lunes, 29 de marzo de 2010

Extraña elección y algunas conclusiones

Por: Carlos Almenara
Referente de Espacio para la Reparación Social - Mendoza

Epistemología del problema
Las elecciones del domingo 28 de marzo en la Ciudad de Mendoza ofrecen la posibilidad de múltiples lecturas, intentamos aportar una.
No somos partidarios del concepto de “el mensaje de las urnas (o de la gente)”. Es interesante observar aquí lo errado y tendencioso de dicha noción. Ocurre que la cobertura de la prensa, a través de la cual la mayoría accede a la discusión pública, consta principalmente de crónicas de actores individuales. Nos enteramos de una declaración del dirigente A, un exabrupto del dirigente B, que el dirigente C se juntó con el dirigente D, nos enteramos también sobre el D-ismo y sus internas. Todo gira en torno a individuos. Y, de pronto, los periodistas dicen: “el mensaje de la gente es ...”, “la gente dijo en estas elecciones ...”, y el consabido “la gente quiere ...”. Resulta que todo el análisis y la información política se redujo a lo individual y de pronto dan un salto mortal y dicen que “la gente da un mensaje”. Bueno no, no hay tal categoría de “la gente”, tampoco hay un mensaje unívoco ni mucho menos.
Para analizar creencias, cuestiones colectivas, sería productivo incorporar el paradigma dirigencial, esto es, asignar importancia al juego y competencia de élites, grupos y organizaciones en la definición del orden vigente y por supuesto incluir conceptos como clases sociales, infraestructura y superestructura.
Pero no, el análisis político predominante en la prensa se ocupa de las declaraciones, los gestos y las juntas de los figurones. Más preocupante todavía es que cuadros políticos y militantes no ven otro modo de entender el acontecer. Todo se reduce a lo anecdótico. La “realidad” se vuelve refractaria a los hechos, negadora de los datos y el estudio.
Lo anterior fundamenta que vamos a tratar de no caer en pretendidos “mensajes” de la elección del domingo.
Aún así es posible y necesario interpretar, entender.

Carencia representativa
El primer dato a comentar es el menor porcentaje de votantes que en elecciones anteriores. Ello es totalmente esperable en una elección que sólo define concejales, con el respeto que merecen los concejales, pero que no pone en juego intendentes, legisladores, gobernador, presidente.
La U.C.R. obtuvo una holgada primera minoría con algo más de 40%, sin embargo consiguió el 67% de los cargos en juego. Luego se ubicaron cuatro listas que consiguieron porcentajes cercanos al 10%, dos de ellas lograron un cargo cada una. Los 6 concejales, el 100% de los cargos en juego, representan el voto de fuerzas que sumadas alcanzan poco más del 60% de los votantes. Es decir, hay casi un 40% de votantes que no verán representado su voto en el Concejo Deliberante de Capital. Esto suele ocurrir en cargos ejecutivos, para los cuales, según la dispersión del voto, los intendentes, gobernadores o presidentes reúnen porcentajes electorales mucho menores al 50%. Pero debería llamar la atención en un cuerpo legislativo que pretende, precisamente, representar la voluntad popular (es decir, las diversas opciones elegidas por la ciudadanía).
Urge reconsiderar la reducción de la cantidad de miembros de los Concejos Deliberantes operada durante la gestión gubernativa de Iglesias. El argumento del mayor gasto que esto supondría no debería llevar a un dilema absurdo entre representación y costo.

Lecturas
Es difícil generalizar una lectura del resultado. Parece fortalecido el liderazgo de Fayad en el departamento, pero tampoco esto está exento de polémica y hay quienes muestran resultados mejores 9 meses antes. Tampoco es claro que la victoria de Fayad tenga una interpretación en la puja nacional.
Hay quienes han vinculado a Fayad al kirchnerismo, lo que es rotundamente rechazado por él. Parece entonces que primó la “municipalización” de la elección, revalidando cuestiones territoriales e identitarias.
Es muy interesante esta cuestión pues ofrece una perspectiva oxigenadora en relación a una polarización nacional muy fuerte en la que las cosas se juegan a todo o nada, con una actitud destituyente de parte de sectores de “oposición” y la mayor parte de los medios. Es decir, frente a este escenario nacional, que la temática municipal haya pesado más en la mayor parte de los electores muestra una saludable posibilidad de multiplicar lo político en otros pliegues, clivajes, dilemas, que aquellos que machacona y sádicamente presenta Clarín.
Quizá el dato más novedoso que arrojó la elección fue el acceso de Alberto Montbrun al Concejo como candidato del Partido Socialista. Un resultado muy meritorio. Rápido de reflejos, Montbrun, se propuso ocupar el espacio de “una izquierda democrática, progresista, que reivindique los valores de la equidad, de la solidaridad, de la transparencia y del verdadero progresismo” (El Sol, 29/03/2010).
En cuestiones políticas, mientras no se pruebe lo contrario, debería primar el crédito a la autopresentación de los actores. Ahora, hablar de izquierda democrática, de progresismo, de equidad y solidaridad remite a un proyecto nacional. Y estos valores hoy en la Argentina están encarnados en las políticas de la presidenta. No hay quien haya hecho más en nuestra historia reciente por la equidad, la reparación de la injusticia, por la solidaridad que Néstor y Cristina Kirchner. Por supuesto es una afirmación polémica, aceptamos el debate y reconocemos la multiplicidad de miradas posibles. Sin embargo, resulta difícil imaginar que un Partido Socialista liderado por Giustiniani, miembro activo del Grupo A represente hoy una izquierda democrática, progresista, equitativa. Suele verse a Giustiniani compartiendo posturas con Rodriguez Saá o Menem, quienes no intentan hacer creer a nadie que defienden la equidad.
Con todos los inconvenientes, incomodidades y contradicciones que supone, sólo reconociendo que los últimos dos gobiernos nacionales provocaron una ruptura que cambió el hecho “natural” de que en Argentina había poderes a los que ni el gobierno ni la ley alcanzaban, sólo valorando lo mucho que se logró, puede sinceramente postularse el valor de la equidad y la solidaridad. El falso republicanismo de la cancha inclinada a favor de los poderosos es incompatible con la igualdad (que es el término que debería usar Montbrun, es el término de la tradición de izquierda, no equidad).
El camino del progresismo, del verdadero, no es asfaltado, no es fácil de transitar, es difícil que se pueda construir el proyecto progresista desde las pantallas de Clarín. Es contradictorio con el verdadero progresismo la especulación política consistente en opinar según las encuestas, o hacer política diferenciándose del oficialismo sólo para posicionarse como “oposición”.
Lo local, el territorio, el municipio, la proximidad ofrecen a la utopía democrática un anclaje encantador, pero reconocen un límite en procesos que son nacionales o globales. En cierto punto y aunque no nos desdecimos de lo que dijimos antes, que lo municipal ofrece otras posibilidades, es imposible esquivar este debate. Posiblemente lo que sí está vacante, lo que nadie ha propuesto suturar es el espacio de la coherencia, la brecha que se abre entre distintas instancias, entre la construcción de una fuerza progresista y la democracia interna, entre el proyecto y el posicionamiento por conveniencia o entre la democracia local y el proyecto nacional. Pensar esas tensiones ayudaría a saldar interrogantes y lo más importante, a construir lo que sí, efectivamente, hace falta.

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