
Contra lo esperable viniendo de quienes
viene, la campaña por las elecciones PASO del 12 de septiembre culminó con
fuertes propuestas económicas de la derecha.
Una de ellas en boca de Rodríguez Larreta fue
la de eliminar las indemnizaciones por despido. La misma está plasmada en
proyectos de ley de legisladores que le responden, así que, de ningún modo,
puede pensarse como un exabrupto.
Por otro lado, un autodenominado economista
que realiza rituales filonazis no pierde ocasión de presentar sus ideas
económicas, que, en realidad, son las mismas que conocemos hace tiempo.
Revisar estas aseveraciones nos dará una
excusa válida para analizar cómo funcionan los planteos neoliberales. Porque,
por si no queda claro, a esta categoría ideológica/política corresponden.
Veamos cada una de
ellas.
El primer caso referido fue planteado del
siguiente modo: "Claramente
hay que ir de la indemnización a un seguro... Hay que tener en cuenta los
trabajadores actuales y los millones y millones que hoy no consiguen un
trabajo, porque nadie toma un empleado en Argentina con un sistema como éste.
No digo que hay que sacarlo de un día para el otro".[i]
El planteo es que el empleador pueda despedir
al trabajador sin pagarle nada.
Si pensamos un minuto, para los postulantes
del proyecto (y para el neoliberalismo en general), el hecho de que el
empresario tenga un desincentivo a despedir, en lugar de cuidar el trabajo, lo
destruye. Siguiendo este razonamiento, ¿por qué quedarse solamente en las
indemnizaciones? Habría que bajar los salarios y entonces habría más trabajo.
Pero qué curioso, es lo que hicieron en su gobierno, el salario perdió 20% y,
sin embargo, el desempleo aumentó al doble.
La trampa lógica debería ser evidente. Que al empresario se le reduzca lo que
Macri llamaba “costo laboral” le produce una única consecuencia: aumenta su
rentabilidad. Ello no implica que aumente la producción. Habrá más trabajo
si las empresas producen más, que los salarios sean más bajos no conduce
necesariamente a mayor producción.
Esta misma lógica se manifiesta cada vez que
se pide baja de impuestos. Supuestamente si se bajan impuestos, disminuirá el
desempleo. Tampoco aquí hay relación necesaria. Baja de (ciertos) impuestos
produce aumento de la rentabilidad, no necesariamente aumento de la producción.
Porque ¿de qué
depende la cantidad producida? De la cantidad que se pueda vender en un negocio, que, se supone,
rentable. Si venden más, producen más, y hay más trabajo. Entonces aquí cambia
toda la perspectiva. Ya no es estrangulando al trabajador cómo se logra pleno
empleo sino estimulando el consumo, haciendo que las mayorías tengan poder de
compra.
¿En qué caso está lógica podría no aplicarse?
En caso de que todo lo producido se destine a exportación, a otros pueblos; en esa
situación la oligarquía vernácula actúa como agente de un enclave colonial
ocupada en esclavizar a los argentinos. Es el caso. Pero no por necesariedad
económica ni por ningún óptimo sino por interés y cipayismo.
La segunda aseveración que queremos analizar,
de Javier Milei en este caso, se refiere a la desigualdad salarial (o no) entre
hombres y mujeres. Para Milei NO hay desigualdad salarial y lo fundamenta como
sigue:
“La
primera prueba empírica de eso la hizo Gary Becker en el año 58 cuando publicó
su tesis doctoral y quiso comprobar si había discriminación contra
distintas razas, géneros y eso marcó la manera de analizar los
datos. Pero hoy cuando empezás a descomponer los datos y los llevás bien al
límite, esas discriminaciones no existen. Un empresario quiere
ganar plata. Si pudiera contratar mujeres y a un salario más bajo va a
contratar a las mujeres y vas a ver las oficinas llenas de mujeres”.[ii]
En esta argumentación está presente el núcleo
del modelo neoliberal. La trampa epistémica que llevó a Mario Bunge a sostener
que la
economía ortodoxa es la más peligrosa de las pseudociencias[iii],
la que lleva al hambre y a la muerte a cientos de millones de personas.
El pensamiento científico, máxima expresión
cultural para entender el funcionamiento del universo y del mundo humano,
requiere desde Descartes y a lo largo de la secularización moderna,
argumentación, explicación humana fundada en evidencia y sometida a
verificación. Toda aseveración debe someterse a la prueba de la realidad, lo
que Popper llamaba “falsación”.
Volvamos a cero. Decir, uno puede decir
cualquier cosa. Ahora, que ese decir pueda enmarcarse en la cultura científica
tiene los requisitos que expusimos arriba y varios más. Las “leyes”
científicas, sus tesis, son provisorias, revisables y pasibles de refutación. En
las ciencias fácticas, las que se refieren a los hechos, la preminencia la
tiene la realidad. Cualquier postulación que se sostenga debe verificarse, es
decir, comprobar que los hechos funcionan tal como predice la teoría. Si los
hechos no funcionan como predice la teoría, no es la realidad la incorrecta
sino la teoría propuesta.
Esta es la trampa universal del
neoliberalismo.
Veamos un ejemplo. En física y química existe
la “ley de vasos comunicantes”. Ella demuestra cómo un líquido
homogéneo puede tener un mismo nivel al ser vertido en una serie de envases
conectados a través de unos conductos sin que la forma u orientación de los
vasos afecte el nivel.
Este postulado está abierto a comprobación
empírica. Podemos corroborarlo en nuestra experiencia cotidiana cada vez que
abrimos una canilla.
La proposición científica postula que los
líquidos se comportan de cierto modo y eso se confirma en la realidad.
¿Cómo funciona “su” ley para Milei?
El empresario quiere ganar dinero, luego,
contratará aquellos factores productivos (trabajadores en este caso) que le
ofrezcan mayor productividad, sin discriminación alguna. Esa es “su” ley.
Cientos de estudios muestran que en la
realidad se ve una brecha salarial. A
igual tarea y responsabilidad los salarios promedio de los hombres son 20%
superiores a los de las mujeres en Argentina[iv].
Obviamente, el pensamiento científico rechaza
“su” ley por falaz y afirma que, efectivamente, existe discriminación salarial.
¿Qué dice Milei?
Que eso es imposible. Que los datos están mal
tomados. Que “su” ley es irrefutable.
Eso es conocido, legitimó el poder
premoderno, funda los regímenes teocráticos y se denomina dogma. Un tipo de saber,
de creencia, impenetrable por la realidad.
Con este accionar dogmático los neoliberales
argentinos son invulnerables a los sucesivos fracasos. La dictadura, Menem,
Cavallo, De La Rúa, Macri, todos “fracasaron”, todos aplicaron el mismo plan,
todos recurrieron al FMI. Pero en cada cruce de la historia, los neoliberales
nos dicen que el problema estuvo en que no se aplicó “el verdadero” modelo. O,
como Milei, que los datos están mal tomados.
Es decir, no está mal el modelo que fracasó,
está mal la realidad. Como dice Milei “no hay brecha salarial”. No importa lo
ridículo que se vea.
Si el dogmatismo debiera ser descalificante
en cualquier debate, en la academia es un oprobio. Que las Universidades
argentinas estén llenas de impresentables que sostienen el mismo dogmatismo que
Milei, y lo están, debiera provocar una rebelión popular, una nueva Reforma
Universitaria.
Pero hay algo más.
Lo que dice Milei no es sólo una mentira y un
dogma, es un programa político. Detrás de “su” ley rige como precepto
universal, “lo que es, es justo”. No es que los hombres ganan 20% más que las
mujeres a igual tarea y responsabilidad, es que los hombres “son 20% más
productivos”. No es que el hecho que un CEO gane 300 veces lo que un obrero es
evidentemente obsceno; es justo, toda vez que en la lógica Milei, es 300 veces
“más productivo”.
Ninguna sorpresa, justificar las injusticias
siempre fue el programa político de la reacción.
Por eso ellos son ellos, son eso; y nosotros
somos nosotros. Bien lejos.
[i] https://www.telam.com.ar/notas/202109/567847-rodriguez-larreta-a-favor-de-eliminacion-de-la-indemnizacion.html
[ii] https://www.lanacion.com.ar/politica/javier-milei-dijo-que-las-mujeres-ganan-lo-mismo-que-los-hombres-y-tildo-de-aberrante-la-ley-de-nid07092021/
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