Por Carlos Almenara
Javier Milei participó de una reunión de financistas en Mendoza. Estuvo poco más de dos horas en total. Vino en avión presidencial, habló en la conferencia del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas vestido con un chaleco antibalas disimulado detrás de su traje, y se fue.
El discurso plagado de mentiras, falacias, medias verdades, absurda manipulación de cifras, y, como suele ocurrir, groserías, tuvo al gobernador Alfredo Cornejo y al intendente de Capital Ulpiano Suárez aplaudiendo entusiastas en primera fila.
Un punto destacado de la presentación ocurrió cuando el presidente hizo un gesto masturbatorio arriba del escenario como se puede ver en este video.
Resulta muy difícil analizarlo. Hemos naturalizado estas acciones viniendo de Milei, ¿podemos hacerlo? No se trata de moralina ni de hacer un culto a modales formalizados, pero ¿qué es esta aberración?
Imagínese lectora, lector, que un rector de una universidad, un profesor, un director de hospital, hiciera esto mismo. Muy probablemente se dispararía un sumario de inmediato. Recordemos el caso del diputado Juan Ameri, que fue obligado a renunciar porque en una sesión virtual de la Cámara besó el seno de su compañera en su ámbito pero se olvidó de apagar la cámara.
A Ameri le costó el cargo para el que fue votado, estamos seguros que no será el caso de Milei.
La degradación de la palabra en la esfera pública, que es inescindible de cualquier intervención presidencial, es tan grande que será difícil recuperarla. El lenguaje vomitivo funciona igual que las mentiras alevosas, anulan la deliberación. No se puede discutir entre insultos, engaños sistemáticos y obscenidades.
Por cierto, Milei reculó en su propuesta de debatir sobre economía con Cristina cuando ella aceptó. Y es que no podría debatir con Cristina ni con nadie sin perder, la discusión y los estribos.
Con Macri fue parecido aunque con mejores modales. Las fuerzas políticas de derecha tienen como programa concentrar el ingreso nacional en pocas manos, no necesitan palabras, alcanza con normas que apunten en ese sentido. Sólo mediante la alienación extrema podrían tener asentimiento mayoritario para un programa lesivo a las mayorías, por eso todo recurso es bueno para bloquear el debate de lo principal. Farandulización, noviazgos, histrionismo, falsos ejes, manejo de la agenda mediática, y claro, insultos, peleas, exabruptos, todo sirve para que no quede en evidencia lo que es evidente: constituyen una élite que gobierna para el 1% más rico.
Mientras Milei siga emitiendo normas que favorezcan a los ricos, a los dueños de los medios y a las grandes empresas, ellos se encargarán de que a este degenerado no se le reprochen sus inconductas.
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