viernes, 12 de marzo de 2010

Ruptura del acuerdo democrático

Ruptura del acuerdo democrático
Por: Carlos Almenara
Dirigente de Espacio para la Reparación Social

Podrán matarme pero no podrán callar la verdad
Oscar Romero Arzobispo de El Salvador - 1980

Relata Santiago O’Donnell en Página 12 del 7 de marzo la desclasificación de un cable de la CIA que indica que quien ejecutó al obispo Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980 fue un militar argentino enviado por Viola (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-141544-2010-03-07.html).
La nota de O´Donnell es extraordinariamente reveladora del grado de violencia de la dictadura argentina. Porque es conocido el genocidio interno, menos se sabe que despertaron admiración de genocidas del resto del continente.
Roberto D’Aubisson, probado autor intelectual del homicidio, jefe de los escuadrones de la muerte y más tarde fundador del partido de ultra derecha ARENA reconoció haber sido instruido por militares argentinos. “Ellos (los argentinos) estuvieron acá un corto tiempo pero ese tiempo fue muy útil. Transmitieron sus experiencias e informaron a nuestra gente para sugerirles que actúen de esta forma o de esta otra forma usando este sistema, cómo conseguir información y cómo analizarla”. Esta declaración de D’Aubisson a Los Angeles Times en 1983 es por demás explícita, pero, como hace O’Donnell puede interpretarse con la ayuda del académico Ariel Armony, politólogo de Colby College en Estados Unidos. “Los salvadoreños admiraban a los argentinos. No necesitaban que les enseñen a ser violentos, porque su historia está plagada de violencia. Lo que aprendían era cómo usar esa violencia de manera más efectiva. En Guatemala tiraban campesinos al mar desde aviones o helicópteros, algo nunca visto hasta la llegada de los argentinos”.
Esta es una introducción ilustrativa de algo que podemos mostrar de innumerables formas: las desapariciones, el robo a los secuestrados, el robo de bebés, las torturas, entre muchas otras, constituyen formas del horror que explican el grado de laceración sufrido por nuestro pueblo y aún no reparado.
La recuperación democrática de 1983 se estructuró sobre un consenso mayoritario básico: Nunca más, el horror fue demasiado. Supuso una autorregulación de las fuerzas y del sistema político: no había que ir a golpear las puertas de los cuarteles.
La reciente apertura de los archivos secretos del personal del Batallón 601 por un decreto de la presidenta, además de un hito más en una política de transparencia y derechos humanos valiente y ejemplar, muestra la gran cantidad de gente que cobró de los organismos de inteligencia de las Fuerzas Armadas. Gente que cobró por espiar, denunciar, secuestrar, ayudar a secuestrar, torturar, “informar”. Largos listados, de hojas y hojas. Ellos tuvieron una ideología, tuvieron una visión del mundo, del país. Porque si algo siempre estuvo claro, aunque no tuvieran límites ni instrucción, fue que el país se hacía “matando zurdos”. Dejaron una marca indeleble en nuestra cultura.
Contra eso, contra esa agresión incalificable a la civilización y a la condición humana se estructuró el consenso mayoritario. Suponía, como dijimos, la aceptación de la democracia como reglas formales acatadas por los actores. Ahora al Estado se accedía por los votos y no por las botas. Aunque los votos se compraran, se estafaran, se manipularan. El consenso era formal, pero era un avance importante visto lo anterior.
¿Se diluyó la ideología de la dictadura?
Es difícil ser optimista. Por cierto, sus postulados económicos reencauzaron en democracia en la construcción del neoliberalismo vernáculo que conocemos muy bien y de hecho estuvo vigente con algún interregno hasta 2003. Ahora vuelve con fuerza planteado por “la oposición” en términos de forzar a la presidenta a ajustar.
Pero esta versión es conocida, ya estamos acostumbrados, aunque nunca está demás señalar que el neoliberalismo llegó a la Argentina manchado de sangre y lodo, parafraseando a Marx.
Hubo un componente necesario para la noche dictatorial que fue la concepción fascista y discriminatoria que supuso a las Fuerzas Armadas como custodios de la verdadera nacionalidad, del verdadero patriotismo. A los que se signó como enemigos, desde el aparato del Estado, se los trató peor que a animales, siempre menos que humanos.
Por eso cuando vemos esos interminables listados del Batallón 601, nos preguntamos ¿Desapareció esa tradición?
Parece que no, a juzgar por el gobierno que pretende construir el ex Senador Duhalde, sobre el que dice que debe incluir al que quiere a Videla y al que no. Duhalde presenta como aliado en un “acuerdo patriótico” al radical Rodolfo Terragno.
Esto evidencia lo que se sabe hace tiempo: “la oposición” rompió todas las reglas vigentes desde 1983.
Al ritmo de Clarín y sus medios que fuerzan y apadrinan el armado político, los serviles dirigentes opositores no vacilan en recurrir al acervo más oscuro de la Argentina para saciar el deseo del Leviatán mediático.
Clarín mismo con su nave insignia TN viene desde 2008 dando muestras del rescate del discurso de la dictadura. Porque el discurso de Clarín es el discurso de la dictadura cambiando los nombres propios. Ellos se detienen (a veces) en las puertas del delito, no dicen “mátenlos”, pero no hace falta, antes tampoco lo decían. Por suerte la sociedad ha crecido.
Aún aquellos políticos radicalmente distanciados del gobierno nacional no deberían aceptar esta lógica que implica la destrucción de la cultura democrática alcanzada. Es imprescindible doblegar el discurso de Clarín, no sólo para Kirchner, no sólo para el gobierno, también para cualquiera que aspire a gobernar y para cualquier bien nacido que entienda que nadie tiene derecho a excluir a otro argentino de la ciudadanía básica. Es imprescindible que los dirigentes opositores no validen esa construcción de Clarín llamada “la oposición”, que se despeguen de ese acervo fascista que intenta regresar.
Como decía un feliz eslógan de los últimos años que resume lo anterior: La patria somos todos.

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