Por: Carlos Almenara*
Tú sabes qué pasó. La pregunta es, ¿puedes
vivir con eso?
Mike Ehrmantraut
(Jonathan Banks) en Better call Saul
¿Qué nos pasó?
La especificidad de los cuatro
años macristas, para llamarlos de algún modo, está en discusión. ¿Qué pasó?
Una parte de lo que pasó queda
reflejada en números incontrastables, más allá de las chicanas acerca del INDEC
(que, hay que recordar, Macri realizó la proeza de cerrarlo por 6 meses, caso
único en su historia), el registro queda documentado de modo irrebatible.
Macri nos deja una economía más
de 4% más chica, si tomamos el PBI per cápita la caída porcentual se duplica,
si consideramos los ingresos de los argentinos medidos en dólares la caída es
atroz, lo mismo si se compara 2015 con 2019 en cuanto a los ingresos, salarios
medios y mínimos con los países de la región. Todo esto a la vez que Argentina
tomaba deuda externa a un ritmo inédito, más de U$S 104.000 Millones de deuda
nueva de Macri.
Eso se conoce, o se podría
conocer por parte de quien quisiera, de modo más o menos irrefutable.
Que no hicieron un solo hospital,
que eliminaron vacunas del calendario, que dejaron vencer lotes de vacunas
habiendo gente sin vacunar, que trajeron enfermedades decimonónicas como
sífilis, sarampión o tuberculosis.
Que eliminaron la paritaria
nacional docente y redujeron el presupuesto educativo. No construyeron una sola
escuela. Dijeron que eliminaban el Fútbol para Todos (burlando una promesa de
campaña) para construir salas de Jardín pero... pasaron cosas.
En cada área de gobierno puede
encontrarse datos que compiten con los precedentes y su compilación no es el
objeto de estas líneas.
Entonces, ¿podemos decir que el
de Macri fue un mal gobierno?
No cabe duda alguna. No alcanza
con esa caracterización. Seguramente ha
sido el peor gobierno de la historia argentina.
Y sin embargo no quedamos
satisfechos con esa definición. Falta algo.
Podemos decir que fue un gobierno
que mintió. Que mintió mucho. Recién mencioné el Futbol para Todos,
podría nombrar miles de puntos en que se verifican sus mentiras. Pero no
alcanza con decir que son mentirosos porque no es exactamente la enunciación de
una falsedad lo que caracterizó al macrismo. Es la estafa.
Cada cosa que dijeron fue una estafa. Algunas veces no podía
reputarse con una mentira literal, pero siempre fue un engaño. No dijeron una palabra que no fuera un
engaño.
Eso acerca más a una
caracterización satisfactoria. Cada enunciación es una puesta en acto de un
timo, la manipulación de un estafador con un plan inconfesable que solo puede
trabajar sobre la confusión, sobre el fracaso de la comunicación, sobre el
malentendido, porque de otro modo el rostro siniestro de quien quiere nuestra
muerte como personas y como país se hace intolerable.
Dijo “querido rey” por cortesía.
Se equivocó al persignarse, no es un ritual mafioso. Quedó como un rastrero con
Theresa May porque hay que relacionarse con el mundo, para nada regalarle la
soberanía de las Islas. Habla de “trabajo de calidad” porque quiere a los argentinos
en blanco no porque se convierta en fiscal de la maximización de la plusvalía a
costo de nuestra esclavitud a un patrón obsceno. Prometió pobreza cero porque
intenta superarla, no porque quiera matar a los pobres o esconderlos. Miles.
Cada vez. La voz del estafador. Intolerable.
Eso nos pone más cerca de una
caracterización de lo específico del macrismo.
Pero no alcanza.
Hay algo más, algo se nos escapa
para dar en la tecla.
Se trata del goce nazi
Él lo dijo. Aunque no hayan sido
ésas exactamente sus palabras, todos lo entendimos. Bueno, no todos. Algunos no
lo entendieron o jugaron a que no lo entendían, mayormente cobrando dietas de
legislador y hablando de alternancia democrática. Pero él lo dijo: “vamos a
matarlos”. Su 41% lo creyó hasta el último día. Será la solución final: muerte
simbólica o física o carcel o tortura o humilllación. No joden más. Hoy sus
criminales con pantalla como Baby Etchecopar lo dicen sin pelos en la lengua.
Aquí aparece claramente la
incorrección del grito popular “Macri basura vos sos la dictadura”. No, Macri
no es la dictadura, es mucho peor. Más profesional. Con un plan plausible de
exterminio simbólico definitivo.
La dictadura no se animó a muchas
de las cosas que hizo Macri. La dictadura necesitaba la clandestinidad, debían
ocultarse los “grupos de tareas”, si algo se filtraba serían grupos civiles, de
máxima, “excesos”. Macri no oculta nada, al contrario, “vamos a matarlos,
elíjanme a mí para hacerlo”. Difundan, difundan. No habrá derechos. Irán en
cana. Y si los jueces no hacen lo que hemos decidido pondremos otros jueces.
Lo que Cristina llama lawfare yo
lo remito al clásico y conocido terrorismo de estado. Una categorización que
entiendo mucho más ajustada. Un tipo que abre posibilidades de justicia hoy
remisas. El hecho que no tengamos 30.000 detenidos desaparecidos en estos
cuatro años de lo que nos habla es de que utilizaron nuevos métodos y hasta
dónde fueron menester.
¿Puedes vivir con eso?
El daño está hecho, mas, ¿qué suerte de oración me serviría? ¿”Perdona
mi inmundo asesinato”? Imposible, pues gozo aún de los frutos por los que cometí
el asesinato: la corona, la reina, mi ambición. ¿Nos pueden perdonar sin
quitarnos el provecho?
Shakespeare, William; Hamlet, alocución del Rey
Claudio.
La especificidad propia del
macrismo fue la construcción de un proyecto de exterminio que hay que
reconstruir como rastro histórico, pero que se presenta a sí mismo como uno de los
ciclos de la democracia.
Que esta visión sea minoritaria,
que haya que gritarla para sacudir de la modorra a propios y extraños muestra
que ellos siguen triunfando.
El ejemplo es claro. Lo dan las
Madres de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura. Los desafíos
son análogos a los que enfrentaron ellas. Desde ya, ellas sufrieron una
violencia física incomparablemente mayor, estaba relativamente clara la inenarrable
brutalidad de los responsables. Pero hemos aprendido que no solo son los
hechos. Si así fuera, no habría Macri. Son las interpretaciones, y las Madres,
con los Organismos de Derechos Humanos, pudieron establecer como verdad
jurídica que hubo terrorismo de estado. Es decir, que no hubo “dos demonios”,
que no hubo violencia generalizada, hubo un plan sistemático de secuestros,
desapariciones, asesinatos, robos de bebés al servicio de un proyecto político.
No fue natural, hubo que establecerlo, militarlo. Países vecinos con historias
no tan distintas de la Argentina no lograron establecer esta verdad ni a nivel
jurídico ni social.
Urge hacer esto ahora. Demostrar
que fue un plan sistemático que utilizó los recursos estatales en confabulación
con bandas paraestatales para fines delictivos. Es decir, oportunamente, cuando
no quede más opción que juzgarlo, la millonaria extorsión del periodista Daniel
Santoro (junto a D’Alessio) al empresario neuquino Mario Cifuentes en “Animales
Sueltos” no puede ser sólo una extorsión sino que debe ser parte del plan
sistemático. De ese plan participaron La Nación, Clarín, Majul, Lanata,
Wiñazki, Alconada Mon, Leuco, entre decenas de terroristas paraestatales.
Eso pasó. Que sea horrible no
quiere decir que no pasó. Que no lo digamos no hace que no haya pasado.
Mientras tanto, mientras se
construye esta conciencia histórica hay que recordar al Rey Claudio en la cita
que encabeza el subtítulo. Hay Macri porque hubo un Videla que construyó a papá Franco.
Hay Macri porque hubo un Videla que le dio Papel Prensa de la mesa de torturas a Magnetto y La Nación. Hay Macri porque hubo un Galtieri que ayudó
a Magnetto a dar el golpe en Clarín para encubrir sus tropelías en la Guerra de
Malvinas. Las dictaduras cambiaron de manos la riqueza de la Argentina. Macri
cambió de manos la riqueza de la Argentina. Vicentín es sólo un botón de
muestra.
Si esta vez la democracia no
repara el robo y le quita a los saqueadores, éstos tendrán el poder para volver
a cometer las mismas atrocidades.
*docente y periodista. Mendoza, Argentina. Autor de “El Faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín”.
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