Por: Carlos Almenara
Me alertó Jorge que este miércoles 10 se
cumplen dos años de la muerte de Ramón Ábalo.
La pérdida de alguien admirado y querido como
Ramón supone un duelo. La experiencia me dice que algunas veces el duelo tiene
una bisagra en el momento en que uno comprende algo. ¿Comprende qué? No podría
responder esa pregunta con precisión. Intentaré dar una idea a partir de mis
sentimientos con Ramón.
Convertí a Ramón en una especie de “fetiche”.
Siempre lo quería entrevistar. Lo hice varias veces. En distintas radios. Yo le
preguntaba de todo. Ramón contestaba. Contaba sus historias, nada mezquinaba.
Yo repreguntaba, él contestaba, pero cada cosa que contestaba era distinta a lo
que yo esperaba. Yo le preguntaba por el pasado y él siempre se ingeniaba para
responder algo en relación al futuro. A mí me producía cierta perplejidad. Yo
insistía. Había un secreto en un pasado revolucionario con el que el presente
tenía un abismo. Él lo tenía, el “Negro” tenía el tesoro. Yo preguntaba y
preguntaba, pero no lo encontraba. Contame más. De la Media Luna, del Armando,
del peronismo y el comunismo, de la revolución, del Che. No, él no mezquinaba
la respuesta, pero siempre terminaba diciendo “Mendoza no es conservadora, en
el ’72 hicimos flor de revuelta y ahora, qué esperamos”. A mí me desconcertaba
cómo pasaba de ese secreto idílico que yo pretendía encontrar en el pasado a
contestarme que había que reclamar contra los tarifazos.
Nunca fue de otro modo. Cada vez que lo
entrevistaba el compromiso era el mismo, “esto sigue, te vuelvo a entrevistar”.
Siempre se repetía el mismo círculo, yo le preguntaba por sus andanzas, como
sondeando cuál sería la clave para entender por qué hubo un pasado más pleno y
hoy un presente tan mediocre. Ramón no me dio respuesta a esa pregunta. Una
pregunta que, por cierto, nunca supe ni sé formular.
No es que no pudiéramos encontrar lo evidente
en los diálogos y arriesgar teorías. Sí, eso, todo el tiempo. Pero un tesoro,
una palabra mágica, la explicación total, la llave que permite entender, no,
eso nunca lo encontré.
Y el Negro se fue y no lo encontré.
Pero fui comprendiendo. Bastante antes de que
se fuera. Fui entendiendo. Él no sabía la respuesta a la pregunta que yo no
podía formular. Seguramente no existía la respuesta a mis balbuceos. O sí.
Siempre estuvo allí donde Ramón me dijo la primera vez que titubeé con mi
pregunta. La respuesta está adelante. Soplando en el viento, como decía Dylan.
*Nota publicada originalmente en La 5ta Pata. La imagen ilustrativa corresponde a dicho medio.
Carlos: te mandé un me en tu blog
ResponderEliminarNecesito hablar contigo
FB me INHABILITO. Por favor hacete cargo de las dos páginas. Gracias kumpa.
Mi correo es beatrichegam@hotmail.com
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